España constituye una potencia mundial en producción y venta de armas. Es un sector de nuestra economía que no sabe de crisis. Sólo sus víctimas están en crisis. El pasado año creció en un 50% la cifra de negocios de la industria armamentista española, lo que resulta más espectacular si se tiene en cuenta que […]
España constituye una potencia mundial en producción y venta de armas. Es un sector de nuestra economía que no sabe de crisis. Sólo sus víctimas están en crisis. El pasado año creció en un 50% la cifra de negocios de la industria armamentista española, lo que resulta más espectacular si se tiene en cuenta que en 2006 ya había alcanzado un máximo histórico. O sea, que estamos que nos salimos. Si se me permite la triste humorada: la hemos armado buena.
No soy tan utópico como para defender que los estados no tengan armas. Me resulta más sencillo imaginar que no haya estados. En todo caso, si han de tenerlas -no veo cómo un Estado podría subsistir desarmado-, alguien habrá de fabricarlas. No es ése el problema principal. El problema más peliagudo es qué armas se fabrican y a quiénes se venden.
España ha producido durante años armas especialmente repugnantes, por estar destinadas a causar víctimas en las poblaciones civiles. Las minas antipersonas, por ejemplo. También ha producido y vendido mucho material antidisturbios, particularmente indicado para reprimir a la gente que se manifiesta por las calles de su país en contra de esto o de lo otro. Mírenlo ustedes como quieran. A mí me da asco.
Pero, como apuntaba antes, no es sólo qué se fabrica. También a quién se vende. En tiempos, el Gobierno de Pinochet reprimió en Chile las manifestaciones populares con artilugios policiales comprados a la España de Felipe González. Del mismo modo que el Gobierno turco sigue masacrando a la población kurda con aviones comprados a la CASA de José María Aznar. Colombia y Marruecos también se hallan entre nuestros principales clientes.
Muchas veces nuestras industrias ni siquiera saben a quién venden. Ni les importa. Compra Fulano, pero a cuenta de Mengano. Fulano paga, transfiere la mercancía a Mengano, cobra… y a morir, que son dos días. África está llena de guerras en las que no hay un puñetero mendrugo, pero sobran las balas de fabricación europea.
Tal vez sea un modo astuto de prevenir la inmigración ilegal y de evitar el constante y acuciante drama de las pateras. Hacemos lo posible para matar a los subsaharianos en origen.