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Visita política del Papa a Valencia

«Lo que haga falta»

Fuentes: Rebelión

«Lo que haga falta» es una frase que provoca víctimas alrededor del Papa Benedicto XVI, tal como cuando era Cardenal Ratzinger. «Lo que hizo falta» le fue aplicado a los teólogos Boff, Sobrino y Gutiérrez en América Latina, y a Küng y Schillebeeckx en Europa, para disciplinarlos por haber osado contaminar teología con liberación, cuestionar […]

«Lo que haga falta» es una frase que provoca víctimas alrededor del Papa Benedicto XVI, tal como cuando era Cardenal Ratzinger. «Lo que hizo falta» le fue aplicado a los teólogos Boff, Sobrino y Gutiérrez en América Latina, y a Küng y Schillebeeckx en Europa, para disciplinarlos por haber osado contaminar teología con liberación, cuestionar la jerarquía autoritaria del Vaticano o la interpretación de dogmas.

Las víctimas de antes eran teólogos; las de ahora son fondos públicos. «Lo que haga falta» fue la rúbrica para que el gobierno de Valencia gastara al menos veinte millones de euros por la visita del Papa, este fin de semana. La derecha y la Iglesia españolas confían que también sea víctima la ideología progresista.

Víctimas también fueron las flores. Sobre el tradicional Puente de las Flores, decenas de miles fueron sustituidas por blancas y amarillas, uniformadas de papales para la batalla mediática y política para la que fueron reclutadas. «Lo que haga falta» para que un Estado, presuntamente laico, arrope al Papa y ponga una ciudad a disposición de una religión. Aun desquiciando la naturaleza y la economía.

Oficialmente, el Papa viene a Valencia a clausurar el V Encuentro Mundial de las Familias que terminará mañana, domingo 9. Ese Encuentro fue establecido por el Papa Juan Pablo II y se convoca cada tres años. No es casualidad que este año sea en España. Menos aún en Valencia, eje de la Comunidad Valenciana y bastión del Partido Popular (PP), conservador extremo, católico preconciliar, opositor inconciliable.

La foto de familia que la Iglesia católica ha usado como plataforma es la tradicional: papá, mamá y nenes seráficos, sin homosexuales, sin divorciados, una foto llena de excluidos. Foto propicia para la ocasión: derramar críticas al gobierno socialista que procura dotar a España de una estructura social progresivamente progresista. Los prelados españoles y los Pepistas esperan que el Papa se pronuncie con la severidad del Yahvé del Antiguo Testamento contra ese proceso. Descuentan que el Papa entiende que, así como la Iglesia está en campaña permanente, el PP está en campaña electoral y que él debe hacer «lo que haga falta» por los «valores sagrados de la civilización cristiana».

Aunque no pueda decirse, el Papa viene a España a sumarse a una campaña política – cruzada ideológica. Aportará su poder mediático, de convocatoria y mercadeo y hasta una indulgencia plenaria. Por decreto, el 15 de junio, el Vaticano adelantó que ha de dispensar indulgencia plenaria a quienes participen «física o espiritualmente» del Encuentro de las Familias. Ya con ello el Papa está haciendo «lo que haga falta»: términos convenientes en la oferta de su producto, saldo cero en la cuenta de pecados, generosa condonación de deuda. A no ser que se crea que el Vaticano no es una corporación, está exenta de malicia y es administrada desde la inocencia…

Recristianizar España, país que fuera por siglos baluarte de la Iglesia católica, fue postulado del régimen franquista y también del cardenal Ratzinger. Ni que hablar ahora… Reconquistar el gobierno, ha sido y es para el Partido Popular… postulado diario. Que el lector cuente los pájaros, porque el tiro es uno solo.

Confusión y caos saltan de la bolsa cuando ambas avenidas confluyen. Entonces, todo, desde el matrimonio de homosexuales hasta el Estatuto de Cataluña, todo, desde la enseñanza de la religión en las escuelas hasta el derecho al aborto, desde cómo negociar con ETA hasta los crucifijos en las aulas de clase, todo se imputa a las fuerzas del mal encarnadas en el gobierno, a una campaña de persecución contra la Iglesia, la moral y lo que quepa. Las llamas del infierno parecen elevarse, abrazar abrasando todo. En un mismo lenguaje apocalíptico y medieval, estridente y subrepticio, agorero y catastrófico, se entienden el PP, la Conferencia Episcopal, (dueña de la cadena radial COPE), gran parte de los medios de comunicación, lo de Dios y lo del César. Como expresa Fernández Barrajón, presidente de la Conferencia Española de Religiosos (Confer): «La perversión actual es hacer creer a la opinión pública, desde sectores de la Iglesia, que el catolicismo de izquierdas es una aberración. (…) en este país sólo puede ser un buen católico el individuo de sensibilidad conservadora, peor aún, el «carca», y cuanto más «carca» y más «facha», mejor… Mayor porción de cielo. Parece increíble que no hayamos cambiado nada en los dos últimos siglos. ¿Alguien quiere decirme qué pinta Dios en todo esto? Sería bueno separar, por el bien de todos, lo que es cavernícola de lo que es católico.» Es que España, se reconozca o no, sufre los espasmos propios de un desarrollo social forzado, que ha violentado la mentalidad atornillada en gran parte de su población. No es un estado aconfesional, no es estado laico, por más que se lo proclame tal. Es un estado rehén. que ayer nomás -1979- firmó tratados con el Vaticano sobre la enseñanza de la religión y del profesorado que la imparte, tratados que, como la Conferencia Episcopal refresca con frecuencia, son «Tratados Internacionales que, según el artículo 96 de la Constitución, (…) forman parte del ordenamiento interno (…)». España es país de Iglesia financiada por el Estado. El PSOE, partido de gobierno, recientemente denunció la «sobrefinanciación» que en los últimos cinco años ha recibido la Iglesia católica por parte del Estado español: 200 millones de euros. Los presupuestos del Estado de 2006 destinan para «retribución de Obispos, Clero, Conferencia Episcopal, etcétera, en concepto de asignación a la Iglesia católica», más de 144 millones. En junio, el Ayuntamiento de Madrid concedía 25 mil m² al Arzobispado de Madrid, en el centro de la ciudad, mientras el Ayuntamiento de Seseña adjudicaba 18 mil m² al Arzobispado de Toledo. En marzo, la Conferencia Episcopal difundió su Teología y secularización en España. A los cuarenta años del Concilio Vaticano II, que ameritó congratulaciones del Vaticano como ejemplo de ortodoxia doctrinal para toda la Iglesia católica. En ella, los obispos españoles defienden el excluyente principio de «fuera de la Iglesia (católica) no hay salvación», critican las teologías del pluralismo religioso, absolutizan el catolicismo, al que consideran única religión verdadera y minusvaloran las otras religiones, a las que acusan de contener «lagunas, insuficiencias y errores acerca de las verdades fundamentales sobre Dios, el hombre y el mundo». Más aún, refuerzan el paradigma de lo prohibido, porque el «No» domina el documento: No a los métodos contraceptivos, a la masturbación, a las prácticas homosexuales -calificadas como «pecados graves»-, a las relaciones prematrimoniales, al matrimonio homosexual, al divorcio, al aborto, a la eutanasia. Con documentos como éste nada tiene de extraño que en el tórrido verano valenciano, mientras se esperaba al Papa, haya empezado a llover apostasía. Ruidosos goterones de apostasía. Como en febrero del 2005, cuando el Arzobispado de Madrid rechazó la petición de mil ochocientos católicos homosexuales, feministas y grupos laicos, para ser dados de baja de la Iglesia. O en julio del mismo año, de otras mil quinientas. Como en Mallorca y otras regiones. En Valencia, unas tres mil personas presentaron el 25 de junio el documento por el que solicitaron a la Iglesia dejar de formar parte de ella y renegaron formalmente de la fe cristiana. Son parte de una suerte de comité anti-recepción al Papa, llamado «Yo no te espero», que reivindica la libertad personal y la racionalidad de modelos de conducta alternativos, frente al modelo vaticano que tildan de «excluyente y fundamentalista.» El grupo propugna una sociedad plural y laica, de respeto a diferentes opciones, ya que «distintas uniones y experiencias de convivencia se han de afrontar desde el respeto y nunca desde la descalificación.» A su vez, expresan acuerdo con «una Iglesia abierta y dialogante, en concordancia con el Concilio Vaticano II» y su repudio a «una Iglesia oscura, cerrada, recluida en sí misma y solamente abierta a los intereses y posiciones sectarias y manipuladoras de la extrema derecha.» Es por eso que Valencia está hoy, sábado, doblemente engalanada. Por un lado, muchas ventanas exhiben banderitas papales y, por otro, el simple grito de «Yo no te espero», desde carteles más o menos atildados. Me explicaba Vicente, secándose el sudor mientras pintaba una pancarta: «Lo importante es responder a tanta hipocresía de raíces hundidas en agua estancada. Responder haciendo también «lo que haga falta».

Costos del evento. En la semana en que Valencia sufriera un fatal descarrilamiento en el Metro, -42 muertos- en parte atribuible al mal estado de las vías, el gobierno comunitario destinó 630 mil euros a la construcción de un altar microclimatizado de más de 2 mil m², para la misa papal. ¿Total de gastos del evento? 20 millones de euros mínimo y podría llegar a 30 millones. ¿Cómo se financia el gasto? No había partidas presupuestales asignadas y la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia han rehusado cuantificar los costos y especificar de dónde ha provenido el dinero para afrontarlos. Pero… más de 630 mil personas viven en una situación de pobreza relativa o severa en 66 barrios valencianos, con ingresos que oscilan entre los 257 euros y los 128 por mes…. Varios miles, en su gran mayoría inmigrantes, duermen bajo puentes. (Recordamos a Violeta Parra: «Qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma…»)