2007 fue un año de luchas sociales importantes y de reacomodos en la correlación social e ideológica de fuerzas. Primero, porque el actor sindical tan esperado renació de sus cenizas con fuerza y capacidad de movilización para recuperar sus derechos, alimentándose de la energía insuflada por el movimiento estudiantil secundario del año anterior. Segundo, porque […]
2007 fue un año de luchas sociales importantes y de reacomodos en la correlación social e ideológica de fuerzas. Primero, porque el actor sindical tan esperado renació de sus cenizas con fuerza y capacidad de movilización para recuperar sus derechos, alimentándose de la energía insuflada por el movimiento estudiantil secundario del año anterior. Segundo, porque la crítica sociopolítica y antineoliberal se afinó y penetró en estratos sociales importantes. Tercero, el análisis triunfalista de los operadores oficialistas y de los artesanos de la capitulación (Lagos, Bitar, Escalona, Alvear, Insulza, Bachelet, Girardi) perdió en calidad argumentativa, presionando por lo tanto a políticos, intelectuales y periodistas honestos (que se autocensuraron durante años de democracia) a profundizar el análisis sobre las consecuencias del desarme teórico y estratégico en los sectores socialistas y de izquierda (1) (y de la pérdida del ardor político por la igualdad de militantes que se transformaron en funcionarios estatales).
Así, lentamente se reconstruye un Chile social que busca levantar un proyecto reactualizado de justicia social y de identidad nacional solidaria. Se teje la nueva cultura en la que las nuevas expresiones se fusionan en la complejidad y negocian con el sustrato anterior. No por nada la emblemática figura de Salvador Allende (2) enciende las memorias y el imaginario de la mayoría de los chilenos para enfrentar con ideales laicos y democráticos los nuevos tiempos y sus desafíos.
Pero aún falta mucho para doblarle la mano al derrotismo. Penan esa solidaridad y las políticas públicas para que un conflicto como el de los trabajadores de Bellavista Oveja Tomé no muera en la indiferencia del ‘no hay nada que hacer’, para proteger el empleo contra las fuerzas desarticuladoras del capital y del mercado, para así impedir que se siga legitimando el fatalismo neoliberal como vector social y existencial.
2008 tendría que romper con la lógica del inmovilismo político de la oposición al régimen posdictadura. Es el momento de articular lucha social y económica con lucha ideológica y política. El año que comienza debería ser el de la puesta en práctica del discurso. Para eso, los sectores concertacionistas críticos tendrían que romper con la lógica de la impotencia y arrimarse a las otras fuerzas de izquierda para dar inicio a la construcción de un bloque por los cambios, única manera de generar condiciones ganadoras para 2009 y poder evitar las trampas del binominal, la lógica perversa del ‘voto útil’ en la primera vuelta y la del ‘mal menor’ en la segunda.
Parece que llegó el momento en que la ‘otra Concertación’ (aquélla que la lucidez de Jorge Arrate convoca para refundar el proyecto socialdemócrata auténtico) junto con las izquierdas extraparlamentarias se asuman como fuerzas transformadoras (PC, PH, IC, AP), que los movimientos de militantes activos y generosos (los generación 80, La Surda, Fuerza Social, Nueva Izquierda, miristas) inicien un proceso que culmine en una propuesta unitaria de alcance nacional, que los dirigentes de movimientos destacados y con capacidad de liderazgo social (los líderes estudiantiles, Cristián Cuevas, los de Andha Chile), que las organizaciones y dirigentes sindicales (CUT y ANEF) y ambientalistas (Marcel Claude y otros) se incorporen con garra a la dinámica unitaria.
En este proceso de construcción de una alternativa amplia, es de vital importancia que los intelectuales con consciencia crítica se asuman como facilitadores de la unidad programática promoviendo el debate público y racional de ideas para conformar, sin asperezas ni conflictos de personalidades, este frente o bloque por el cambio social antineoliberal.
Son los pasos para comenzar a imaginar una gran corrida de cercos que vaya desde la cordillera hasta el mar, que le aplane el terreno a una nueva institucionalidad democrática donde quepamos todos y todas. Habría que practicar el desalojo ético-político de las elites hegemónicas de un sistema jurídico-político vetusto y contaminado de pinochetismo cuya obsolescencia plantea la necesidad imperiosa de su cambio.
No hay por dónde perderse, el momento político es propicio. Los objetivos de este nuevo ciclo de acumulación de conquistas democráticas ya están claramente dibujados. Se trata de iniciar la lucha por un sistema electoral proporcional y por una Asamblea Constituyente que levante una nueva institucionalidad posbicentenario. Al mismo tiempo, sería conveniente convocar a primarias con participación ciudadana de todos los interesados en construir la alternativa antineoliberal para elegir una candidatura unitaria de las fuerzas políticas y los movimientos sociales. De estos procesos profundamente democráticos surgirán los liderazgos que llevarán a Chile con astucia por los desafíos globales (el de la crisis social, ecológica, geopolítica y el de las decisiones dictatoriales de los centros de la finanza global).
Son millones de chilenos los que esperan en 2008 el triunfo de la cordura política para llegar preparados a 2009, una puja de buena voluntad para poder presentar candidaturas y un programa de justicia social y, por lo tanto, antineoliberal. Para eso necesitamos lo que aconseja la razón política: combatir lo que desune, sectariza, confunde y desgasta y aprender de los éxitos y fracasos de las experiencias políticas electorales de otras sociedades, latinoamericanas y europeas, que han tenido que pasar por experiencias similares a las nuestras.
Al menos una lección es clara cuando se estudian las experiencias de las izquierdas auténticas que quieren ser alternativas de poder en las justas electorales para así poder gobernar y resolver los problemas de las grandes mayorías ciudadanas: el espectáculo de la dispersión de las candidaturas populares-antineoliberales en la primera vuelta confunde a los ciudadanos dispuestos a votar por un bloque alternativo a los conglomerados representativos de los intereses de las oligarquías propietarias dominantes y de los proyectos ‘progresistas-liberales’ agotados que se transforman en obstáculo al avance social y político de la igualdad democrática.
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(1) Dos ejemplos demuestran la pertinencia de estas aseveraciones a) el excelente trabajo de Manuel A. Garretón M. ‘Del Postpinochetismo a la Sociedad Democrática’, Debate 2007, Baires 251p., y b) los contenidos del inesperado número especial de la revista Análisis publicada a fines del 2007 con artículos de los periodistas-columnistas que forjaron la crítica ciudadana en los años de plomo de la dictadura.
(2) Basta con ver cómo el precandidato concertacionista José Miguel Insulza, que se desvivió por impedir que Pinochet (el responsable directo de las circunstancias de la muerte de Salvador Allende) fuese juzgado en Europa y en Chile, inaugura una reciente exposición de fotos del líder socialista. Es el prestigio inmenso ante los chilenos del Presidente Allende el que lleva a políticos concertacionistas a crear oportunidades mediáticas para aparecer borrando actitudes que fueron y son reñidas con las reglas mínimas de la ética democrática.
Leopoldo Lavín Mujica es profesor del Département de Philosophie, Collège de Limoilou, Quebec (Canadá)