Para sorpresa de la mayoría de los canadienses y de la comunidad internacional, Canadá reniega de sus compromisos internacionales bajo el Protocolo de Kyoto (1997), lo que podría debilitar un acuerdo para el control del cambio climático posterior a 2012. El primer ministro canadiense, Stephen Harper, elegido a comienzos de este año, y su ministra […]
Para sorpresa de la mayoría de los canadienses y de la comunidad internacional, Canadá reniega de sus compromisos internacionales bajo el Protocolo de Kyoto (1997), lo que podría debilitar un acuerdo para el control del cambio climático posterior a 2012.
El primer ministro canadiense, Stephen Harper, elegido a comienzos de este año, y su ministra de Ambiente, Rona Ambrose, desestimaron los compromisos del país de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero por considerarlos imposibles de lograr. También cancelaron un compromiso de cinco millones de dólares para ayudar a los países menos desarrollados a adaptarse a los impactos del cambio climático y retiraron la participación y el financiamiento de Canadá del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) establecido por el Protocolo.
«Eso es totalmente irresponsable. Es una bofetada en el rostro de los habitantes de pequeños estados insulares y del pueblo inuit, del norte», opinó Enele Sopoaga, delegado permanente de Tuvalu ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Su país padece inundaciones debido al aumento del nivel del mar.
«Estoy muy frustrado por los dobles discursos de las naciones industrializadas. Canadá critica a otros países por sus políticas de derechos humanos, pero juega con las vidas de los isleños y de los inuit», dijo Sopoaga a Tierramérica.
En una medida inusual, Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, reprendió a Canadá en los medios informativos.
Apelando al sector empresarial canadiense, dijo que el alejamiento de Kyoto perjudicaría económicamente al país, que quedaría fuera del sistema de comercio de emisiones, que puede valer 100.000 millones de dólares para 2016.
Irónicamente, Canadá había sido campeón del Protocolo de Kyoto que establece hasta 2012 reducciones de las emisiones de gases invernadero, causantes del cambio climático. Bajo este acuerdo, 35 naciones industrializadas –entre ellas Canadá– están obligadas a reducir 5,2 por ciento sus emisiones, en relación a 1990, para 2008-2012.
Pero las emisiones canadienses aumentaron 30 por ciento desde 1990, principalmente debido al auge del sector petrolero y gasífero. En ese mismo periodo, las emisiones de Estados Unidos se incrementaron 16 por ciento.
En la XII Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Nairobi (del 6 al 17 de noviembre), la ministra Ambrose culpó públicamente al anterior gobierno canadiense por su inacción en materia de cambio climático.
Ambrose fue muy criticada por esa declaración. Sopoaga dijo que esa actitud debilita la base para la cooperación internacional, y que no es correcto que «un grupo de cobardes» llegue al poder y diga que no mantendrá «los compromisos internacionales asumidos por un gobierno anterior».
Los ciudadanos canadienses apoyan ampliamente el Protocolo de Kyoto. Según una encuesta realizada entre el 10 y el 16 de noviembre por Ipsos Reid, el cambio climático preocupa a los canadienses más que el empleo, la economía o la atención a la salud.
Este tema «podría hacer caer al gobierno, que no está escuchando al pueblo», dijo a Tierramérica Johanna Whitmore, del no gubernamental Instituto Pembina.
La mayoría de los canadienses no votó a Harper. El sistema multipartidario de Canadá permitió que el Partido Conservador ganara con apenas 36 por ciento del voto popular. Así, necesita la cooperación de por lo menos otro partido para permanecer en el poder.
Canadá se está enriqueciendo gracias al petróleo, el carbón y el gas, responsables de buena parte de los aumentos de las emisiones, y los gobiernos previos y el actual son reticentes a hacer nada que pueda desacelerar el auge energético.
Como una alternativa a Kyoto, el «plan climático hecho en Canadá» anunciado el mes pasado por el gobierno de Harper estableció el objetivo de reducir las emisiones de gases invernadero entre 45 y 65 por ciento, en relación a 2003, para 2050. «Semejante objetivo a largo plazo permite al actual gobierno postergar indefinidamente la acción sobre el cambio climático», consideró Whitmore.
Desafortunadamente, el Protocolo de Kyoto no prevé ninguna sanción financiera para los infractores. Todo lo que ocurre es que los países tienen que compensar su déficit más una sanción adicional de 1,3 por ciento en el próximo compromiso de reducciones para el periodo 2013-2018.
En efecto, el gobierno de Harper redujo el financiamiento de programas ambientales diseñados para reducir las emisiones de gases invernadero de Canadá.
«Por sus acciones, el gobierno de Canadá muestra que no piensa que el cambio climático sea un asunto real», dijo Whitmore.
El pueblo inuit, del extremo norte de Canadá, sabe que es un problema real.
«Aquí vemos señales cada día», afirmó Duane Smith, presidente de la Conferencia Circumpolar Inuit de Inuvik, un pueblito 200 kilómetros al norte del Círculo Ártico.
«El invierno comienza más tarde y termina antes, hay cambios en el mar y el río se congela; tenemos más nieve y eso afecta a toda la fauna y flora», dijo Smith a Tierramérica.
Los científicos también documentaron muchos impactos del cambio climático. Ni Harper ni Ambrose visitaron el extremo norte para verlos por sí mismos, según Smith.
«Creo muy fuertemente que los canadienses quieren una acción más agresiva sobre el tema», agregó.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 2 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.