Tras décadas de infructuosos esfuerzos en Sri Lanka para alejar a los elefantes de las zonas habitadas por agricultores pobres, las autoridades pusieron a prueba un original plan para lograr la convivencia entre los paquidermos y los humanos. Cada año mueren entre 50 y 60 personas en este país a causa de incidentes con elefantes […]
Tras décadas de infructuosos esfuerzos en Sri Lanka para alejar a los elefantes de las zonas habitadas por agricultores pobres, las autoridades pusieron a prueba un original plan para lograr la convivencia entre los paquidermos y los humanos.
Cada año mueren entre 50 y 60 personas en este país a causa de incidentes con elefantes que merodean zonas de cultivo en busca de alimentos. La mayoría de las víctimas son campesinos pobres que se dedican a la práctica de tala y quema de bosques para obtener nuevas tierras o para destruir la vegetación crecida en épocas de descanso.
Los esfuerzos para trasladar las manadas a parques naturales, lejos las zonas habitadas por el hombre, no han tenido éxito.
Las últimas investigaciones en Sri Lanka concluyeron que, en vez de enfrentarse a ese gran animal, los humanos deberían intentar relacionarse con él y protegerlo.
Miles de personas pobres se aventuran en la selva y cultivan sin permiso en tierras del gobierno, por lo general habitadas por elefantes, que encuentran en éstas una fuente ideal de alimentos.
A pesar de que la práctica de tala y quema es ilegal, el gobierno tolera la situación considerando la gran escasez de empleo que afecta a este país de Asia meridional.
Esa práctica de deforestación es condenada por ambientalistas. La gran cantidad de dióxido de carbono que desprende contribuye al «efecto invernadero», causante del recalentamiento planetario, mientras que la desaparición de los árboles destruye los ecosistemas y agrava las inundaciones estacionales, según científicos.
El Departamento de Conservación de Fauna y Flora de Sri Lanka se embarcó en un proyecto piloto con el fin de lograr la convivencia entre elefantes y estos agricultores.
Prithiviraj Fernando, del Centro de Conservación e Investigación, dijo a IPS que resolver este conflicto es el mayor desafío de la nueva Política Nacional para la Conservación de los Elefantes Salvajes.
Según el programa, los animales serán estimulados a aprovechar la gran cantidad de alimento existente fuera de las zonas cultivadas durante la estación de lluvias. En forma paralela, se resguardarían los campos plantados con cercos o vallas electrificadas.
Luego las cosechas, las tierras quedarían abiertas para los elefantes, mientras los agricultores recibirían ingresos a través de diversas iniciativas turísticas. Los campesinos se beneficiarían así directamente de la protección de los animales.
Además, la creación de un cinturón de áreas cultivadas garantizaría alimento constante para los elefantes y de esa forma se los mantendría lejos de los centros poblados.
Fernando subrayó la necesidad de que, mientras tanto, a los campesinos se les facilite el acceso a préstamos, y a vías para la comercialización de sus productos.
El proyecto piloto será lanzado en áreas adyacentes al Parque Nacional de la meridional provincia de Yala, el más grande del país, informó el director general del Departamento de Conservación de Fauna y Flora, Dayananda Kariyawasam.
A los elefantes se les dificulta sobrevivir en la selva densa porque no pueden alcanzar la parte superior de los árboles en busca de alimento, mientras que la maleza es escasa.
Las tierras sometidas a tala y quema, por su parte, cuentan con una vegetación que se regenera y por eso son aprovechadas por los animales.
El proyecto se enmarca en una nueva política de conservación de elefantes lanzada el año pasado. No hay cifras exactas de la cantidad de estos animales en Sri Lanka, pero se estima que son unos 4.000.
Kariyawasam señaló que la campaña ha evitado que los agricultores mataran y mutilaran a muchos animales.
Las medidas adoptadas no son quizá el mejor método, pero es una opción provisoria que debe ser considerada.
La mayoría de los elefantes que atacan a los pobladores son machos adultos que se separan de la manada, buscan comida y deambulan solos.
«Estos machos solitarios son más agresivos y atacan las aldeas y las cosechas. Es raro que una manada de hembras arrasen un lugar», explicó.
Pero no todos los conservacionistas están convencidos de la eficacia del nuevo plan.
«En su forma actual, el plan sólo fomentará la práctica de una agricultura de subsistencia y la degradación del hábitat», alertó la Fundación Ambiental.
Para esta organización ambientalista, la más importante del país, la política implementada fomentará la transformación áreas selváticas en tierras degradadas.
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