Recomiendo:
0

El criterio de Europa

Fuentes: www.caribbean-council.org

Traducido por Jorge Rey González y revisado por Mabel Rivas del Equipo de Traductores de Cubadebate y Rebelión

Al momento de redactarse este artículo, los Jefes de Gobierno europeos se encuentran reunidos en Bruselas para celebrar una cumbre de dos días de duración.

El cambio climático es el asunto prioritario de su agenda. Cabe esperar que en la reunión se aprueben los planes encaminados a reducir en un 20 por ciento las emisiones de dióxido de carbono en Europa para el año 2020, así como las recomendaciones de los Ministros de Medio Ambiente de la Unión Europea para seguir reduciendo aún más la cifra, o sea, en un 30 por ciento con respecto al parámetro de 1990, siempre y cuando se pueda llegar a un acuerdo internacional con respecto a esas medidas.

Todo esto refleja el consenso general que existe en Europa de que si actúa con decisión, tiene probabilidades de contrarrestar los peligros del cambio climático e influir en otros, y posiblemente de convertirse en el líder mundial en esas cuestiones.

La conciencia política sobre la importancia de este tema también está cobrando cada vez más fuerza fuera de Europa. China, considerada por muchos como uno de los mayores contribuidores a nivel mundial de emisiones de carbono como resultado de su carrera por el crecimiento económico, ha aceptado la necesidad de abordar el tema. El primer ministro de China, Wen Jiabao, en un discurso pronunciado el 7 de marzo, confirmó la decisión de su Gobierno de presentar un plan para el comercio de emisiones de carbono, así como políticas que permitan reducir los gases de efecto invernadero.

Al dirigirse al Congreso Nacional Popular, el Primer Ministro chino expuso en detalle los planes para el cierre de lo que calificó de fundiciones de hierro y acero obsoletas y centrales eléctricas ineficientes, y prometió controlar la contaminación.

El líder de la nación más poblada del mundo dijo: «Debemos hacer del ahorro energético, la disminución del consumo de energía, la protección del medio ambiente y el uso intensivo de la tierra el punto trascendental y fulcro principal para cambiar el modelo de crecimiento económico».

También es probable que, dado el cambio rápido del sentir del electorado estadounidense por el medio ambiente, las respuestas mundiales al cambio climático se aceleren después de 2008, si, como parece probable, el año entrante es elegido a la Casa Blanca un demócrata conciente de los problemas ambientales.

Todo esto indica que el tema del cambio climático, o para ser más exactos, la seguridad ambiental, se está tornando la cuestión política futura que afecta a todas las demás esferas, ya sea en materia de política exterior, salud pública, vivienda, comercio, seguridad o bienestar social.

Se ha caído en cuenta en este fenómeno de una forma tan repentina y profunda, que en las Naciones Unidas se están celebrando conversaciones exhaustivas con miras a presentar el tema de la seguridad ambiental y por extensión la necesidad de abordar el cambio climático, a la consideración del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Si bien normalmente el Consejo de Seguridad solo examina cuestiones relacionadas con los conflictos y su solución, los miembros permanentes y los no permanentes del Consejo están analizando activamente esta posibilidad para cuando Gran Bretaña asuma la presidencia en abril.

En el Caribe, la mayoría de los políticos o los círculos empresariales apenas parecen comprender cabalmente las ramificaciones políticas de esta situación y la manera en que el clima cambiará la naturaleza del dialogo internacional. Con las notables excepciones del Presidente interino de Cuba, Raúl Castro, y el Presidente de Guyana, Bharrat Jagdeo, al parecer nadie se ha percatado de las implicaciones políticas, estratégicas y económicas que acarrean los rápidos cambios climáticos y la política ambiental.

Esto es a pesar del hecho de que gran parte de la región está integrada por Estados ubicados en regiones bajas, que son vulnerables a condiciones meteorológicas extremas y donde la mayoría de la población vive en zonas que podrían inundarse si las temperaturas oceánicas aumentaran solo unos grados.

Si bien no hay una certeza absoluta al respecto, la mayoría de los científicos más prestigiosos del mundo coinciden en que de no atenderse esta cuestión el proceso de calentamiento global ya se está acercando a un punto en que la situación será irreversible y los niveles del mar podrían elevarse hasta tres metros en los próximos 100 años.

En el Caribe ya es difícil ignorar el impacto visible de los cambios en las condiciones meteorológicas, el golpe de mar, la erosión de las playas, el daño a los arrecifes y las brechas en las defensas marinas, incluso en 2006, año en que la actividad de huracanes fue limitada.

Así y todo, las consecuencias a largo plazo del cambio climático catastrófico son mucho más trascendentales. Las consecuencias van desde la emigración desenfrenada y la dislocación económica, e incluso cuestiones como la seguridad alimentaria y la seguridad en el abastecimiento de agua, hasta el tiempo que tomará recuperarse de los cambios en el nivel del mar a las sociedades donde vive la mayoría de la población, o cerca de las costas.

La Unión Europea ha reconocido que para lograr sus niveles de reducción deseados, tendrá que fomentar la reducción de emisiones en las naciones más adelantadas del mundo en desarrollo. Sin embargo, no ha comprendido cómo encajan en una política mundial los Estados pequeños y vulnerables que emiten bajas cantidades de carbono, como los países del Caribe, que se enfrentan a un riesgo considerable.

Esto sugiere que la región necesita desarrollar su propia filosofía de un modo que no solo deje clara su posición, sino que también ayude a que su sector privado se beneficie de las asociaciones que probablemente se produzcan tras cualquier acuerdo mundial sobre cambio climático.

Un documento elaborado recientemente por la Comisión Europea sugiere la necesidad de invertir en la producción de energía a partir de fuentes renovables. Se ha trazado el objetivo de producir el 20 por ciento de la generación de electricidad en Europa para el 2020 aprovechando la energía eólica, la solar y de las mareas. Europa también se compromete a elaborar planes eficaces para el comercio de emisiones de carbono y a procurar la reducción por conducto de textos legislativos y la imposición de cargas fiscales a las emisiones provenientes de aeronaves y embarcaciones.

En estos momentos las organizaciones no gubernamentales y la industria del turismo son las que trabajan más activamente en la región con miras a la formulación de una política al respecto, ya que han reconocido plenamente la necesidad de elaborar respuestas adecuadas al cambio en la política y el sentir en sus mercados más importantes

Empero, hasta ahora, pocos han comprendido la amenaza económica, por no hablar de las oportunidades comerciales que podrían surgir, por ejemplo, de ideas como el plan para el comercio de emisiones de carbono en la cuenca del Caribe.

Si bien el Foro del Caribe (Cariforum) por sí solo probablemente sea demasiado pequeño para que un banco de carbono sea viable o para justificar la creación de un órgano regional de certificación, hay la posibilidad de que una u otra entidad, conjuntamente con la cuenca del Caribe, abran la vía para que las partes interesadas comiencen a elaborar esta y otras respuestas ante el cambiante entorno internacional en materia de política sobre seguridad ambiental y cambio climático.

Lo que se necesita es un discurso fuerte, provocador y desafiante de un Jefe de Gobierno del Caribe sobre el cambio climático que indique que la seguridad ambiental es una cuestión que requiere tanto liderazgo como las negociaciones comerciales, la seguridad o los éxitos en el campeonato mundial de críquet.

David Jessop es director del Consejo Caribeño y puede ser contactado en [email protected]