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El Hidrógeno no es una fuente de energía

Fuentes: Rebelión

El Hidrógeno es el material más común del Universo. Esa es la única ventaja del Hidrógeno. Todo lo demás son trabas, para poder usarlo como sustituto del petróleo y del resto de combustibles. Para empezar, no hay Hidrógeno libre en la Tierra. Disponemos de él en enormes cantidades, pero está contenido en compuestos como el […]

El Hidrógeno es el material más común del Universo. Esa es la única ventaja del Hidrógeno. Todo lo demás son trabas, para poder usarlo como sustituto del petróleo y del resto de combustibles.

Para empezar, no hay Hidrógeno libre en la Tierra. Disponemos de él en enormes cantidades, pero está contenido en compuestos como el agua, el aire, el petróleo o el Gas Natural (gas que se extrae del subsuelo que no resulta de la destilación del petróleo crudo). Ese es el problema principal para poder llamarle «fuente de energía».

Imaginemos que tenemos una bicicleta y que, de alguna manera, le conectamos a la dinamo de la misma un cargador de pilas de forma se carguen las pilas mientras la bicicleta se mueva y que le añadimos también, en un alarde de ingenio, un motorcito auxiliar alimentado con esas pilas para que la bicicleta, cuando las pilas estén cargadas, vaya sola y no haga falta pedalear. Imaginemos que nos situamos en lo alto de una cuesta y, sin pedalear, nos lanzamos hacia abajo con la bicicleta con afán de cargar las pilas. ¿Se cargarán las pilas lo suficiente como para que la bicicleta pueda volver a subir? En buena lógica no, pues si así fuera habríamos descubierto el «móvil perpetuo», esa máquina con cuyos diseños jugueteo Da Vinci toda su vida sin resultado alguno. Habríamos descubierto una máquina que no necesita de fuente externa para moverse por los siglos de los siglos.

Estamos en el S.XXI y no hemos llegado a eso, cosa que no debería extrañarnos, pues probablemente no se llegue jamás y de recordárnoslo se encargan las llamadas «Leyes de la Termodinámica», que dictan que en una conversión energética (como la energía del movimiento de la bicicleta en energía eléctrica de la pila) nunca puede ofrecer como resultado final lo mismo que con lo que se inició la conversión, sino siempre menos. Si hubiésemos tratado de subir la cuesta con la carga de las pilas resultante de bajarla, habríamos subido solamente parte de ella. Si desde ese punto hubiésemos bajado otra vez para obtener carga y con esa carga hubiésemos tratado de volver a subir, esta vez aun habríamos subido menos. Y así hasta que al final no habría ni carga en las pilas ni cuesta a bajar.

¿Y no decían que la energía no se crea ni se destruye? ¿A dónde va a parar? Pues se ha disipado en el aire en forma de calor, a través de los rozamentos de la dinamo, a través de la fricción de las ruedas sobre el suelo, de nuestro cuerpo contra el aire, etc.

El caso del Hidrógeno es parecido al de la bicicleta. Separar por ejemplo agua, en sus componentes básicos Oxígeno e Hidrógeno, para poder aprovechar este último para utilizarlo para proveernos de energía resulta en menos energía de la introducida inicialmente en el proceso de separación. Aquí la pregunta es: si el problema es que vemos en el futuro inmediato una escasez de energía ¿Para qué querríamos gastar la poca energía que tuviéramos en obtener un Hidrógeno que finalmente nos entregaría menos energía de la invertida en un principio? Para nada.

¿Por qué entonces tanto revuelo hoy día con las enormes ilusiones hidrogenadas que nos venden? La respuesta es simple, pero realmente turbadora: algunos quieren seguir vendiéndonos vehículos privados a toda costa, aun por encima de las posibilidades de nuestra civilización, poniendo en riesgo, otra vez más, la calidad de vida de muchas personas, a base de acaparar los pocos recursos existentes en cada vez menos manos, sin el más mínimo miramiento por esa quinta parte de la población mundial en cuya vida cotidiana no aparece la posibilidad de disfrutar, hoy de la gasolina, mañana aun menos del Hidrógeno.

El petróleo, y el resto de energías fósiles como el gas o el carbón, abundantes y baratos son parte de la Historia en muchos países que los habían saboreado durante décadas (Repúblicas de la antigua URRS, varios países del centro y Sur de América, Zimbabwe…). El petróleo, especialmente, ha sido un regalo de los Dioses. No todos los días encuentra el ser humano un maná que brote de las entrañas de la Tierra a chorro y que sirva para fabricar 3.000 productos cotidianos y que aparte sea capaz de mover los 700 millones de coches, 100 millones de máquinas agrícolas e industriales, centenas de miles de barcos y decenas de miles de aviones, que suponen las siempre crecientes cifras actuales y que permiten que una pequeña parte de la población mundial viva tan bien.

Maná porque el petróleo, aparte de fácil de extraer (al principio de la explotación de los pozos puede llegar a salir a presión sin necesidad de bombearlo) es muy versátil y es líquido. Lo de que es líquido es una gran ventaja, porque supone muy fácil transporte. En unos segundos podemos recargar la energía suficiente para rodar durante horas con un coche de una tonelada con 5 personas dentro y maletas, subiendo y bajando montañas, solo con rellenar un depósito con unos litros que serán suficientes para movernos quizás hasta 500 km o más.

Así, un avión puede atravesar el Atlántico llenando las alas con unos «pocos» miles de litros, aun pesando casi 400 toneladas, transportando cientos de pasajeros y alcanzando los 800 km/h a una altura de miles de metros, sin tener que pararse a repostar. Y es que el petróleo, además de líquido, también tiene la particularidad de contener muchísima energía por litro: 100 horas de trabajo humano por litro, que se dice pronto. Se ve rápidamente la enorme cantidad de energía contenida en cada litro de petróleo cuando nos damos cuenta de que se podría fabricar una pirámide como la mayor de Egipto con la cantidad de energía contenida en el petróleo que consumen los aviones de los turistas que visitan El Cairo ¡diariamente!¹

¿Y qué ocurre si se termina la alta disponibilidad de petróleo a la que estamos acostumbrados? Pues que necesitamos otro combustible, preferentemente líquido, para poder mover máquinas rodantes y volantes con la misma comodidad que ahora. Un gas también es útil, pero es más preferible un líquido por muchos motivos. La electricidad proveniente de los molinos eólicos, de las placas fotovoltaicas, de la mareomotriz, etc. es solamente eso: electricidad. La electricidad no es cómoda en absoluto para mover grandes aparatos grandes distancias, pues las baterías aumentan enormemente el peso de los vehículos, resultando impracticable en aviones, además de resultar muy lenta su carga y escasísima la autonomía (un coche gasta en energía el equivalente a la electricidad de unos 60 aparatos de aire acondicionado a toda pastilla²).

Si nos olvidamos por un rato de la imposibilidad de que las energías supuestamente alternativas puedan sustituir el ingente consumo actual de petróleo (se necesitaría todo el techo de dos grandes casas llenos de placas fotovoltaicas por cada coche a recargar³, no hablemos de aviones o barcos) y nos centramos en la búsqueda de algo líquido (o gaseoso) cuyo uso pueda resultar más cómodo que la electricidad para alimentar máquinas móviles nos encontramos con la única y aberrante utilidad que se le quiere dar actualmente al Hidrógeno. En una sociedad que demanda cantidades crecientes de electricidad para su crecimiento económico, abocada a una crisis energética por falta de esos combustibles fósiles que apoyan en gran parte la producción total eléctrica (petróleo, gas y carbón juntos suponen más de la mitad de la generación eléctrica en España, aun siendo uno de los países del mundo con más energía hidroeléctrica y eólica instaladas) ¿Cuál es el sentido de los coches de Hidrógeno?

En varios países como La República Dominicana, Corea del Norte, Cuba, Chile y otros han venido sufriendo las últimas décadas cortes de fluido eléctrico cada vez más frecuentes y prolongados, por la imposibilidad económica de abastecerse de materias primas para la producción en las centrales en unos casos, y en otros por embargos internacionales, pero siempre con el mismo resultado: cuando se va la luz en una zona se va la luz para todos, igual para los ricos que sí podrían costeársela que para los más pobres (y aparte de las zonas turísticas, cuyos empresarios bien se encargan de que en su zona no ocurra eso). El coche de Hidrógeno podría ser su solución.

Los coches de «pila de combustible» de Hidrógeno funcionarían de manera que un sistema sería capaz de convertir el Hidrógeno (combinándolo de nuevo con Oxígeno, esta vez del aire) en electricidad, para así poder mover el vehículo. La gracia está en que, ya que la electricidad necesaria para mover un coche es tanta que podrías alimentar una casa, con un coche de Hidrógeno tenemos una central eléctrica en el garaje que nos puede proveer de energía eléctrica… siempre que los demás se fastidien y consientan que unos tengan mucho y otros nada.

Sí, es verdad. Los Occidentales ya estamos acostumbrados a consentir esas cosas, pero bueno, ahora porque les toca a otros, ya veremos luego…

Todo eso, repito, si olvidamos por un rato de la imposibilidad de que las energías supuestamente alternativas puedan sustituir el ingente consumo actual de petróleo a base de electricidad (que ya hemos visto que sería necesaria para obtener el Hidrógeno), porque si lo tenemos en cuenta, apaga y vámonos.

1. Según un estudio de Stuart Wier publicado en el Cambridge Archaeological Journal, volumen 6, número 1, de abril de 1996, para construir la pirámide mayor de Egipto, la de Giza o «Khufu», hicieron falta hasta 10.000 personas trabajando durante 23 años, lo que sumaría 460 millones de horas-hombre de trabajo. Serían 46 GWh si tenemos en cuenta 100 Wh por hora de trabajo humano y 2000 horas anuales. Si un Boeing 747 de 500 pasajeros consume 15.000 litros de derivado de petróleo a la hora y cada litro contiene 11 kWh, cada hora consume unos 165 MWh. A El Cairo llegan cada día más de 10.000 viajeros, para lo que se necesitarían unos 20 Boeings en viajes de, por ejemplo, 15 horas de media sumando ida y vuelta (solo la ida desde América del Norte ya son esas 15 horas, desde España ida y vuelta son 9 horas). Eso son más de 49 GWh, como en la construcción de la mayor pirámide de Egipto.

2. Suponiendo un turismo de 100 CV = 73.500 vatios y un consumo de 1200 vatios por aparato de aire acondicionado doméstico tamaño medio-pequeño (3.000 frigorías).

3. Pongamos que al estar casi permanentemente atascados en los trayectos casa-trabajo gastamos de media solo la mitad de los caballos del coche: 50 CV. Pongamos ½ hora de viaje para cada trayecto (pongamos que no vivimos o trabajamos en una gran ciudad, vaya). Son 2 horas en total: 2 x 50 CVh (Caballos de Vapor utilizados multiplicados por la cantidad de horas). Son 100 CVh diarios. Traducidos a watios, 73.500 wh. Según el Informe Preliminar 2006 de REE, en España el rendimiento de los sistemas solares instalados fue de 3,13 vatioshora por día por vatio instalado. Dado que actualmente las placas fotovoltaicas ocupan aproximadamente 1 m² por cada 100 vatios instalados y suponiendo que ocupamos todo el tejado inclinado 40 grados a sur de una vivienda de una planta de unos 100 m², y ya es muchísimo suponer, harían falta dos de esas viviendas (234 m² de placas) para alimentar el coche 2 horas al día. ¿Y si somos conductores de un camión de lechugas de 400 CV y pensamos recorrer 500 km al día? Unas 40 casas.

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