Buenas tardes. Voy a iniciar mis breves palabras matizando un poco la significación de mi presencia en este lugar -una semana de filosofía- y, sobre todo, en este momento especial: cuando ella comienza. Yo soy más un modesto poeta dramático, un tanto pensativo, que un filósofo propiamente dicho, y menos aún soy un filósofo universitario. […]
En la Europa de hoy yo soy totalmente desconocido como teórico y no he sido traducido como filósofo a ninguna lengua europea (otra cosa es el teatro). Por lo demás, en España mis obras son editadas en los últimos años sólo por una editorial, familiar y pequeña (Hiru).
Y ciertamente, en esta situación, difícilmente puedo hablar aquí «por los filósofos europeos», y finalmente sólo puedo hablar por mí mismo. Sobre estos presupuestos -una vez situadas en su verdadero lugar- diré ahora mis palabras, en el pórtico de esta semana a la que tantas personalidades del mundo de la filosofía concurren.
SEIS TESIS Y MEDIA A MODO DE FILOSOFÍA VÁLIDA PARA EL AÑO QUE VIENE POR LO MENOS
Situándonos en este momento, yo he de proponer que vayamos preparando nuestras armas -quiero decir nuestras letras- para cuando, quizás dentro de muy poco, la filosofía deje de ser esta especie de sórdido festival de eclecticismo (léase posmodernidad) y feria académica, universitaria, a la pesca de una cátedra o una «permanencia» según las áreas en que se trate de prosperar por parte de los profesores que hoy ofician de filósofos, y vuelva a ser un cierto Campo de Agramante -Orlando el furioso nos valga- como lo fue en sus mejores tiempos, cuando las vanguardias pintaban bigotes a la Gioconda, o cuando los filósofos eran materialistas y combatían a los idealistas, y unos artistas creían en Dios y lo adoraban en sus obras y otros blasfemaban en términos infernales de esa creencia (por ejemplo, los Cantos de Maldoror), y no había tolerancia que valiera en el campo de las ideas metafísicas o en el de la poética -en el que los partidarios del simbolismo o del expresionismo, por ejemplo, publicaban, en radicales manifiestos, sus opiniones contrarias a las del los partidarios del naturalismo decimonónico, que era rechazado, por ejemplo como una basura obsoleta. El pensamiento, digámoslo así, se pensaba fuerte, y se estimaba que un pensamiento débil no pasaba de ser una mera opinión, o sea, que no merecía ser llamado pensamiento, pero por otro lado, cómo llamar a lo que se produce cuando uno se pone «la barba en la mano, meditabundo» (Rubén Darío) y segrega oraciones verbales al tratar, en el interior de su cabeza o sobre un papel, de explicarse el mundo? ¿O eso que se segrega es nada? ¿Y qué hacemos con una cabeza que hace nada o que, en fin, no da para más? ¿Cortárnosla? Pero la verdad es que no tenemos otra cosa que hacer que pensar -eso que llamamos pensar- si queremos hacer algo razonable con nuestras sensaciones y vivencias en esta aventura del conocimiento o del saber; y que esto va a ser así para rato largo si es que la evolución del cerebro humano no ha dado ya con su techo; y, en fin, que es en este cerebro -y con él- donde habrá que trabajar y donde habrá que buscar el fuego de la verdad de las cosas, de la filosofía, pues -seamos optimistas- Einstein no fue más que un momento en esta historia de la ciencia humana (como lo fue Newton), y que Aristóteles, Kant, Marx o Heidegger (esos otros maestros mayores) no han sido, así mismo, sino unos momentos, ciertamente estelares, en la historia de la filosofía occidental.
¿Quedamos, pues, en eso? ¿En que la filosofía va a recuperar su gran importancia social -junto al desarrollo de la ciencia y de la técnica- en el futuro, cuando lleguen a plantearse las nuevas batallas históricas en la crisis definitiva del neoliberalismo y en el alba de otro mundo que, definitivamente, habrá que admitir -incluso por sus peores enemigos- como posible?
¿Y ello cómo será? Hoy se habla cada vez más con términos que en Martí tuvieron su sentido, de «batalla de las ideas». Sobre esta asunto yo me permito remitirles a mis sencillos planteamientos en mi libro sobre La batalla de los intelectuales, que ha sido ya generosamente acogido por muchos de ustedes. Consideren lo que en él digo sobre sus desplazamientos a derecha e izquierda y sobre la necesidad de reagrupamientos de izquierda bajo los lemas cada vez más vigentes de la hostilidad a la globalización neocapitalista, y a las ideas fuerza de la salvación de la Humanidad, particularmente fuertes en esta área latinoamericana. y arriada salvo en algunos corazones y pueblos -como nuestra Cuba- pocos y dispersos. ¿Ha de volver, pues, «el antiguo entusiasmo»? Pero además, ¿es deseable que vuelva? ¿No es una alegre e inconsciente enfermedad «juvenil»? ¿No es un error como todo izquierdismo?
Algo diremos sobre esto un poco más adelante, en esta breve intervención; y pasemos ya, porque no es el tiempo lo que nos sobra, a expresar en pocas palabras nuestras
SEIS TESIS FILOSÓFICAS Y MEDIA
Primera tesis (sobre el final de la Historia).- Fue falsa la alarma sobre el final de la Historia y hoy ya estamos transitando desde lo que se llamó la posmodernidad a lo que nosotros proponemos que se llame la neo-historia, dentro de lo que se podrá definir como un proceso sin fin, si adoptamos los términos de la Salutación del Optimista, ahora recordada y que nosotros pasamos, eso sí, por un baño de materialismo histórico.
Segunda tesis (sobre la posmodernidad).- Estamos, pues, seguros de que la todavía llamada Posmodernidad, es «una futura antigualla».
Tercera tesis (sobre la imaginación y la Utopía).- Apuntamos que fue falsa la hipótesis del Final de la Utopía, cuando se planteó en cualquiera de sus dos versiones, contradictorias entre sí: la pragmática y /o la escéptica (ambas presuntamente científicas (siglo XIX), y la marcusiana (Herbert Marcuse, años 60 del siglo pasado), para la que la utopía estaba ya en curso de realización, y por tanto desaparecía como tal empresa utópica (entendido lo utópico como imposible). La aportación que nosotros hemos hecho, en nuestra trilogía teórica sobre la imaginación, de la noción de «imaginación dialéctica», puede comportar la destrucción de la antinomia clásica razón-imaginación, y la liberación de la noción de utopía del campo de las dudosas libertades de lo fantástico, de modo que se establezca una nueva teoría de la posibilidad que resuelva definitivamente las antiguas polémicas, afirmando la realidad potencial o virtual de lo no imposible sino circunstancialmente imposiblitado y «posibilitable» por la fuerza de una acertada praxis revolucionaria.
Cuarta tesis (sobre el pensamiento filosófico).- Es aceptable, tanto epistemológicamente como políticamente hablando, la propuesta de un Pensamiento Fuerte en la busca positiva de la verdad y de un «Pensamiento especialmente activo contra la mentira». En nuestro libro «Manifiesto contra el pensamiento débil» desarrollamos un tanto los embriones de algunas ideas a este respecto en un movimiento de liberación de nuestros temores ante los riesgos que comporta -como comportó en el pasado- cualquier dogmatismo, como el que asoló las filas del pensamiento marxista en el área estaliniana. Sobre la legitimidad epistemológica de «pensar contra algo», puede leerse nuestra conferencia «¿Pensar contra el Imperio?» bocetada en la reunión de intelectuales y artistas de Caracas en diciembre del año 2004.
Las reservas sobre un pensamiento fuerte se asientan en el recuerdo que acabamos de evocar (Stalin), pero ese recuerdo no puede paralizarnos, y hemos de considerar que el enemigo de la Humanidad es muy fuerte y que, para afrontarlo, nuestro pensamiento no puede ser débil, y que si hubo una izquierda stalinista burocrática, ello no puede actuar contra la fuerza posible de nuestro pensamiento. Hemos de ser fuertes en ese plano aunque los antagonistas nos tilden de dogmáticos. Tengamos en cuenta que la «pluralidad» -mil veces deseable- puede también usarse como un arma contra nosotros, una trampa de las democracias representativas (la socialdemocracia tan responsable de tantas traiciones) para bloquear la praxis de la revolución futura.
¿Se puede afirmar que lo epistemológicamente correcto es «pensar sobre o a propósito de algo» y que «pensar contra algo» es una aberración del pensamiento? ¿Hay proposiciones que son pre-juicios y que, como tales, son desechables en un discurso cognoscitivo que aspire a ser válido como tal? Pero también: «Sobre» es «contra» cuando estamos ante una realidad opresiva, y entonces «contra» vale como «sobre» sin más problemas ni complicaciones epistemológicas? Por lo demás: ¿Es cierto que el pensamiento exige neutralidad y que hay que ser árbitros -y no jugadores- para pensar un partido de fútbol? ¿Un jugador o un espectador no puede pensarlo desde la cancha o desde la grada? ¿Desde esos lugares de distinta forma comprometidos no se puede pensar? Si se implica uno en la política , ¿ya no puede pensar -teorizar- sobre ella?
Quinta tesis (sobre el entusiasmo).- Regresamos a esta noción para reafirmarnos en la idea de la legitimidad epistemológica del entusiasmo, y remitimos para ilustrarla a nuestra conferencia de Cádiz (octubre, 2004) sobre «Los intelectuales, el entusiasmo y la Revolución Cubana». ¿Una enfermedad?
Sexta tesis (sobre el terrorismo).- Mantenemos nosotros que las armas pueden ser una feliz compañía de las letras (Miguel de Cervantes nos acompaña en ello) en determinadas circunstancias. El tema del terrorismo está necesitado todavía de una investigación teórica a fondo que abarque materiales históricos generados en el siglo XX y lo poco que va de siglo XXI, digamos simbólicamente desde Spartaco Fontano -un resistente italiano en la resistencia francesa contra los alemanes- hasta el Pozo del Tío Raimundo (11 de marzo) , por poner como símbolo fuerte la destrucción de los trenes en Madrid, que resonó en nuestras conciencias como un redoble de angustia.
Una vez más recordaremos como hemos hecho mil veces esta verdad obvia: La de que se llama terrorismo a las guerras de los pobres y oprimidos, y guerra al terrorismo de los ricos y opresores.
Y media tesis (sobre el neoliberalismo y la mundialización capitalista).- Nos gustaría saber, pues somos muy ignorantes en esta materia, si vivimos ya en una crisis grave del neo-liberalismo en sus pretensiones planetarias, y si estamos ya pisando el alba -o cerca de ella- de una democracia participativa capaz de conducir a la humanidad por los caminos que lleven a lo que Kant llamó una paz perpetua, que -claro está- no sea la pacificación de los cementerios sino el mundo de justicia por el que siempre se batieron las mejores armas y las mejores letras.
Alfonso Sastre