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Capitalismo feliz

Fuentes: Xornal

Traducción para Rebelión de C. B.

¡Oh, qué gran momento este para ser capitalista! Y no cualquier capitalista pues, ya puestos a pedir, pidamos ser plutócratas. Tíos Gilitos del gran capital transnacional. Globalcapitalistas. Turbocapitalistas. Oligocapitalistas. Que maravilla acumular plusvalías sin límite, que maravilla moverte sin apenas limitaciones por los cinco continentes, que maravilla este capitalismo de casino que tanto se practica en Delhi como en Bogotá, New York, New York, it´s a wonderful town, Bruselas, Madrid o La Coruña. Como en el casino, nunca es posible saltar la banca. El capital siempre gana.

Según estadísticas de la OCDE (ojo, no de ningún partido marxista leninista), los trabajadores y las trabajadoras del Estado español ganan hoy un 4 por ciento de media menos que en 1995. Al tiempo, entre 1999 y 2006, los beneficios de la contraparte se incrementaron en un 73 por ciento. Con gobiernos de los sedicentes conservadores y con gobiernos de los sedicentes progresistas. Con el bigote de los Azores y con el buenismo de Zapatero.

En 2007, el Banco de Santander espera cerrar el ejercicio con un beneficio de 10.000 millones de euros. Reparemos en la cifra: equivale a todo el presupuesto de la Xunta de Galiza, el organismo al que habremos de pedir que cuide de la calidad de nuestra salud y de la enseñanza de nuestros hijos crianzas. Botín y los suyos ganaron en un año 2.000 millones de euros más de lo que factura el imperio Inditex. Hay capitalistas y capitalistas. Para capitalistas, los capitalistas financieros. ¿Tengo que reprimirme y no citar a nuestros clásicos del marxismo que ya profetizaron esa preeminencia a comienzos del siglo pasado?

Es tan feliz el capitalismo que no puedo reprimir un sonrisa cuando escucho de labios de la autoproclamada izquierda frases como esta: ¿Creo que hay que salir de una vez del tradicional enfrentamiento entre asalariados por un lado y empresarios por el otro, completamente sobrepasado? ¿Enfrentamiento? ¿Donde? Más bien lo que hay es la aplastante victoria del capital sobre un trabajo desnortado que, con honrosas excepciones, se bate en retirada desde hace ya demasiado tiempo. La frase que antes cité forma parte de un argumento postelectoral de Ségolène Royal. Socialistas así hacen que la felicidad del capitalismo no tenga fin. No es de extrañar que Sarkozy, después de fagocitar a Le Pen, incluyese sin problemas a varios socialdemócratas en su gobierno.

Y mientras la política sistémica niega las contradicciones de clase, Botín, callado y discreto, continúa su tarea, laborioso como uno hormiga calvinista, en plena era dorada del capitalismo feliz.