Recomiendo:
0

Vieques, desastre ecológico y atentado a la vida

Fuentes: Prensa Latina

Ante el reclamo de amplios sectores populares, en abril de 2004, la Marina de Estados Unidos se vio precisada a abandonar la isla de Vieques, 111 kilómetros al Sudeste de Puerto Rico. Como parte de su estrategia militar en la década de 1940, la Armada norteamericana usurpó las tres cuartas partes de la isla municipio […]

Ante el reclamo de amplios sectores populares, en abril de 2004, la Marina de Estados Unidos se vio precisada a abandonar la isla de Vieques, 111 kilómetros al Sudeste de Puerto Rico.

Como parte de su estrategia militar en la década de 1940, la Armada norteamericana usurpó las tres cuartas partes de la isla municipio de Vieques, para instalar allí varios polígonos de entrenamiento. Desde entonces, la utilización con fines militares del cielo, el mar y la tierra de Vieques, reafirmó el carácter colonial de la pretendida ?olibre asociación?? de Puerto Rico y causó daños irreparables para la vida en ese rincón de la tierra Borinqueña.

Desastre ecológico

De acuerdo con una investigación realizada en el año 2000 por la organización comunitaria puertorriqueña Casa Pueblo, los daños originados por más de 60 años de presencia militar norteamericana van desde el desastre ecológico, enfermedades y hasta la muerte.

Antes que la Armada estadounidense se estableciera en aquellos parajes, la economía de Vieques dependía fundamentalmente de la pesca, favorecida por su posición geográfica, justo en el cauce de una importante corriente marina que fluye de este a oeste.

De igual modo sobresalían la fertilidad de sus suelos y la abundancia de agua. El cultivo de la caña de azúcar logró niveles tales que posibilitó el establecimiento de hasta cuatro centrales azucareros, a la vez que proliferaban la ganadería y los frutos menores.

De repente, ese paradisíaco ambiente fue sustituido por más de 60 años de continuos bombardeos desde y hacia aviones o buques, desembarcos anfibios, y ensayos con nuevos armamentos y productos químicos, tales como, municiones revestidas con uranio empobrecido, Napalm y Agente Naranja.

Y si todo ello no fuera suficiente como para envenenar a perpetuidad el cielo, el mar y la tierra de Vieques, en sus apenas 135 kilómetros cuadrados se establecieron cuatro vertederos oficiales de desperdicios militares, aunque pobladores del lugar aseguran que había otros tantos clandestinos. Al asegurar que solo pudo haber algún daño en las denominadas ?oZonas de Influencia Real?? la marina norteamericana pretende ignorar que los efectos contaminantes de las actividades militares en un ecosistema abierto, trascienden las demarcaciones perimetrales.

La magnitud de daño infringido a Vieques se refleja, tanto en la devastación física del territorio, como en el envenenamiento de sus recursos. La pesca se transformó en una escasa captura residual, por demás, dentro de un área restringida.

Entre los recursos naturales del ecosistema viequense que recibieron con más violencia el impacto de 60 años de prácticas militares continuas se encuentran algunos que hoy serían un potencial para el desarrollo futuro del turismo ecológico en la Isla.

Esos son los casos de otrora hermosas playas, manglares, protegidas bahías y arrecifes de coral de gran riqueza ecológica, donde hoy es común encontrar, desde municiones sin estallar, hasta barcazas hundidas repletas de contenedores con sustancias aun por determinar. La pesca, debido a la naturaleza destructiva de las actividades militares, se transformó en una escasa captura residual, por demás, dentro de un área restringida.

Basta solo una mirada a lo que fueron los polígonos de Laguna Gato y Anones, para darse cuenta de la gran cantidad de cráteres que aún permanecen allí abiertos, como mudos testigos de los ensayos de guerra que asolaron aquellos parajes de la geografía puertorriqueña. Los canales naturales que una vez conectaron las lagunas interiores con el mar, fueron destruidos y sustituidos por áridos caminos que facilitaban el desplazamiento de los transportes y efectivos militares, pero que variaron por completo el equilibrio natural en esa área. De acuerdo con el citado estudio, la zona de impacto militar en Vieques se ha convertido en receptor y donante al ecosistema de muchos elementos no naturales.

La descomposición de medios de combate, como carros blindados y aviones, abandonados para ser empleados como blancos durante los ejercicios de tiro, ha propiciado la presencia de metales pesados en el suelo, las aguas interiores y la vegetación de Vieques. Análisis realizados en muestras de los suelos donde se ubicaban los campos de tiro, tanto de la Artillería como de la Aviación naval, revelaron la presencia de elevados niveles de metales pesados tales como arsénico, plomo, cadmio, níquel y cobalto.

Rostros de estos mismos metales pesados fueron detectados en la vegetación de la zona, lo que evidencia el desplazamiento de estos contaminantes, desde el suelo hasta las plantas, a través de la cadena alimenticia. Además, existe un alto riesgo adicional ante la presencia de contaminantes desconocidos, como resultado de ensayos realizados allí con armamento no convencional y cuya composición química no ha sido revelada por el Pentágono, pretextando argumentos ?ode Seguridad Nacional??.

En peligro la especie humana

Al valorar el verdadero impacto del daño causado, no debe obviarse que la degradación ambiental es, invariablemente, sinónimo de deterioro en los niveles de salud de las personas que interactúan en el medio contaminado. Si comparamos los índices de mortalidad, por ejemplo, encontramos que la tasa de defunciones más alta de Puerto Rico en los últimos 30 años, -únicamente superada por San Juan, la capital- es la de Vieques, con un 31 % por encima de la media del país. Ello contrasta con el hecho de que, antes de 1970, la cantidad de defunciones en Vieques era inferior al promedio nacional y que este aumento no guarda proporción con el incremento, mucho menor, de la población, en comparación con el resto del país.

Actualmente, Vieques experimenta la tasa más alta de incidencia de cáncer, con un 26,7 % por encima de la media de Puerto Rico. De acuerdo con especialistas, no bastó con el cierre de los polígonos de entrenamiento y la retirada definitiva de la Armada norteamericana para frenar la migración de los contaminantes, ya vertidos en la zona, y su efecto sobre todo el ecosistema viequense. Muchos de los contaminantes allí depositados son considerados como ?opeligrosos?? por un tiempo prolongado.

A partir de 1999, se intensificó la lucha del pueblo puertorriqueño por expulsar a la marina norteamericana de Vieques. Se multiplicaron las manifestaciones y actos de desobediencia civil, que concluyeron con la salida en el año 2004. Tanto inmuebles como espacios abiertos, pasaron a manos del Servicio de Pesca y Vida Silvestre del Departamento del Interior de Estados Unidos, quien se encargará del saneamiento y desminado, como paso previo a su empleo con fines civiles por parte de las autoridades locales. Sin embargo, la experiencia de similares procesos anteriores hace suponer que la descontaminación de las tierras y las aguas borinqueñas puede tardar bastante tiempo.

En el caso concreto de Panamá, por ejemplo, de cuyo territorio partieron las tropas de ocupación norteamericanas el 31 de diciembre de 1999, nada se ha hecho. Ante esta flagrante violación de los Tratados Torrijos-Carter, que establecía la responsabilidad norteamericana en la limpieza de las áreas que utilizaron sus tropas, el movimiento popular puertorriqueño se prepara para no permitir que se repita la historia istmeña.

*Colaborador de Prensa Latina.