Hoy da comienzo, en Madrid, el VIII Congreso del Partido Comuni Hoy da comienzo, en Madrid, el VIII Congreso del Partido Comunista de los Pueblos de España, que se desarrollará en esta ciudad desde el 28 al 30 de abril y al que asistirán, además de sus delegados y delegadas, representantes de veinticinco partidos comunistas […]
Hoy da comienzo, en Madrid, el VIII Congreso del Partido Comunista de los Pueblos de España, que se desarrollará en esta ciudad desde el 28 al 30 de abril y al que asistirán, además de sus delegados y delegadas, representantes de veinticinco partidos comunistas de diferentes países de Europa, Asia y América Latina.
En palabras del Secretario General del PCPE, Carmelo Suárez, este Congreso se celebra en un momento político crucial en el que es urgente el rearme ideológico de la clase obrera y el cambio de su subjetividad para que ésta asuma que las mayorías pueden tomar el poder.
¿Cómo ha influído el análisis de la situación del Estado Español en el marco actual de la Unión Europea y del sistema capitalista en la preparación de este VIII Congreso del PCPE?
La referencia al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y a la demostración que está haciendo de representar los intereses de una fracción del capitalismo español que mira esencialmente hacia la Unión Europea y que, con una alta eficacia, está luchando por incorporarse a la cadena imperialista mundial, es inevitable en tanto se dibuja como la alternativa frente a esa otra fracción del capitalismo en España, la representada por el Partido Popular, que tiene sus intereses más centrados en América Latina y que está más empeñada en buscar alianzas con los Estados Unidos. De ahí la confrontación que se escenifica, de manera cotidiana, en la vida política e institucional del país, que no es más que el enfrentamiento entre los intereses de ambas fracciones.
Sin embargo, el Gobierno de Zapatero, al tiempo que apuesta por la UE, se ha visto obligado a darle la cara a alguna de sus contradicciones y, con ello, ha puesto sobre la mesa que son esas contradicciones las que determinan las políticas económicas y las alianzas de las grandes empresas multinacionales que se desarrollan en ese escenario. Eso es lo que refleja, por ejemplo, la forma en la que el ejecutivo socialista reaccionó ante la OPA de la empresa alemana E.ON a Endesa, en competencia con Gas Natural, que era la opción del Gobierno.
Aún así, con esas contradicciones, el Gobierno del PSOE representa en estos momentos una posición de gobierno que está siendo capaz, por un lado, de abordar problemas fundamentales del capitalismo español y, por otro, de cubrir el ala izquierda con una alta eficacia.
A nivel parlamentario, ha estado incorporando todas esas opciones que pueden tener aires tan socialdemócratas y tan liberales como Izquierda Unida y Ezquerra Republicana dentro del mapa político y, al mismo tiempo, ha desarrollado todo un proyecto estratégico de alto alcance que trata de conseguir el pacto social en torno a lo que podría denominarse una segunda transición.
En definitiva, Zapatero representa una estrategia empeñada en recolocar el capitalismo español en un nuevo escalón de estabilidad igual al que se consiguió en 1978, en un momento en el que el pacto social de entonces está manifiestamente agotado.
Para ello, no sólo ha colocado unas ciertas políticas sociales que tratan de difundir el lado progresista de este Gobierno, sino que ha hecho una apuesta muy fuerte en torno al gran tema pendiente de la transición, que es Euskadi. En esto, sin duda, se ha conseguido un gran avance con la declaración de alto el fuego permanente de ETA, que es producto de una negociación larga e intensa.
Si este alto el fuego se consolida, dando margen a la articulación de un pacto con las fuerzas políticas vascas, se podría terminar de armar un nuevo consenso que alcanzaría a todos los partidos políticos con presencia institucional, menos al PP, y, a través del cual, se lograría otra vez un período de paz social de alto rendimiento para el capitalismo español.
Ante todo esto, la izquierda revolucionaria tiene que responder y es en este contexto en el que el PCPE va celebrar su VIII Congreso.
Frente al esbozo que ha hecho del panorama político español, ¿cuáles son las prioridades que se plantea el PCPE, en cuanto a su superación y también en lo que se refiere a su transmisión a la sociedad?
Para el PCPE, una de las cuestiones fundamentales es el reforzamiento del Partido como opción revolucionaria dentro del conjunto del Estado Español. En este VIII Congreso nos hemos puesto un objetivo: dar lo que llamamos el salto cualitativo en el desarrollo del proyecto político del PCPE.
Es necesario que, a nivel del Estado, recuperemos una organización comunista fuerte, que coloque una propuesta para la clase obrera, para los pueblos y naciones del Estado, que sea independiente del pensamiento hegemónico burgués.
Este proyecto se desarrollaría en las claves de transformación de la sociedad y de toma del poder político por parte de la clase obrera en alianza con los otros sectores populares. Estas claves son el centro y el objetivo prioritario del VIII Congreso del PCPE, y, en la medida en que consigamos un avance efectivo de este objetivo ambicioso, la socialdemocracia se va a encontrar con la posición marcada del campo revolucionario, una posición que en la actualidad es mucho más débil.
Por otro lado, teniendo en cuenta la estrategia del capitalismo español, apoyado en la socialdemocracia liberal, es necesaria una política de alianzas que confronte con ese proyecto de segunda transición trazado por el Gobierno de Zapatero y por la fracción capitalista a cuyos intereses responde. Esta política de alianzas pasaría por conformar un Frente de Izquierdas en el que, juntas tanto la izquierda estatal como la izquierda de las diversas realidades nacionales, podamos articular una estrategia común basada en un proceso de unidad que tenga como programa central la derogación de la Constitución del 78 y la apertura de un período constituyente a nivel del Estado que cubriera los objetivos que fueron secuestrados con el pacto de la primera transición. Estamos hablando de un proceso constituyente republicano, estamos hablando de un reconocimiento práctico del derecho de autodeterminación de los pueblos y naciones del Estado y estamos hablando de un proyecto avanzado de justicia social, democracia y soberanía popular.
De la misma forma, en este proyecto estaría colocada la urgencia de la recuperación de la memoria y la rehabilitación de las víctimas de la dictadura franquista en torno a la cual levantar un amplio movimiento popular que pueda plantar cara a lo que hoy parece ser la opción hegemónica de la socialdemocracia.
Por otra parte, pensamos que todo lo que está sucediendo en Euskadi requiere que haya fuerza de izquierda estatal que impida que ese proceso termine por reforzar al capital, para que pueda derivar en un verdadero proceso de diálogo y de intercambio democrático, que fue lo que se impidió al final de la dictadura de Franco.
Usted habla de un proceso republicano en un momento en el que, en torno precisamente a la República, se conforma en España un movimiento que está logrando unir muchas voluntades venidas de la izquierda. Dos cuestiones surgen de aquí: la primera, referente a las bases sobre las que se estructuraría este proyecto; la segunda, en torno a la solidez de ese movimiento como ensayo quizás de esa unión de la izquierda que antes planteó como necesaria.
En cuanto a la primera, la base principal es la derogación de la Constitución del 78 unida a la atracción de las fuerzas de izquierda a la causa de la democracia y a la causa de las mayorías en todo el Estado Español. A partir de ahí, se abriría un proceso constituyente, con un programa político de amplia unidad popular y progresista que sería capaz de lograr el ascenso de la movilización popular y confrontar con el actual sistema de dominación, estructurado en base a una democracia coronada, una democracia tutelada, que se sustenta esencialmente en políticas neoliberales de privatizaciones, desarrolladas por los distintos gobiernos del capital desde la muerte de Franco.
En lo relacionado con el segundo tema, es cierto que el movimiento por la República ha seguido apareciendo en esta escena del 75 aniversario de la proclamación de la II República cada vez con más fuerza, pero, evidentemente, es un movimiento deudor de la misma debilidad de las fuerzas políticas que lo protagonizan. En este caso, la posibilidad de desarrollo del movimiento está en la capacidad que tenga de llegar a un acuerdo interno sobre los elementos básicos que deben configurar su unidad. Esos elementos básicos, acordados por las diversas expresiones políticas del movimiento -entendiendo que la lucha por la República es una fase táctica de un proceso de democratización y de justicia social que puede tener, para determinadas fuerzas políticas, objetivos más ambiciosos-, deberían propiciar un amplio frente de unidad capaz de convocar a la mayoría social y a la mayoría política progresista en torno a esa propuesta del período constituyente.
En esa clave, el movimiento por la República puede fortalecerse en el futuro, si se libra de sectarismos y si se libra de los intentos de instrumentalización que se hacen del movimiento. En ese caso, tenemos la convicción de que, a medio plazo, el movimiento republicano va a tener la capacidad de poner en cuestión la actual hegemonía y la alternancia entre la socialdemocracia liberal y los gobiernos de la derecha bajo el paraguas del sistema monárquico, que usurpa la legitimidad democrática del Estado.
A partir del Congreso, ¿cuáles serán las perspectivas con las que se aborda el trabajo próximo? ¿Qué es lo que se quiere que salga de él?
Lo que pretendemos es siempre la Revolución en el Estado Español y, en función de eso, el fortalecimiento del Partido dentro de esa estrategia. El debate central lo vamos a desarrollar concentrándonos en el proyecto de República de carácter confederal sobre las bases del socialismo y, también, en torno a la forma de abordar las condiciones en las que el capitalismo español consigue mantener su hegemonía. Por tanto, tratamos de pensar en el mecanismo interno del capitalismo en España, para pertrechar a la clase obrera y a las clases populares de la capacidad crítica frente a esa hegemonía.
Creemos que el debate que se ha dado dentro del Partido en todo el período precongresual nos va a permitir sacar una propuesta política muy elaborada de este proyecto republicano confederal, que será valiosísima para dar una respuesta a los intereses de la clase obrera y las clases populares pero también para dar respuesta a las realidades nacionales del Estado. Desde nuestra visión, este proyecto es el que va a permitir el ejercicio del derecho de autodeterminación y la culminación de determinados procesos nacionales que la burguesía española ha sojuzgado de manera violenta.
Paralelamente, el Congreso será el punto de partida de un trabajo muy serio en lo que respecta al fortalecimiento del Partido y al objetivo de convertir la organización en una referencia cercana para el pueblo, una organización cuya militancia tenga el reconocimiento de los trabajadores y de los sectores populares. Queremos romper las barreras que impiden los puentes y los nexos entre la clase obrera y el Partido.
Esperamos que, al final del mismo, el Partido haya avanzado en su capacidad de hacer entender su propuesta por parte de la clase obrera y que, a nivel del Estado, ésta empiece a comprender la necesidad de una apuesta revolucionaria basada en una estrategia de toma del poder por parte las mayorías.
Del VIII Congreso, en suma, lo que pretendemos es que el Partido crezca en su capacidad de intervención política y que, de la misma forma, lo hagan las luchas obreras y populares. Si se logran estos objetivos, vamos a estar en la vía de establecer una nueva correlación de fuerzas en la lucha anticapitalista.
¿Cuál es la situación actual de la clase obrera en España, sobre todo de cara a poder asumir el mensaje del Congreso y del Partido?
El PCPE presta especial atención al elemento de cambio en la subjetividad de la clase obrera, que se pase a una situación en la que la clase obrera comience a creer en su propia fuerza y empiece a vivir un momento de inflexión desde el empeño de querer cambiar las cosas y de tener confianza en que puede cambiar el actual sistema de dominación.
Ciertamente, la etapa protagonizada por el reformismo, las traiciones y los pactos de que ha sido víctima la clase obrera del Estado Español llevó a una desmoralización de esa clase en cuanto a sus posibilidades de transformar la sociedad. En este sentido, el VIII Congreso del PCPE debe significar un cambio en esta tendencia, debe significar que al menos una parte del pueblo y una parte de la clase empiece a comprender que hoy es posible que se alcance ese proyecto alternativo y, por tanto, que las cosas empiecen a cambiar.
El elemento esencial del proceso revolucionario es la confianza en la clase y la confianza en las grandes mayorías, y el PCPE es un proyecto que afronta este Congreso con una enorme confianza en la clase obrera y en la capacidad de lucha de esas mayorías. Lo hemos comprobado, por citar un ejemplo, con ocasión de la lucha contra la guerra imperialista contra Irak, la cual fue un indicador de la posibilidad de avanzar hacia una movilización sostenida del conjunto de la clase obrera.
El PCPE confía en que este Congreso va a ser un aporte, junto a los que hagan otros sectores sociales de la izquierda, para que, a medio plazo, en la realidad del Estado Español -como ocurrió recientemente en Francia con la reacción popular contra el Contrato de Primer Empleo- empiece a haber un horizonte en el que la clase obrera crea que existen posibilidades de cambiar las cosas.