Nací hace treinta años, poco antes de que el dictador muriera e Nací hace treinta años, poco antes de que el dictador muriera en su cama. Desde muy pequeña oía a mis abuelos contar algunas cosas de una guerra a la que, ahora sé, que en aquella época, los ochenta, se le llamaba injustamente «fratricida». […]
Nací hace treinta años, poco antes de que el dictador muriera en su cama. Desde muy pequeña oía a mis abuelos contar algunas cosas de una guerra a la que, ahora sé, que en aquella época, los ochenta, se le llamaba injustamente «fratricida». Recuerdo la cicatriz profunda de una herida de metralla en la pierna de mi abuelo que, ahora sé, se la hicieron en la batalla de Belchite. Recuerdo que él decía que había estado en la cárcel varios años, ahora sé que permaneció recluido en la Modelo, San Miguel de los Reyes y Pamplona. Pero sobre todo recuerdo el miedo, la amargura y la tristeza al rememorar los años del franquismo, cómo les arrebataron su medio de vida, la enseñanza, al negarse, ahora lo sé, a jurar los principios de un movimiento basado en el terror y el nacionalcatolicismo.
Mi otro abuelo fue uno de los esclavos del franquismo, obligado a construir junto a muchos miles de prisioneros republicanos el canal del Bajo Guadalquivir, el Canal de los Presos. Y esto lo he sabido hace poco más de un año cuando tuve los elementos para preguntar gracias a un libro.
Lo que sí he conocido desde siempre es la emoción al rememorar los años republicanos y la sensación de fría angustia y soledad que vivieron durante cuarenta años de cruel sometimiento. Después se produjo esa artificiosa transición «democrática» basada en la reconciliación nacional y el silencio de la Historia y las historias.
Pero, los secretos no se pueden mantener hasta el infinito porque el tiempo tiene la virtud de poner las cosas en su lugar. Los homenajes que no recibieron nunca, se están celebrando ahora, aunque lo justo hubiera sido dárselos en los albores de la democracia, tal y como ocurrió en otros países europeos.
Gracias a la labor de miles de estudiosos de la República, desde historiadores hasta simples lectores de libros y a la inevitable memoria colectiva que ha sobrevivido, la historia se está empezando a contar tal y como fue y el reconocimiento que se merecen quienes defendieron el régimen legítimo, el republicano, está comenzando a darse con naturalidad.
Y a partir de aquí, y eso es lo que temen los defensores del statu quo, podemos empezar a caminar, pero de otra manera. Podemos hacer camino sabiendo que se amnistió a los verdugos (una petición tolerada, incomprensiblemente, por una amplia parte de la izquierda), sabiendo que la «reconciliación nacional» sólo benefició a los franquistas y sus herederos (el PP quiere llamar a este año el de la «reconciliación nacional» en lugar del de «la memoria histórica), sabiendo que los Pactos de la Moncloa aseguraron una clase trabajadora poco reivindicativa y que ha perdido derechos laborales año tras año… Sabiendo también lo que significó la República en cuanto a avances y valores, muchos de ellos fundamentados en una educación cuyo fin era emancipatorio y no creador de trabajadores consumistas y acríticos. Y todo este saber pone en cuestión la legitimidad de una monarquía nombrada directamente por Franco como su régimen heredero. ¡Cuántas renuncias vivieron nuestros abuelos, cuánto silencio forzado, cuánta generosidad sin frutos!
Ahora sólo me queda una abuela que relata, únicamente cuando le preguntamos, cosas de mi abuelo y de su padre. A ella le gusta que algunos de sus nietos estemos comprometidos políticamente, que sigamos luchando y que ondeemos sin complejos y mucho orgullo la bandera republicana. Ella dice que hacemos bien, que ya está bien de callar.
Hoy, escuchar atentamente a los republicanos, ya sean nacionalistas, libertarios, socialistas o comunistas, constituye un aprendizaje revolucionario. Ellos lucharon por un futuro de justicia, y fueron vencidos. Ahora es nuestro turno, nos dicen muchos. Y en esas estamos, dando pasos. Salimos a la calle el 13 de mayo en Valencia «Per la República», saldremos a reivindicar la Tercera. Por justicia, por dignidad, por nuestros abuelos y por nuestros hijos.
* Libertad Montesinos, periodista.