Han transcurrido tres meses desde que entrara en vigor el alto el fuego permanente declarado por ETA. Y tres meses fue el plazo que se dio a sí mismo José Luis Rodríguez Zapatero para verificar la tregua y acudir luego al Congreso de los Diputados a dar cuenta de su intención de abordar el diálogo […]
Han transcurrido tres meses desde que entrara en vigor el alto el fuego permanente declarado por ETA. Y tres meses fue el plazo que se dio a sí mismo José Luis Rodríguez Zapatero para verificar la tregua y acudir luego al Congreso de los Diputados a dar cuenta de su intención de abordar el diálogo con ETA.
Los noventa días transcurridos desde que la organización armada diera a conocer su decisión han marcado un periodo de hiperactividad en la escena política y social. A la hora de hacer un primer balance cabe citar como un aspecto indudablemente positivo la centralidad que han ganado en el discurso político cuestiones claves para lograr un escenario democrático y en paz como son el diálogo sin exclusiones, el derecho de la ciudadanía a decidir y la premisa básica de que los estados deben reconocer los resultados del proceso que pongan en marcha los agentes políticos en Euskal Herria. Ese es, sin duda, un logro cuyo origen se sitúa antes del 24 de marzo, pero que se ha asentado a partir del anuncio del alto el fuego de ETA. Bien es cierto que, como todo es matizable, esa centralidad en el discurso no se ha visto correspondida en el plano de la actuación política.
No se trata de urgir a quemar etapas, pero como tampoco parecen saludables para el proceso los instintos dilatorios de conservación, cabe reseñar que todavía no se ha avanzado lo suficiente para poner en marcha la mesa de diálogo. Dar pasos firmes en esa tarea aparece como una asignatura fundamental cara a las próximas semanas.
Con ese carril en una fase, digamos de definición, se producirá, en unos días, el anuncio de Rodríguez Zapatero de que se dispone a abrir una línea de diálogo oficial con ETA. La lógica anima a esperar un clima lo más tranquilo posible en el umbral del diálogo. La pregunta es: ¿las incesantes actuaciones de las policías, los tribunales, en definitiva los brazos ejecutores de las políticas de los estados, han servido en estos tres meses a la distensión, o más bien al tensionamiento?
El balance que lleva hoy a su portada este periódico habla por sí solo: 35 detenciones, una veintena de actos proscritos, 300 controles, dispersión y condena a vida para los presos… En ese espejo se miran los estados; el espejo en que se mira Euskal Herria proyecta una imagen en positivo: la movilización por una paz con derechos, que es la mejor garantía para hacer irreversible el proceso.