El pasado 5 de octubre se celebraron en la General Motors de Zaragoza las elecciones sindicales. La tensión vivida en las semanas y meses anteriores por causa, primero de la aparente pugna entre Zaragoza y Polonia para fabricar el nuevo Meriva, resuelta a favor de Zaragoza y después el traslado del montaje del modelo Combo […]
El pasado 5 de octubre se celebraron en la General Motors de Zaragoza las elecciones sindicales. La tensión vivida en las semanas y meses anteriores por causa, primero de la aparente pugna entre Zaragoza y Polonia para fabricar el nuevo Meriva, resuelta a favor de Zaragoza y después el traslado del montaje del modelo Combo de la planta de Portugal (que fue cerrada) a Zaragoza, seguida del lanzamiento del nuevo Corsa, creó algunas expectativas respecto a la consolidación del empleo a largo plazo (tan largo como lo permiten los vaivenes en la previsión de ventas) y también cierta desconfianza respecto a los planes de la empresa, que se vio confirmada cuando esta anunció la subcontratación de varias líneas de montaje (principalmente puertas y salpicaderos) a otras empresas. Inquietudes que se reflejaron en las urnas, cuyos resultados marcaron una tendencia a apoyar a los sectores algo más combativos del Comité de Empresa.
Así, UGT cayó de 13 a 11 delegados, CC OO también cayó, de 10 a 8 delegados y OSTA pasó de 5 a 3. Subieron CGT, de 7 a 8 y USO, que no tenía ninguno y consiguió 3. En toda esta recomposición hay que tener en cuenta que el total de delegados pasó de 37 a 33, por haber disminuido la plantilla en 644 trabajadores. La más significativa novedad es que por primera vez en esta planta CGT (hasta las elecciones de 1992 considerada casi marginal) consiguió el mismo número de delegados que CC OO.
En el primer pleno del Comité, tras la elección de Presidente y Secretario, se entró a debatir una propuesta de OSTA para movilizar a los trabajadores contra la decisión de la empresa de subcontratar operaciones que se hacen dentro de la propia planta, (un poco tarde, porque el montaje de puertas ya está en manos de una empresa francesa). Tras un intenso debate se decidió realizar un paro de dos horas por turno el día 7 de noviembre. La decisión fue aprobada por todos los sindicatos, excepto UGT y el sindicato de cuadros, ACUMAGME, que tiene dos representantes en el Comité.
Inmediatamente la empresa contraatacó en un comunicado a la plantilla y declaraciones a la prensa. El mensaje: «Si esto sigue así, la empresa puede replantarse sus planes de producción y pasar la fabricación de una parte del modelo Corsa a la planta de Eisenach, en Alemania, lo que significaría reducir la producción en Zaragoza y por tanto el empleo.»
El día de la huelga volvieron a asomar las viejas contradicciones que (inexplicablemente para mí) se manifiestan entre la plantilla y los sindicalistas en esta fábrica. Una vez más, los trabajadores respondieron solidariamente al llamamiento a la huelga. Todos la respetaron. Una vez más, el Comité actuó desangeladamente, no acudiendo ni siquiera a alentar a los trabajadores a la hora de salir. Apenas en el turno de mañana, que salió a las 12 en lugar de a las dos de la tarde, convocó a una concentración ante el edificio de Administración. En los turnos de tarde, donde los trabajadores salieron a las 8 y de noche, que salieron a las 4 de la madrugada, los sindicalistas brillaron por su ausencia. Y eso que, por primera vez en un caso de estos, la empresa no llamó a los autobuses para recoger al personal, y cada uno tuvo que marcharse a su casa por sus propios medios, bien viniendo en su coche, los que lo tienen, o buscando un vecino que los llevase. (La fábrica se encuentra a 30 Km. de Zaragoza y no hay más medio de transporte que los autobuses que traen y llevan a los trabajadores a horas marcadas). Ni siquiera esa provocación fue criticada por el Comité de empresa, ni tampoco respondió en cualquier comunicado a los trabajadores o a los medios a la amenaza de la dirección de llevarse parte de la producción a Alemania.
Una pantomima: En el Plan Industrial aceptado por el Comité, se contemplan las subcontratas, y la empresa francesa ya está instalada en la línea de montaje de puertas. Solo se entiende esta huelga como un ejercicio de autoafirmación, algo así como introducirse un puñado de algodón en la entrepierna para marcar paquete.
Porque después de las dos horas de paro no ha habido continuidad. Han quedado en el vacio. No se estaba empezando nada. La «lucha» nació y murio en el mismo día.