Al día siguiente de celebrarse el Día Internacional Contra el Racismo (21 de marzo) el diario El País publicó una noticia en la que informaba que fallaba la coordinación entre el Centro Nacional de Inteligencia y el gobierno. A través de este articulo supimos que en los últimos 45 días han podido morir ahogadas en […]
Al día siguiente de celebrarse el Día Internacional Contra el Racismo (21 de marzo) el diario El País publicó una noticia en la que informaba que fallaba la coordinación entre el Centro Nacional de Inteligencia y el gobierno. A través de este articulo supimos que en los últimos 45 días han podido morir ahogadas en el Atlántico alrededor de 1.500 personas intentando huir de la miseria, de las conflictos armados, y de las tiranías. Y estamos hablando solo de los que salieron de Mauritania.
Por supuesto nadie ha calculado, o no ha interesado informar, la cantidad exacta de miles y miles de personas que han muerto y siguen haciéndolo al intentar cruzar el Sahara o el Estrecho en estos, supongamos, últimos cinco años. Las cifras siguen sin importar como tampoco importan los motivos por los que arriesgan sus vidas muchos africanos.
El día que salieron las imágenes en TV de decenas de jóvenes ensangrentados saltando las vallas en Melilla se produjo, por unos momentos, una reacción de horror en la población española. Parecía que lo que sucedía era nuevo. Si no nos quisimos enterar hace diez años, esa es otra cuestión, pues bastaba con preguntar a tres o cuatro africanos, en la calle, por el trayecto que habían recorrido hasta llegar a España. El PP, y el PSOE, conocían la situación perfectamente y desde muchos años atrás.
Todos sabemos que el problema no es que les engañen a los pobrecitos las mafias. Los africanos que se embarcan en estos terribles viajes no son tontos, están desesperados. Solo hay que mirarlos y escucharlos. Pero como dijo un amigo mío negro los blancos no solemos hacer esto con los negros ¡No me escuches con los ojos man!
El problema de fondo, el comportamiento cínico que están teniendo los gobiernos europeos de sacudirse el problema dando dinero para poner alambradas y contratar de guardianes de nuestra lujosa «Villa Europa» a países que violan los derechos mas elementales, como el derecho a la vida (Argelia, Marruecos, y Mauritania), para asegurar nuestro bienestar no tiene su origen en el racismo, pero la interiorización de que son «distintos a nosotros», estoy convencida, hace posible el mantenimiento en el tiempo de esta situación espeluznante.
La falta de unos mínimos para una vida digna en una gran parte de la población africana, (y buena parte de esto son responsables los gobiernos de Europa y EEUU, industrias farmacéuticas, multinacionales…) no ha sido urgente atajar por los organismo estatales, europeos e internacionales, lo que es acuciante es que no pongan en peligro nuestra calidad de vida.
Las «avalanchas», «Las oleadas«, «Las mareas de subsaharianos que llegan a nuestras costas» son expresiones que utilizan muy frecuentemente los titulares de los más prestigiosos periódicos de España. (Y curiosamente estos «invasores» de piel negra representan la minoría de la inmigración en España).
Al día siguiente del día de la lucha contra el racismo El País publicaba (Ver Pág. 25 del 22 marzo) que el subdirector de Operaciones de la Guardia Civil mandó una nota el 19 de diciembre dirigida a el coronel jefe de la Zona de Canarias y en la nota decía: «Asunto: Inmigración. Fallecimiento masivo de inmigrantes«. La nota, por cierto, habla por si misma. El señor Bono asegura que no llegó a sus manos. Quizá si hubiera escrito el subdirector «Asunto: Inmigración. Avalancha masiva de inmigrantes» la nota la hubiera recibido el ministro, y ya estarían puestas las alambradas.
Mi pregunta es ¿No estaremos construyendo un nuevo Apartheid? Y esa pasibilidad generalizada ante tanto horror ¿no vendrá de que en el fondo les estamos agradecidos a nuestros gobernantes por como se portan protegiéndonos y colocando bien altas las vallas para que los más pobres no puedan entrar?