Es posible que otras empresas se instalen en la Bahía de Cádiz pero- igual que Delphi- se marcharán cuando les interese. En la economía globalizada, los trabajadores sólo tienen garantizado inseguridad laboral y ausencia de derechos. Zapatero y Rajoy siempre contarán historias amables de la estupenda democracia capitalista. Las menos amables quedan para los propagandistas […]
Es posible que otras empresas se instalen en la Bahía de Cádiz pero- igual que Delphi- se marcharán cuando les interese. En la economía globalizada, los trabajadores sólo tienen garantizado inseguridad laboral y ausencia de derechos.
Zapatero y Rajoy siempre contarán historias amables de la estupenda democracia capitalista. Las menos amables quedan para los propagandistas del régimen, que se encargan de difundir otra realidad, no para descalificarla, sino para que aceptemos situaciones dramáticas, como las que viven los trabajadores de Delphi, porque aquellas forman parte de la normalidad democrática. En un sector-nos dicen- donde la pugna es a escala global, los norteamericanos hacen lo lógico: trasladarse a otros países con una mano de obra más barata que generará mayores beneficios. Es una medida típica de la economía de mercado que se destruye para transformarse y resurgir esplendorosa, cuán Ave Fénix. ¡Qué retórica tan bonita si no fuera porque durante ese proceso el camino queda plagado de miles de seres humanos abandonados a su suerte!
La Junta de Andalucía anunció que quizás entable una querella criminal contra los directivos de Delphi por un presunto delito de desprotección de los trabajadores, como si éstos estuvieran protegidos por alguien. Parece que el Gobierno andaluz, con tal de representar un papelazo tragicómico de cara a las próximas elecciones, invertirá dinero público en una estéril pantomima jurídica porque, en el régimen capitalista, quienes dictan las reglas de juego no son precisamente los obreros. Por si fuera poco- y como nadie quiere perderse el próximo tren electoral-, en las manifestaciones contra el cierre de la fábrica han estado presentes todos los partidos políticos, a pesar de que esas piezas sobran en este puzzle. ¿Desde cuando los partidos, incrustados en las estructuras del Estado capitalista, fungen como aliados de los trabajadores si son quienes institucionalizan su explotación?
Es digno de señalar que, en la problemática de Delphi, existen reivindicaciones que alcanzan extremos mendicantes, como exigir que se cumpla un acuerdo firmado por la empresa, la Junta y los sindicatos de «clase», que garantizaba la actividad hasta el año 2010, o dicho de otra manera: aceptar el desmantelamiento de la factoría en un plazo de tres años. Implorar tres años de trabajo resulta una demanda paupérrima y leer, en las octavillas reivindicativas, la palabra «nuestros» en referencia a los políticos (¿nuestros de qué?) resulta penoso. Los trabajadores de Delphi se crearon fama de insolidarios a causa de su escasa participación en pasadas luchas ocurridas en la maltrecha Bahía de Cádiz, sin embargo ahora, todo el mundo laboral se ha alineado con ellos, y ellos habrán comprendido que un obrero no tiene otra alternativa que atrincherarse en las barricadas para defender lo que es suyo, mientras que un burgués nunca se verá en semejante circunstancia.
Las multinacionales entienden como sistema industrial eficiente aquel donde se den condiciones que hagan atractiva la llegada de empresas, es decir, flexibilidad laboral, ausencia de derechos de los trabajadores y subvenciones que puedan reinvertirse en otro país como, en este caso, pueda ser Polonia, un estado vasallo de Estados Unidos (EEUU) dentro de Europa. Que me disculpen los afectados, pero desplazarse a Bruselas para que la Unión Europea (UE) impida que Delphi se reubique en otro país de la UE, fue una pérdida de tiempo sin sentido. ¿Cómo va a prohibir la muy capitalista UE, que una empresa estadounidense se instale en Polonia, si el mercado mundial se organiza en torno a una economía globalizada que legaliza estos desmanes?
Los familiares de los trabajadores entienden que estos conflictos demuestran la necesidad de votar cada cuatro años. Así parece indicarlo el hecho de que apremiaran al Presidente de la Junta a buscar soluciones o «votarían a quien les diera de comer». Es un error. El régimen capitalista jamás sentará a su mesa de poder a ningún obrero. Esos votos sólo sirven para perpetuar a quienes los arrojan a la miseria, ya que estas prácticas mafiosas están amparadas legalmente por una democracia exclusivista. Por eso los tribunales admiten a trámite la presentación de quiebra efectuada por la empresa. La multinacional se ajustará a la legislación vigente, indemnizará a la baja, se largará, y aquí paz y allá gloria. Quizás otras empresas se instalen en la Bahía pero- igual que Delphi- se marcharán cuando les interese. En la economía globalizada, los trabajadores sólo tienen garantizado inseguridad laboral y ausencia de derechos.
Aunque sea por cuestiones subjetivas, la clase obrera no puede seguir avalando una democracia subordinada a las empresas multinacionales ni tampoco a unos Estados sometidos a los intereses de aquellas, donde los gobernantes promulgan leyes que sólo benefician a una minoría. ¿Dónde está la igualdad entre un pordiosero y un millonario? ¿En qué derechos son iguales el que duerme en un palacio y quien lo hace en la calle? Todos los recursos están en las manos de una clase, que excluye al resto a la hora de tomar decisiones importantes. Que nadie se llame a engaño. Esta democracia, que se dice pluripartidista, es una implantación mono-clasista de la oligarquía que es la que ha marcado el destino de la empresa Delphi y marcará el de las que vengan detrás.
No es posible estar a bien con dios y con el diablo. La clase obrera debe plantearse, de una vez por todas, que no pinta nada en las llamadas «elecciones libres», porque éstas constituyen un arma que los explotadores utilizan para legitimarse. Es imprescindible negarle el voto a este régimen para que su aberrante democracia representativa, no llegue ni siquiera a eso. Con la excepción del País Vasco- por las circunstancias que allí concurren- el boicot a sus comedias electorales es un arma a tener en cuenta. En la medida que se empiece a tomar conciencia de ello se estarán dando los primeros pasos para cambiar la negativa dinámica actual.