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Los últimos pueblos fascistas del nuevo Estado español

Fuentes: Insurgente

A un atento observador foráneo, pongamos que turista europeo de visita por nuestra geografía interior, habrá de sorprenderle no sólo nuestro grande patrimonio histórico con monumentos y restos donde se funden tras de sí uno o más milenios; sino, en otro orden, pequeñas poblaciones cuyos propios nombres, en ocasiones, recuerdan aún a los militares de […]

A un atento observador foráneo, pongamos que turista europeo de visita por nuestra geografía interior, habrá de sorprenderle no sólo nuestro grande patrimonio histórico con monumentos y restos donde se funden tras de sí uno o más milenios; sino, en otro orden, pequeñas poblaciones cuyos propios nombres, en ocasiones, recuerdan aún a los militares de la rebelión del 36, incluida su posteridad labrada en piedra. Podría pensarse que Alcocero de Mola, San Leonardo de Yagüe, Quintanilla de Onésimo y Llanos del Caudillo son los últimos municipios de una España, que a semejanza de unos pocos soldados del ejército imperial japonés permanecían ocultos, no en los fragosos bosques del sudeste asiático, sino en la dura meseta castellana. Serían, cien años después, sin salir casualmente de aquellas antípodas y retomando héroes nacionales, como los últimos de Filipinas.

Si consultamos la dirección oficial www.correos.es persisten, además, al menos una docena de pedanías que deben su nombre a Franco, o al asimismo llamado, Caudillo.

España
Provincia Localidad       C.P.
BADAJOZ GÉVORA DEL CAUDILLO 06180
BADAJOZ GUADIANA DEL CAUDILLO 06186
CACERES ALBALÁ DEL CAUDILLO* 10187
CIUDAD REAL LLANOS DEL CAUDILLO 13220
CORDOBA BEMBÉZAR DEL CAUDILLO 14709
JAEN GUADALÉN DEL CAUDILLO 23713
JAEN GUADALIMAR DEL CAUDILLO 23519
SALAMANCA AGUEDA DEL CAUDILLO 37594
TOLEDO ALBERCHE DEL CAUDILLO 45695
ZARAGOZA BARDENA DEL CAUDILLO 50694

– En cuanto a los «francos» hecha una pertinente criba resultaría: Villafranco del Guadiana, Villanueva de Franco -aparece con el mismo código que La Consolación, 13310 (?)-, Ribadelago de Franco**, Villafranco del Guadalhorce, Franco (en Treviño) *** ¿Para ese perplejo turista se tratarían de minúsculos islotes? ¡Quiá! También habrá reparado en los nombres de las calles de tantos otros pueblos y ciudades, en las inscripciones de los muros de las iglesias, en las placas de otros edificios, estatuas y un muy largo etcétera ya sabido, ya denunciado… Ese viajero, cómo no, tal vez de vuelta visitará Madrid, mientras barrunta que, quizá por despiste, aún cuelgue el nombre de algún general faccioso, y tal vez, ya desasosegado, busque en vano el de los valerosos defensores, Rojo, Miaja, las Brigadas Internacionales o milicianos que dejaron la vida como Durruti. Encontrará mucho antes al general Varela o muy cerca al general Yagüe, a quienes los primeros impidieron la gloria de su entrada en la capital, sin olvidar tampoco los designios del ya por entonces proclamado generalísimo, como exhaustivamente relata el profesor Francisco Espinosa en «La columna de la muerte», recientemente editada en bolsillo.

Tal vez le suceda, incluso, como a mí, que discurriendo por sus céntricas calles con iguales zozobras «descubra» en letras de bronce al pasar por el teatro de La Comedia, camino de la Puerta del Sol, la solemne conmemoración del acto fundacional de la Falange. (Sólo los tontos pueden ser solemnes).

¿Quedarán aún grabados en letras doradas los famosos exabruptos de Hitler en la Hofbräuhaus de München?

Camino del aeropuerto nuestro turista seguirá sus odiosas comparaciones. La estatua ecuestre de Franco frente al ayuntamiento de Santander, ese monumento a Mola que ha visto en el lugar donde murió o el de Yagüe, camino de Soria, donde nació, unidos esos pueblos a sus nombres, ¿podría entenderse todo ello como «respeto a la historia» fuera de nuestras fronteras? Evidentemente, la historia de Europa terminó de otra manera y se llama Nuremberg. Con el Código penal en la mano es como Europa sigue entendiendo estas cuestiones, Código Penal, que precisemos, nunca se aplica a los vencedores. Jamás podremos olvidar que fue Europa el árbitro que decidió en España la victoria del bando insurgente.

Delante de la casa natal del fürher en Austria, apenas a 60 kms de la frontera alemana, hay sí una piedra, transportada desde el campo de exterminio de Mauthausen. Quiere simbolizar el rechazo a la guerra y al fascismo. Su morada sirve hoy de rehabilitación a niños con problemas mentales.

La casa del Duce en Dovia di Predappio ha sido transformada en un museo de arte y cultura.

La casa de la familia Yagüe en San Leonardo del mismo nombre, sita frente al ayuntamiento en la plaza de D. Juan Yagüe Blanco es desde hace no mucho sede de la Fundación Juan Yagüe****. De ello y de sus conspicuos conferenciantes dio noticia Errazkin desde esta misma ventana (Qué clase de sarcasmo histórico nos propone la hija del militar cuando dichos invitados son muy señalados personajes de la lucha contra el terrorismo y los nacionalismos; teniendo en cuenta que su padre fue un grandísimo terrorista, «bestia carnicera» y nazionalista: véase, por cierto, tras el terror desatado por sus tropas con ocasión de la toma de Badajoz que escandalizó al mundo civilizado, de las instrucciones para la censura de prensa, el curioso punto 12: «Se sustituirá la palabra NACIONALISTA por NACIONALES, especialmente al referirse al Frente Vasco, para evitar confusiones a lectores extranjeros»). Tiene más años en esta democracia juancarlista la fundación Francisco Franco, sufragada con fondos públicos y cuyos fondos -permitánseme hoy las redundancias- son vedados a los historiadores.

¿Podría concebirse algo parecido en Alemania, Austria, Italia, Portugal, Francia y el resto de Europa? Strasser, Himmler, Göring, Hess, Bormann, Speer, Ribbentrop, Mengele, Eichmann, Goebbels, Hitler, Mussolini, Pétain, Salazar, etc. no han sido merecedores del mismo respeto histórico ni sus villas natales han padecido sufijos tan poco honoríficos.

El apesadumbrado visitante europeo ha disipado su sorpresa, que ya es estupor: la estepa castellano-manchega, la planicie extremeña y las estribaciones andaluzas no esconden los últimos lugares fascistas de la guerra española. Más bien ocupan los últimos lugares en el corazón salvaje de aquel monstruo no vencido.

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Notas:

* Suprimido el apellido pospuesto el 5-12-01. No obstante, en los resultados electorales de mayo 2007, se mantiene. (Consulta hecha en la web: elpais.es).

** Visité el otoño anterior el lago de Sanabria. No conocía entonces los orígenes trágicos de este poblado de su entorno. En la larga posguerra las restricciones eléctricas eran frecuentes en las grandes ciudades. Unión Fenosa, para paliarlas, construyó una presa que reventó apenas terminada, un gélido mes de enero de torrenciales lluvias. De los 549 habitantes de Ribadelago, 144 fueron arrastrados por el agua y solamente 28 recuperados y dados oficialmente por muertos. El escritor Vázquez Figueroa que participó en las labores de rescate como submarinista reseña en su libro «Sultana Roja» las razones de aquel fracaso. Los tribunales de justicia condenaron al director gerente de la empresa, a dos ingenieros y a un perito como responsables directos de las obras a un año de prisión menor por un delito de imprudencia temeraria. Recurrida la sentencia, finalmente, fueron indultados. Apadrinado por Franco el nuevo Ribadelago, se encomendó la reconstrucción al Ministerio de la Vivienda, que tuvo lugar entre 1959 y 1962 en una zona más sombría que la original y apartada de los pastizales y tierras de cultivo, pero más segura ante otras posibles catástrofes. (Consultado en Internet: Lago de Sanabria- Leyenda Villachica).

*** Estos nuevos núcleos, por lo general, surgen tras la desolación del campo después de la guerra, una vez que fue cortada a sangre la reforma agraria: colonizan nuevas tierras con gentes de las comarcas próximas, canalizan nuevos riegos…Trágico remedio, en especial, para el suroeste peninsular, cuyo éxodo difícilmente venía a suplir.

**** La anomalía española explica que figuras históricas como el general Yagüe estén pendientes de un verdadero estudio. En 1963, Juan José Calleja López publicó una biografía aúlica: «Yagüe, un corazón al rojo» y ya en ¡1985! no desmerece demasiado la de Ramón Garriga publicada en Planeta, «El general Juan Yagüe: figura clave para conocer nuestra historia».

Foto 1 :

Foto 2:
 

Fotos 1 y 2: Monumentos a Mola y Yagüe. Nos consuela, si se observa la pintura, que han sido actualizados popularmente.