UNA LLAMADA TELEFÓNICA descubrió al periodista español Gregorio Morán la existencia de un escritor llamado Rafael Barrett. Una mañana de sábado un amigo le interrumpió el descanso para leerle una brillante página de Barrett que describe cómo la posesión de unas pocas gallinas -pretexto y símbolo en el relato de los males de la […]
UNA LLAMADA TELEFÓNICA descubrió al periodista español Gregorio Morán la existencia de un escritor llamado Rafael Barrett. Una mañana de sábado un amigo le interrumpió el descanso para leerle una brillante página de Barrett que describe cómo la posesión de unas pocas gallinas -pretexto y símbolo en el relato de los males de la propiedad privada- perturbó el alma de un hombre común.
La lectura telefónica tuvo en Morán la fuerza de una revelación que lo impulsó a iniciar un viaje tras las huellas del autor. «Las putas gallinas tuvieron la culpa», acusa la primera línea de Asombro y búsqueda de Rafael Barrett. El periodista repite la expresión al menos siete veces en las primeras quince páginas de la obra. Barrett le disparó reflexiones que lo llevaron lejos. Mientras escuchaba al amigo en la actitud de «un historiador en trance de cerrar el ciclo del imperio romano», lo asaltó una duda: «¿Se follarían los romanos a las gallinas?» Las cavilaciones de Morán tomaron luego otros rumbos: «¿Se puede entender por violación el follarse a una gallina? ¡Joder, qué tema!»
No se puede reprochar al periodista haber descubierto tarde al escritor hispano paraguayo ni que, hasta la reveladora llamada, ignorara la historia y ubicación geográfica del país donde, según sus propias palabras, Barrett se volvió un hombre bueno. (Confiesa Morán: «Yo nunca había estado en Sudamérica, apenas sabía dónde caía Paraguay en el viejo mapa del colegio»). Lo inadmisible es que Morán se convierta, de la noche a la mañana y con un trabajo que no ahorra errores ni ligerezas, en su más puro exegeta. Todos quienes se ocuparon de Barrett antes que él merecen desprecio o ironía: le «afectan el trigémino» o le «descomponen las meninges». Morán la emprende particularmente contra Francisco Corral, autor de El pensamiento cautivo de Rafael Barrett (Siglo XXI, 1994), obra que combina la investigación minuciosa de las buenas biografías con la profundidad y el vuelo de los mejores ensayos. Pues bien, Morán llama a Corral «inefable profesor» y califica el trabajo como «infumable en su prosa y aberrante en su contenido».
Morán es bien conocido en España por sus «Intempestivas sabatinas», que publica en La Vanguardia. Cáustico y agudo articulista, pocos temas caen fuera de su interés. Parecería como si, entusiasmado por el ingenio y la originalidad de su columna, hubiera decidido trasladarlos a una empresa que requería otra actitud y competencia. La obra que resulta es flaca en contenido e inadecuada en estilo. Y «el estilo es el hombre», escribió Barrett.