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Pseudociencia de la represión franquista

Fuentes: Público

El 22 de septiembre, un grupo de asociaciones presentaron ante el juez Baltasar Garzón listados de personas fusiladas por el franquismo. Junto a estos listados y con objeto de contribuir a demostrar la intencionalidad de las actuaciones desarrolladas por el régimen franquista, Psicólogos sin Fronteras Madrid presentó un informe pericial que firmé como perito, en […]

El 22 de septiembre, un grupo de asociaciones presentaron ante el juez Baltasar Garzón listados de personas fusiladas por el franquismo. Junto a estos listados y con objeto de contribuir a demostrar la intencionalidad de las actuaciones desarrolladas por el régimen franquista, Psicólogos sin Fronteras Madrid presentó un informe pericial que firmé como perito, en el que, además de reflejar que las actuaciones ligadas a la memoria histórica cierran heridas o que las entrevistas recogidas hasta la fecha muestran que las familias no manifiestan odio o rencor, se recogía un conjunto de datos que reflejan la intencionalidad de la represión ejercida por el franquismo.

Si el debate es si hubo genocidio o crímenes de lesa humanidad, cabe partir de la definición legal de los mismos en nuestro país en el código penal (a.607): «Ataque generalizado o sistemático contra la población civil por razón de pertenencia a un grupo o colectivo perseguido por motivos políticos, raciales, nacionales o étnicos, culturales, religiosos o de género».
Uno puede encontrar el desarrollo de un complejo y completo entramado de justificaciones pseudo-científicas enmarcadas en el núcleo del mismo régimen y en la dirección justamente mencionada de dar cobertura a ataques generalizados y claramente intencionales a la población civil por razón de pertenencia a un grupo político (y también, supuestamente, racial).

Pueden encontrarse documentadas desde órdenes de depuración dictadas en el BOE por el franquismo, u otras órdenes desarrolladas por los principales dirigentes del movimiento, cartas de apoyo, respaldo y bendición eclesiásticas. Incluso prohombres del régimen desarrollaron investigaciones pretendidamente científicas. Es el caso del coronel y psiquiatra Antonio Vallejo Najera, jefe de los servicios psiquiátricos del Ejército, que, tras formarse en la Alemania pre-nazi, traslada y aplica a España concepciones de limpieza de raza y exterminio de los indeseables, que sirvieron para legitimar la represión generalizada.

Para Vallejo, ser republicano o marxista está íntimamente ligado con la inferioridad mental, la psicopatía y una serie de malformaciones físicas y psíquicas, algo que justifica mediante supuestos experimentos psico-genéticos con presos, realizados con autorización previa y directa de Franco que, a juicio de Vallejo, demuestran científicamente estas relaciones. Como él mismo recoge en su informe «Biopsiquismo del Fanatismo Marxista»: «La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible» y «La inferioridad mental de los partidarios de la igualdad social y política o desafectos queda confirmada».

Los revolucionarios natos eran, según Vallejo, «esquizoides místicos políticos y sujetos que inducidos por sus cualidades biopsíquicas constitucionales y tendencias instintivas, movilizadas por complejos de rencor y resentimiento o por fracaso en sus aspiraciones, propenden, en cierto modo congénitamente, a trastocar el orden social existente». Y las mujeres, en general, pero particularmente las republicanas, eran para él «seres con muchos puntos de contacto con los niños y los animales y que, al romperse los frenos sociales que se les imponen, son especialmente crueles por faltarle inhibiciones inteligentes y lógicas, además de tener sentimientos patológicos».

De estas conclusiones que Vallejo cita en su estudio, el psiquiatra extrae posteriormente una serie de recomendaciones para el desarrollo de políticas basadas en la higiene racial y la moral católica: se trata de «limpiar» la raza española retomando el proyecto purificador del genotipo español iniciado por los reyes católicos (como desarrolla en su libro Eugenesis de la raza hispana). Y esas recomendaciones se traducen en actuaciones como separar a las madres republicanas de sus hijos lactantes, el robo de niños o el desarrollo de programas de reeducación política y moral en los campos de concentración. Donde faltaba una adecuada dotación genética resultaban inútiles los esfuerzos dirigidos a moldear un hombre espiritualmente sano; había, entonces, que extirpar el mal, a ser posible de raíz, unas veces con la muerte, otras evitando que se reprodujesen, por ejemplo.

Por otra parte, como señalan Llavona y Bandres, «los brigadistas supervivientes recuerdan la presencia de miembros de la Gestapo que tomaban mediciones antropométricas e interrogaban a los prisioneros». Algo que deja abierta la hipótesis (mencionada también por Vicenç Navarro), de si pudieron desarrollarse investigaciones que fuesen más allá, en esa misma dirección, como las perforaciones de cráneo desarrolladas por los nazis.

Etiquetar bajo un paraguas supuestamente científico a las poblaciones a las que se pretende perseguir y eliminarlas sistemáticamente es algo necesario en las políticas represivas. Los verdugos no tendrán inconveniente en asesinar al sometido si se le juzga como enfermo mental, al estar justificado que se le someta a un trato igualmente infrahumano y sentirán, además, que asesinan cumpliendo una misión elevada: salvar la patria.

Por eso, conocer nuestra historia, conocer el papel de la ciencia y conocer los mecanismos de la represión sistemática es un ejercicio necesario y sano, además de un elemento más de juicio para concluir que lo que ocurrió en nuestro país fue mucho más que una guerra civil entre hermanos. Porque tras la guerra, el régimen franquista sometió a civiles que ni siquiera participaron en la lucha armada y hubo una persecución sistemática a colectivos de personas que tenían en común una ideología calificada como enferma, contaminadora de la raza y justificadamente reprimida: ser republicano o ser marxista se tradujo en una condena a muerte que, finalmente, desembocó en un genocidio.

José Guillermo Fouce es profesor de la Universidad Carlos III y coordinador de Psicólogos son Fronteras de Madrid