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La muerte de las lenguas, una tragedia evitable

Fuentes: madrimasd.org

Utilizando métodos matemáticos empleados en biología evolucionista para calcular el número de especies a lo largo del tiempo, se ha conjeturado que en la historia de la especie humana pueden haber existido entre 100.000 y 500.000 lenguas. La cifra no nos dice demasiado, porque nadie sabe desde cuándo existen lenguas humanas (ni exactamente a qué nos referimos con este término), y porque el margen es enorme. Pero sí que nos dice algo muy interesante: igual que sucede con las especies de seres vivos, hoy día existen muy pocas: la mayoría de las lenguas y las especies que ha habido en la tierra han ido desapareciendo. Los cálculos más amplios del número de lenguas hablan de poco más de 6.000, aunque bastantes de ellas ya están extinguidas. Por desgracia, y a diferencia de las especies animales y vegetales, no existen fósiles lingüísticos que nos permitan comprobar cuántas ha podido haber en cada lugar y cómo eran.

La diversidad lingüística se explica sobre todo por la existencia de grupos humanos pequeños: estos eran la mayoría milenios atrás, hoy son relativamente pocos y cada vez menos. Lo cierto es que si tenemos diez mil personas que hablan una lengua y que se encuentran en interacción constante, es probable que hablen casi igual, tanto más cuánto más frecuente y profunda sea la interacción. Pero si esos diez mil se encuentran repartidos en grupitos de cien personas que, además, están básicamente aislados la mayor parte del tiempo, es bastante posible que acabemos con cien lenguas distintas. En realidad algo menos, porque siempre habrá algunos grupos que tengan mayor contacto entre ellos, y de un modo suficientemente estable como para evitar que sus hablas se separen demasiado (al respecto puede verse Bernárdez 2001).

Esta dinámica se refleja en las lenguas de hoy. La inmensa mayoría de esas seis mil es hablada por pocas o muy pocas personas. Son muchas las lenguas que no tienen ni siquiera mil hablantes, y no tan pocas las que cuentan apenas con un centenar o menos. Esto sucede sobre todo con las lenguas de pequeños grupos étnicos de África, Asia, América u Oceanía. En Europa, en cambio, hablamos de «lenguas pequeñas» cuando cuentan con solo unas decenas de miles de hablantes; incluso se considera pequeños a idiomas como el islandés con 310.000 hablantes, e incluso a los que tienen solamente unos pocos ¡millones! de hablantes. El euskera, con mucho menos de un millón de hablantes, o el catalán, con más de siete millones, cuentan para mucha gente entre las lenguas pequeñas cuya conservación quizá «no vale la pena». ¿Qué decir, entonces, de idiomas de indios norteamericanos con una o dos decenas de hablantes, o de otros del mismo continente con unos centenares, con cuatro o cinco mil, con cincuenta mil o, como mucho, un millón? La única lengua amerindia con un número realmente significativo de usuarios es el quechua, en sus diversas variedades, que es utilizado por siete u ocho millones de personas en seis países. La más hablada en los EE.UU. es el navajo, con 150.000, aunque el número de navajos que no conocen su lengua es muy semejante: la lengua va perdiendo hablantes de año en año, cada vez más deprisa.

Chucotos

De forma que la gran mayoría de los seres humanos se reparten pocas lenguas. Aunque no debemos olvidar que es frecuente que muchas personas usen a la vez dos o más idiomas. En el sur de la India, por ejemplo, una persona podrá hablar su «diminuta» habla local, pero también, digamos, el telugu (usada por 75 millones de individuos), el hindi (casi 580 millones) y quizá el inglés (1.500 millones). Si contamos para las lenguas más habladas del mundo tanto sus hablantes «nativos» como los que la usan como segunda o tercera lengua, resulta que con los veintiún idiomas más hablados (los que tienen más de 50 millones de hablantes como primera o única lengua) cubrimos casi la población entera del mundo: en conjunto suman más de 6.315 millones de hablantes, de los 6.500 millones de habitantes de nuestro planeta.

¿Por qué desaparecen las lenguas? La desaparición va unida al tamaño, aunque no de forma automática. Lo cierto es que cuanto más grandes sean los grupos humanos (socioculturales, políticos, económicos, etc.), tanto más probable será la creación de grandes lenguas: español, inglés o chino son muy habladas gracias a sus respectivas expansiones coloniales, no porque sean lenguas mejores o peores que otras. Estas grandes lenguas van restringiendo cada vez más el ámbito de uso de las pequeñas, incluso hasta hacerlas desaparecer. El grupo mayor tendrá habitualmente una marcada tendencia a imponerse sobre los menores, a veces por cuestión de prestigio pero otras, la mayoría, también, o sobre todo, por presión unificadora, por rechazo de la diferencia, etcétera. Es algo que ha sucedido desde los tiempos más lejanos que conocemos, aunque, por ejemplo, en tiempos del Imperio Romano las lenguas pequeñas (tartesio, ibérico, galo, véneto, lenguas célticas de la Península Ibérica, etcétera) tardaron siglos en desaparecer; hoy día, por el contrario, el proceso se acelera drásticamente.

En tiempos del Imperio Romano las lenguas pequeñas tardaron siglos en desaparecer; hoy día, por el contrario, el proceso se acelera drásticamente

Hasta el punto de que la UNESCO calcula que cada dos semanas desaparece una lengua. A mediados de siglo, en algunos lugares no quedará ninguna de esas lenguas de (muy) pocos hablantes, que suelen ser, además, los habitantes más antiguos de la región: es difícil que en 2050 quede alguna lengua aborigen en Australia, que ocuparon la isla-continente hace decenas de miles de años; o que sobrevivan más de una decena de las doscientas actuales de los EE.UU. o Canadá; o que se hable aún alguno de los pequeños idiomas de Siberia, que llevan allí muchos milenios. En África la situación es algo distinta, porque la desaparición de pequeñas lenguas se deberá más al empuje de unas pocas grandes lenguas africanas (swahili, hausa, yoruba, zulu) que a las europeas, pero esa expansión es también a costa de las lenguas más antiguas, «aborígenes» de cada lugar. El siglo XXII empezará, si las cosas no cambian, con solo un tercio, o seguramente menos aún, de las lenguas habladas hoy día.

Las lenguas no suelen desaparecer porque así lo quieran sus hablantes, optando libremente por un idioma más extendido e importante. La desaparición es normalmente producto de la presión del grupo dominante, acompañado de su lengua correspondiente. En ocasiones, hasta mediante la violencia: se prohíbe el uso público, incluso privado, del idioma minoritario, y se castiga a los contraventores. O se saca a los niños de su grupo étnico y lingüístico para llevarlos a escuelas lejanas donde se les castiga si hablan su lengua con algún compañero, forzándoles a utilizar solo la lengua dominante (sucedió en EE.UU. y Australia, por ejemplo, entre 1850 y 1960). Además, el contar con una lengua de larga e importante tradición escrita no es óbice alguno para la desaparición: el copto, derivado del antiguo egipcio y lengua viva de una de las comunidades cristianas más antiguas, se perdió como lengua hablada (se conserva como idioma religioso) por la presión del Islam, asociado a su lengua del Corán, el árabe. Algo parecido sucedió con el etrusco, lengua que servía a una cultura mucho más desarrollada y antigua que la romana, pero que sucumbió ante el empuje político y militar de Roma y su por entonces pequeña e insignificante lengua, el latín.

Enduring voices

Hoy día, en mucho mayor grado que en cualquier época histórica anterior (nunca habían existido lenguas con cientos de millones de hablantes repartidos por inmensas extensiones geográficas), el uso de uno de esos grandes idiomas puede ser inevitable: imaginemos un miembro de una tribu india de los EE.UU. que se ve obligado, por motivos económicos, a vivir lejos de los demás miembros de la tribu; situación extraordinariamente frecuente, y no solo allí, sino en todas partes donde hay grupos muy minoritarios. Difícilmente podrá seguir hablando su lengua. Sucede incluso cuando no se trata de un solo individuo, sino de una familia o de un pequeño grupo de ellas: las posibilidades de conservar su idioma propio serán muy escasas, y es difícil que la siguiente generación se decida a seguir empleando un idioma que no podrán compartir con nadie.

Al desaparecer una lengua se pierde también una cultura única, que está indisolublemente unida a ella

Al desaparecer una lengua se pierde también una cultura única, que está indisolublemente unida a ella. Pero no es solo eso. ¿Qué sucede con los hablantes de una lengua que está desapareciendo? Cualquier que haya vivido durante cierto tiempo en un país con otra lengua y otra cultura, podrá comprender lo que se siente. Por muy bien que hablemos una lengua extranjera, habrá cosas sobre las que seremos incapaces de hablar con naturalidad: sobre todo en lo referente a lo más propio de nuestra cultura y de nosotros mismos, nuestros deseos, experiencia y anhelos. Por eso los emigrantes españoles en Europa acudían a las Casas de España para poder sentirse en casa, precisamente porque era la casa de su(s) idioma(s) y su(s) cultura(s). Hay cosas tan ligadas a nuestra lengua propia que difícilmente podremos expresarla en otras, y entonces nos faltará un pedazo de nosotros mismos.

Los últimos hablantes de las lenguas pequeñas, que en conjunto serán miles, cientos de miles en estos principios del siglo XXI, viven unos años, en ocasiones durante más de una generación, siendo solamente una parte de ellos mismos: la parte que, con más o menos dificultades, puede expresarse en la lengua y la cultura ajena. No olvidemos, además, que los niños tendrán serias dificultades para seguir enseñanzas en una lengua que no es la propia y que, quizá, apenas entienden: el fracaso escolar es una amenaza omnipresente en estos procesos, y sus consecuencias pueden reforzar la marginalidad que planea sobre los miembros de grupos que están perdiendo su idioma propio.

Navajo-land. Tommy-Simms

De forma que la desaparición de lenguas no es solo pérdida de un patrimonio cultural inmaterial que configura buena parte de la esencia del ser humano, como proclama la UNESCO. Es también el desarraigo de miles y millones de personas arrojadas de su hogar lingüístico-cultural e incluso cognitivo, que ni siquiera pueden transmitir a sus hijos. Quienes se felicitan por la muerte de las lenguas, como John Miller en The Wall Street Journal, rechazan también la variedad cultural y prefieren la uniformidad al servicio de la globalización y de la producción económica capitalista en el sentido más neocon. Pero quienes quieren ver un mundo menos uniformizado a la fuerza, más rico, con variedad biológica y también cultural y lingüística, saben que algo se puede hacer: la muerte de las lenguas no tiene por qué ser un fenómeno inevitable: algunas lenguas han reaparecido después de siglos sin hablarse (caso del hebreo), cerca de dos mil personas hablan ya, otra vez, la lengua celta de la isla de Man, dada por muerta en 1967, y cosas parecidas suceden por el mundo. Igual que defendemos la variedad biológica y que luchamos para evitar que desaparezca la foca monje o el lince ibérico, podemos activarnos para impedir la desaparición del cha’palaachi de Ecuador, el dyirbal de Australia o el chukoto de Siberia. Acudir a una de las organizaciones que luchan por este objetivo será un primer paso.


Algunas referencias útiles para profundizar en el tema

Atlas of the World’s Languages in Danger of Disappearing. New revised edition, by Stephen A. Wurm – Cartographer: Ian Heyward. Memory of Peoples series, UNESCO, 2003 (en 2008 se publicará una nueva edición actualizada).

Bernárdez, Enrique. «De monoide a especie biológica: aventuras y desventuras del concepto de lengua». CLAC 7. (http://www.ucm.es/info/circulo/index.htm)

Bernárdez, Enrique. ¿Qué son las lenguas? Madrid: Alianza, 2004.

Crystal, David. La muerte de las lenguas. Madrid: Alianza, 2003.

Gordon, Raymond G., Jr. (ed.), 2005. Ethnologue: Languages of the World, Fifteenth edition. Dallas, Tex.: SIL International. Versión en línea:
http://www.ethnologue.com/ Es el principal catálogo de lenguas del mundo, razonado y con abundante información.

Hagège, Claude. No a la muerte de las lenguas. Barcelona: Ed. Paidós, 2001

http://www.endangeredlanguagefund.org/index.html (Página web de la UNESCO dedicada a las lenguas en peligro).

http://www.unesco.org/culture/en/endangeredlanguages (Organización internacional dedicada a la defensa de las lenguas en peligro. Aquí se pueden encontrar muchos enlaces de interés)

MILLER, John J. (2002), «How Do You Say «Extinct»? Languages die. The United Nations is upset about this», The Wall Street Journal, 8/3/2002.