De todas las escritoras árabes vivas, nadie más que Nawal al-Saadawi le ha venido tomando el pulso a la cultura árabe en el Medio Oriente contemporáneo. Quizá sea su capacidad fisiológica de médica la que la hace no tener náuseas de su propia realidad, quién sabe. Lo cierto es que poco escapa a su bolígrafo muy consciente del género.
En efecto, solo la ironía parece ser parte y parcela de la vida de Al-Saadawi. El gobierno egipcio que prohibió su organización, la Asociación para la Solidaridad de la Mujer Árabe, es el mismo gobierno que tuvo que verse protegiéndola (y a otros intelectuales seculares) de los grupos islámicos radicales que lanzaron amenazas contra su vida después de asesinar a Faraj Fûda en 1992.
También está la anécdota del izquierdista de otra parte del mundo árabe que alguna vez declaró en un tono apasionado casi, cuando se tocó el tema de Al-Saadawi en una charla académica: «¿Pero cómo? ¡Si Al-Saadawi ha dañado a nuestras hijas!»
Y aún no me explico cómo la escritora archifeminista y médica egipcia Nawal al-Saadawi (nacida en 1931) pudo arruinar la vida no solo de las hijas del Nilo, sino de todo el resto del Medio Oriente… Extraño como parezca, el único libro disponible (estudio serio) de la obra de Al-Saadawi está en inglés, y es más un ataque freudiano a sus novelas. Su enorme corpus literario (me recuerda a su paisano Mahfouz), que va de novelas y cuentos a teatro y memorias de presidio, hasta textos autobiográficos y libros de viajes, ha permanecido, durante mucho tiempo, en un territorio absolutamente inexplorado.
La reacción crítica -o más bien su ausencia- debe antojársenos fascinante. De todas las escritoras árabes vivas, nadie más que Nawal al-Saadawi le ha venido tomando el pulso a la cultura árabe en el Medio Oriente contemporáneo. Quizá sea su capacidad fisiológica de médica la que la hace no tener náuseas de su propia realidad, quién sabe. Lo cierto es que poco escapa a su bolígrafo muy conciente del género. Las relaciones hombre-mujer, la sexualidad y el cuerpo, la política y el gobierno, la teología y la religión: todos estos temas se combinan en su estilo simple para darle forma a la más poderosa de las narrativas del mundo literario árabe hoy.
¿Cómo uno puede aproximarse a la diversidad amplísima de escritos de una a todas luces feminista radical como Al-Saadawi? Lo primero que puede hacer quien quiere llegar al mundo de la escritora egipcia es comprender, a grandes rasgos, su entorno. Porque se trata de una de las escritoras más importantes del mundo árabe, algunos autores se sirven de ella para hablar de temas como la historia intelectual y el «revival» contemporáneo de las religiones. Es quizá una de dos o tres que son contínuamente atacadas por los armadores de polémicas tanto en Egipto como en cualquier otro lugar. Los temas de Oriente-Occidente, de canonicidad contra autenticidad: estos son algunas de las primeras preguntas que surgen de la mera presencia textual de la escritora.
Nawal al-Saadawi se educó en medicina y aún se gana la vida ejerciendo. La ciencia del cuerpo siempre ha sido una fuerza importante en sus escritos. Aunque hay muchos otros escritores-médicos en el mundo árabe -de los que quizá, el otro famoso es precisamente el compatriota de la egipcia, Yûsuf Idrîs (1927-1991), cuya obra aún se encuentra traducida-, se trata de escritores de sexo masculino. Por ello, Al-Saadawi está en una categoría donde es si no la única escritora, el todo de escritora. En su obra, la medicina permite a la prácticante de sexo femenino cuestionar los juegos de poder y jerarquía social.
El ojo clínico (en su sentido total) de Al-Saadawi nunca está demasiado lejos de su pluma. Michel Foucault nos ha hecho concientes del poder del discurso médico. En la obra de Al-Saadawi, el discurso asume una forma distintiva, una que está ligada necesariamente al género y los roles sociales, haciéndolos subversivos y a la vez redefiniéndolos. La médica es más que una sanadora de cuerpos en los círculos literarios feministas. Ella se convierte en una muy moderna Shahrazâd, dándole voz en sus relatos y novelas cortas a personajes cuyas narrativas de otro modo permanecerían ocultas.
Que tan interesante es tener el papel del narrador que una prostituta usurpa a una exitosa médica egipcia. En su novela Imra’a ‘ind Nuqtat al-Sifr (en inglés «Woman at Point Zero»), la médica protagonista enmarca la narrativa totalizante de Firdaws, la prostituta condenada por el asesinato de su proxeneta. Las fuerzas primarias que la conducen son tanto corpóreas como sociales, a medida que el cuerpo femenino se convierte un objeto elusivo cuyo control precisamente se cuestiona. Esta novela, es más que un relato sobre la recuperación de dos cuerpos: el propio y el social; pero también pone en claro la relación entre dos mujeres de clases sociales opuestas, dos especies de una misma Saadawi que elocuentemente articulan el dilema de las mujeres en una sociedad donde las clases están claramente delineadas. Más que ser antagonistas, la médica y la prostituta se encuentran íntimamente impulsadas la una hacia la otra.
Otro punto que resulta muy interesante de la obra de Al-Saadawi es la dinámica de sus relaciones mujer-mujer, unas que terminan en la destrucción material del personaje siempre de clase baja. Por su existencia y muerte, Firdaws, la puta de Imra’a ‘ind Nuqtat al-Sifr, nos recuerda que su realidad está indisolublemente atada a su cuerpo. En este sentido no está muy lejos de la narradora-heroína de las Memorias de una Doctora (Mudhakkirât Tabîba), cuya saga se abre con su declaración de incompatibilidad radical entre quien narra y su cuerpo-prisión femenino.
Estas dos heroínas señalan un importante (y penetrante) elemento en los escritos de Al-Saadawi: lo corpóreo o material. Pero el cuerpo en la obra de la egipcia es más una fuente de conflicto, que un monumento de admiración o de terror. Su versión del cuerpo está ligada al discurso del género en los países musulmanes y la definición sexual en la sociedad. ¿Pero qué realmente compone el cuerpo masculino? Qué constituye en el fondo el cuerpo femenino en Al-Saadawi? En ninguna parte son estas preguntas más fundamentales que en la novela altamente poética Ughniyyat al-Atfâl al-Dâ’iriyya (en inglés, The Circling Song). Los gemelos de esta historia, Hamîdû y Hamîda, son las dos caras de una misma moneda, solo separadas por el género; uno hombre, la otra mujer. Sus trayectorias paralelas tanto en el campo como en los ambientes urbanos resaltan lo corpóreo del modo que esto se entrelaza con el contenido social. Cuando Hamîda queda embarazada a raíz de una violación, le prohíben regresar de nuevo a su villorrio. Su hermano Hamîdû es entonces enviado para asesinarla y así limpiar el honor de la familia de toda vergüenza. Hermano y hermana, una potencialmente explosiva pareja en un mundo Árabe-islámico, cada cual se conduce por una historia diferente en el escenario de un argumento común.
A través de la violación, Hamîda se une a otra de las heroinas típicas de Al-Saadawi que pasan por la misma perturbación física. También es, por fuerza de pertenecer a la clase baja egipcia, la contraparte de la inolvidable Firdaw. El mismo significado del nombre de Firdaw- significa «Paraíso»- es una paradoja a su vida infernal. Pero la ironía del significante religioso es incluso más agudo en el caso de la otra heroina del tipo de Saadawi: Bint Allâh, la hija de Dios.
Bint Allâh y sus vecinos literarios en La Caída del Imam participan de un nuevo tipo de narrativa en la obra de Al-Saadawi. Una obra altamente compleja-y quizá sea la más compleja de Al-Saadawi-, La Caída del Imam tiene la peligrosa e innovadora situación de narradores en primera y tercera personas de ambos géneros que se codean, a veces incluso en el mismo capítulo. Bint Allâh es la estrella de la novela con el Imam, ambos entretejidos en el mismo tejido de la novela posmoderna egipcia. Él es el tirano patriarcal que gobierna la típica parafernalia de poder masculino. Su asesinato recurrente en el texto se presenta paralelamente al asesinato recurrente de Bint Allâh. Es como si no terminara de suceder. El cuerpo masculino y el cuerpo femenino son ambos sujetos de destrucción. La Caída del Imam es una ambiciosa versión actualizada del patriarcado. En su diseño, la novela explota lo mejor de Las Mil y Una Noches.
Para concluir, las violaciones en la obra de Al-Saadawi son más literarias que metafóricas. Tiene sin duda un componente social importante. Cuando una Nawal Al-Saadawi viaja por Egipto sola y recién divorciada, es víctima de acoso por parte del personal aeropuertuario. Mientras es usual para una mujer de Bogotá o de Chicago viajar sola por el mundo, en el Medio Oriente es algo distinto. Para Nawal Al-Saadawi, sin embargo, el asunto no es meramente de viajar; también implica la escritura de viajes, la creación de un discurso de descubrimiento que traspasa no solo los límites geográficos, sino que se sirve de esta exploración para hacer ponzoñosas críticas, como la discriminación racial que ella misma vio en el Sur de Estados Unidos. Para un lector árabe, sin embargo, al cruzar estos límites geográficos no le resulta tan dramático o provocativo como cruzar la misma frontera de los sexos o géneros, que se materializa cuando la viajera se viste como hombre.
La insolencia del género de viajes en el caso de Al-Saadawi, desde la perspectiva egipcia, puede considerarse como una violación. En Rihlâtî fî al-‘Alam (Mis Viajes Alrededor del Mundo) la escritora nos cuenta no solo de una mujer que va por aquí y por allá sola en un avión. Nos cuenta de una mujer convencidamente árabe que es capaz de sentarse en un café europeo a beber una cerveza. ¿Acaso en el código musulmán no es esto una violación? Es más que eso. El reto que contiene este osado acto representa la dificultad para mostrar a sus lectores de Occidente la realidad de la cultura árabe aún hoy.
Ese tipo de muestras nos recuerdan, y ojalá no lo olvidemos, que los escritos de Nawal al-Saadawi deben tomarse como una parte discursiva en los campos literario, religioso y social del Medio Oriente hoy. Los campos de batalla contextuales en los que lucha su pluma verdaderamente son muy árabes para mi gusto; pero si ignorara esto, despojaría seguro sus páginas de todo su poder y especificidad. Por ejemplo, uno puede a duras penas comprender el peligro literario (un musulmán seguramente lo llamaría blasfemia al leerlo) de la Caída del Imam sin saber del Islam. Incluso me atrevería a encontrar similitud entre la novela en cuestión y los Versos Satánicos de Rushdie. Aunque ambos libros aparecieron casi al mismo tiempo, el proyecto literario que se propuso Al-Saadawi era muy diverso al que Rushdie tenía en mente.
Incluso los dilemas médicos que los pacientes de Al-Saadawi enfrentan, ya sea en la ficción o en sus obras programáticas, están clara e íntimamente atados a la sociedad que dio lugar al nacimiento del feminismo egipcio actual. Es aquí, donde más la critican, que Nawal Al-Saadawi se hace mucho más egipcia (que Mahfouz, por ejemplo).
La preocupación de Al-Saadawi con el patriarcalismo cuyas raíces son sociales, religosas y políticas combinan con su tratamiento de género y el cuerpo mediante una fórmula que no se queda rezagada a la del feminismo. Afortunada y desafortunadamente. Su activismo político, no obstante, es apenas un aspecto de la guerra a la que se ha dedicado durante toda su vida. Sus argumentos, sus juegos idiomáticos, sus alusiones literarias, sus referencias religiosas-legales: estas, también, hacen parte de lo que hace a la doctora Al-Saadawi una poderosa árabe -sobretodo una escritora árabe de mucha estatura.
La fuente: El autor es escritor y traductor. Ha colaborado para diferentes revistas culturales y literarias de Colombia e Italia, sus dos patrias, así como de otros países Hispanoamericanos.
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