Sísifo de sidrerías, víctimas pacificando dos pájaros de un tiro, tertulianos-as de arrebato, abertzales llenando los desiertos de anacoretas, candidatos electorales con seis viviendas seis para su relax y patrimonio… Hablemos pues una vez más de la cuestión vasca en tiempos impenitentes a sugerencia, ahora, de los compañeros-as de «Diagonal», tarde pero inseguro para variar […]
Sísifo de sidrerías, víctimas pacificando dos pájaros de un tiro, tertulianos-as de arrebato, abertzales llenando los desiertos de anacoretas, candidatos electorales con seis viviendas seis para su relax y patrimonio… Hablemos pues una vez más de la cuestión vasca en tiempos impenitentes a sugerencia, ahora, de los compañeros-as de «Diagonal», tarde pero inseguro para variar (parkatu). En fin, ¿dónde estamos? ¿cuáles son nuestras sensaciones de vascos-as en tránsito entre txikiteos impíos, una presencia permanente-atosigante en los stand multimedia del Estado y una Terminal 4 que forma parte ya de nuestra intransferible educación sentimental? No lo sé. No lo sabemos. ¿Lecturas? Algunos podrían decir (lo hacen) que grande es el desorden bajo los cielos por lo que la situación es excelente (sic). Otros dirían (lo hacen) que seguimos victoria tras victoria hasta la derrota final (sic). También existe quien señala que somos menos pero hemos fortalecido la organización (sic) o quien opina (cariz intelectual al uso) que el sueño de nuestra sinrazón sigue produciendo los genuinos monstruos mecánicos de siempre (sic post). Pero Sísifo está de sidrerías, lo hemos dicho, el Athletic y la Real a un paso del abismo cósmico y de la verdadera tragedia consensuada (mientras Osasuna, el único etimológicamente vasco, muestra la complicidad esperada) y la confusión reina en al menos cuatro de los siete territorios históricos, según las escrituras.
La prisión atenuada de De Juana (a) divide again las sensibilidades de vascos y españoles mientras en ningún foro de debate se plantea el por qué de estas manifiestas y repetidas diferencias de criterio. ¿Adoración nocturna de los «bárbaros-as del norte» a la violencia primigenia, sea cual sea su adscripción política, o simple necesidad de intentar cerrar una página de la historia en la que todos, léase todos, tenemos al menos un cadáver en el armario? Otegi por su parte (b) seduce en «La Vanguardia» (título pongamos que curioso de diario catalán) y lanza unos días antes una propuesta de vinculación autonómica de las actuales comunidades vasca y navarra. Pregunta desde la simple curiosidad de ciudadano bilbaíno de a pie: ¿estos movimientos mutuos, este vals en forma de zortziko o jota castellana, tanto monta, no se podían haber realizado, pongamos por caso, en noviembre -otoño-, es decir, antes de que crecieran los campos de la melancolía? Histórico problema éste, Sancho Handia, de ritmos y «tempos», de ansiedades cortoplazistas y electorales que nos embargan. No es nuevo. El problema de fondo sigue siendo el mismo que mantiene su presencia por encima de reyes, militares, mandatarios republicanos, gobernantes conservadores o presidentes socialdemócratas en los últimos doscientos años de esta historia singular y compleja: la articulación territorial de un Estado español que sigue sin definirse. Ahora y siempre, más allá de tragedias en forma de muerte, cruzadas movilizadoras, desencantos en progresión geométrica y/o perversos análisis criminalizadores, la cuestión (como dijo Humpty Dumpty ) es saber quién manda. Aunar voluntades para superar desencuentros. Asumir dolores, todos los dolores, para intuir primero y demostrar después que otra historia es posible. Y que la voluntad democrática de los pueblos está por encima de todos los editoriales que en el mundo han sido. Lo demás sólo contribuirá a que de nuevo se ponga en venta (for sale) el jardín de los cerezos. Mientras tanto, sabéis que en este territorio insurrecto, pero menos, os quedan pagadas todas las rondas de cosechero que queráis. Porque tenemos que seguir hablando de muchas cosas, compañeros del alma, compañeros-as.