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La filosofía de un movimiento científico y ciudadano

Fuentes: Rebelión

Intervención en las «Jornades de Tecnolliure» celebradas los días 16, 17, 18 y 19 de octubre de 2008 en los IES Puig Castellar y Terra Roja de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona).

Para Víctor Carceler y Joan Davis

 

Bona tarda. Iniciaré mi intervención, si me permiten, con una narración histórica y finalizaré, algo más tarde pero no mucho más tarde, con una sentida dedicatoria y con los cabellos de una niña. La historia con la que abro el relato la he tomado de un libro imprescindible: Leer con niños, del escritor y filósofo Santiago Alba Rico.

Tras la derrota de Salamina, Jerjes volvió a Persia y se dedicó a la construcción delegada de palacios y al cortejo, dejando el mando de las operaciones militares en Grecia a su primo Mardonio. Buscando dividir al enemigo, una táctica tan astuta como antigua y permanente, el delegado de Jerjes envió una embajada a los atenienses para advertirles de la enorme desigualdad de las fuerzas en litigio y de sus escasas si no nulas posibilidades de victoria. Les proponía, esa era la guinda, una alianza contra el resto de ciudades griegas. Los atenienses le respondieron sin vacilación y con claridad, con rotunda claridad:

    […] nosotros ya sabemos sin ningún género de dudas que contáis con un potencial muy superior al nuestro. Huelga que nos echéis en cara esa inferioridad. Pero, pese a todo, prendados como estamos de la libertad nos defenderemos como podamos. Transmite cuando puedas a Mardonio la respuesta de la ciudadanía ateniense: mientras el sol continúe recorriendo el mismo curso que sigue en la actualidad, jamás pactaremos con Jerjes; al contrario, confiando en el auxilio de los dioses y de los héroes, nos enfrentaremos a él para defendernos.

Los atenienses tranquilizaron al mismo tiempo a los espartanos. No había en la tierra oro suficiente, ni una comarca tan excepcional por su belleza y su fertilidad, como para que estuvieran dispuestos, a esa precio, acaso a ningún precio, a abrazar la causa de los medos y a esclavizar a Grecia.

Heródoto, prosigue Alba Rico, señala que a su juicio la diferencia de armas y soldados quedaba compensada e incluso invertida a favor de los griegos en virtud de otra diferencia más profunda que separaba a los contendientes: la que separa el despotismo de la libertad.

La historia, ustedes ya lo han adivinado, me viene como anillo (ajustado) al dedo. No hace falta que les señale quienes son en nuestro caso los medos ni quienes los atenienses, ya han visto claramente el paralelismo. Pero déjenme constatar en una línea, dos como máximo, lo que resulta evidente para todos: también aquí, en el ya largo combate del movimiento del software libre (MSL), esfuerzo ciudadano del que ya se ha cumplido el primer cuarto de siglo y al que quizás podría aplicarse lo que dijo Gandhi de sí mismo: «primero te ignoran; luego se ríen de ti; luego luchan contra ti; y luego vences», también, decía, para el movimiento la libertad es categoría básica, tema esencial diríamos si la palabra no nos asustase

Y esta bien que así sea en mi opinión. De ella, de la libertad, han hablado clásicos y no tan clásicos. Descartes, por ejemplo -lo cito para captar su benevolencia porque Cartesius, como ustedes saben bien, era filósofo renovador y científico destacado, como muchos de ustedes- argumentaba así en las Meditaciones Metafísicas1, en la meditación 4ª:

    Del mismo modo si examino la memoria, la imaginación, o cualquier otra facultad, no encuentro ninguna que no sea en mi harto pequeña y limitada, y en Dios inmensa e infinita. Sólo la voluntad o libertad de arbitrio siento ser en mi tan grande, que no conozco la idea de ninguna otra que sea mayor- de manera que ella es la que, principalmente, me hace saber que guardo con Dios cierta relación de imagen y semejanza. Pues aun siendo incomparablemente mayor en Dios que en mi, ya en razón del conocimiento y el poder que la acompaña, haciéndola más firme y eficaz, ya en razón del objeto, pues se extiende a muchísimas más cosas, con todo, no me parece mayor, si la considero en sí misma, formalmente y con precisión2.

La libertad de arbitrio, señala Descartes con la claridad y distinción deseadas, es lo que le hace pensar que guarda como ser finito una cierta relación – de imagen y semejanza, incluso de imagen me permito destacar- nada más y nada menos que con el mismísimo Ser omnisciente, creador y omnipotente, el Ser de seres.

Tampoco los pasos de otro gran filósofo, y científico también: recuerden la hipótesis cosmológica Kant-Laplace, son de menor interés. El paso siguiente vale su peso en dignidad:

    Ante un gran señor me inclino, pero mi alma permanece en pie. Sin embargo, ante un hombre corriente y de baja condición, en el cual percibo una rectitud de carácter mayor que la mía, inclinaré mi alma, quiera yo o no….

El fragmento continua pero prefiero ahorrarles el final, algo inconsistente en mi opinión con los compases iniciales que les he leído.

Hay desde luego muchos otros textos inolvidables sobre la libertad. Este, conocido por todos, fue escrito por un poeta comunista y republicano, muerto en circunstancias inenarrables en la cárcel de Alicante, a los 32 años de edad:

Para la libertad

sangro, lucho, pervivo.

Para la libertad

Mis ojos y mis manos,

como un árbol carnal, generoso y cautivo,

doy a los cirujanos.

Por concluir este florero de citas que espero no hayan vivido como un rosario, déjenme dar un giro cervantino y recordarles este paso del capítulo LVIII de la segunda parte de El Quijote, no por muy transitado menos visitable: 

    La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

No descubro pues, como les decía, ningún nuevo Mediterráneo si les digo que el valor normativo central del MSL es el de la libertad. No señalo nada que no se sepa urbi et orbe: es tautológico sostener que el «free software moviment» apuesta y lucha por la libertad. Pero…

Pero déjenme citarles ahora a otro científico. Esta vez lógico y matemático, y cuentista sin igual. Le conocemos como Lewis Caroll. En un conocido pasaje de Alicia a través del espejo, este reverendo fotógrafo, amante amantísimo de niños y niñas, escribía el siguiente diálogo, muy del gusto de los malogrados (y no olvidados) Montserrat Roig y Manuel Vázquez Montalbán:

    […] – Pero «gloria» no significa «un argumento que deja bien aplastado» -objetó Alicia.

    – Cuando yo uso una palabra -insistió Zanco Panco [o Tentetieso, depende de las traducciones] con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga… Ni más ni menos.

    – La cuestión -insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

    – La cuestión -zanjó Zanco Panco- es saber quién es el que manda… Eso es todo.

¿Eso es todo preguntarán ustedes? Me temo que sí, que eso es casi todo. Siento dar la razón a una personaje tan pragmático y prepotente como Zanco Panco pero yo también creo -en mis días negros que no son pocos- que la cuestión central suele ser esa, saber quien manda en la sala y en la taquilla de los conciertos y representaciones. Porque en nombre de la libertad, incluso en nombre de esta gloriosa noción y de esta loable aspiración, se han dicho también -y se han defendido y realizado en consecuencia- disparates sin fin. Les pondré algunos ejemplos.

Se ha hablado de una España grande, una y además libre, mientras los cementerios y fosas comunes se llenaban de cadáveres que siguen sin ser identificados (dos de ellos, por cierto, los cito como homenaje que quiere ser representativo, el de mi abuelo materno y, el segundo, el de mi tío paterno Salvador). Uno de los partidos fundados por el señor Berlusconi, no recuerdo cuál de ellos, se llamaba «Polo de la libertades», lo que no deja de ser una contradicción insoportable. Una de las mayores atrocidades del siglo XX, el levantamiento faccioso, apoyado por el presidente Nixon y el doctor Premio Nóbel Kissinger contra el «Compañero presidente» se hizo en nombre de la libertad. Algunas de las guerras de anexión del Imperio del Mal dirigido por Bush I o II, por alguno de ellos o por ambos a la vez, ha sido llamada «Libertad duradera» si no ando errado. A los mercenarios de la contra nicaragüense, aquel grupo de desalmados pagados con dinero ilícito que ocasionaron unas 30.000 muertes, según expuso Harold Pinter en su discurso de recepción del Nóbel, aquel olvidable y nefasto actor de extrema derecha convertido en presidente falsario con alma de cobre les llamó «luchadores de la libertad». Uno de los fundamentalismos económicos y filosóficos más lamentables del siglo XX y del siglo en que vivimos, cuya máscara ha desdibujado espero para siempre la actual crisis, se llama o se ha hecho llamar «neo-liberalismo», y eso después de más de treinta años de evangelización despótica conducida con mano de hierro por Estados Unidos y las proclamaciones litúrgicas de las instituciones que controlan, FMI, OMC y Banco Mundial: mercados libres, dicen, y, por ser libres, eficientes y seguros, privatizaciones, desregulaciones, Estado fuera de la economía por ser inherentemente corrupto e ineficiente, supresión de restricciones a la acumulación de la riqueza y a la correspondiente y sabida producción de miseria social,… Las falsedades de amontonan y suenan ahora como un insulto abyecto. En nombre de la libertad de comercio, por lo demás, se cometieron atrocidades, holocaustos ha escrito Mike Davis, en China e India en la época colonial victoriana tardía, sin olvidar que la razón por la que prácticamente han sucumbido los indios norteamericanos fue el despotismo del ideal de la libertad: los grandes horizontes, el granjero independiente, la libertad europea. Esa misma libertad europea ha exterminado casi totalmente a los maoríes de Nueva Zelanda. Todo ello, y mucho más cosas que evito recordar, se ha hecho en nombre de esta grandiosa noción y en el sentido del ideal de libertad europeo. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki, el primer ataque de destrucción masiva, las lanzó el gobierno Truman, con su impío presidente en cabeza, en nombre, dijo, de la defensa de la libertad.

En fin, como remate final, y para no agotar su paciencia ni herir más su sensibilidad, en una de las puertas de entrada de uno de los campos, el primero si no recuerdo mal, que formaban el complejo de Auschwitz podía leerse: «Arbeit macht frei», el trabajo (inhumano, despótico, asesino) nos hace libres.

Sea como sea, la cuestión nuevamente es la libertad. Sí, claro, de acuerdo dirán ustedes, pero, concretando algo más, ¿de qué libertad hablamos, de qué hablamos cuando hablamos de libertad en este caso?

Si a mi me preguntaran, les diría que libertad es una noción especialmente compleja, como casi todas los conceptos fundamentadores o fundacionales, y que creo que con esa etiqueta nombramos cosas y situaciones muy distintas que acaso exigirían, analíticamente, términos diferentes para no confundirnos; que de hecho no hay libertad sino libertades y que algunas de ellas son absolutamente contradictorias con otras. La libertad irrestricta en la circulación de capitales y mercancías, y en las ingenierías financieras sofisticadas, es en numerosas ocasiones, algunas de las cuales estamos (mal)viviendo actualmente, antagónica con libertades individuales básicas como las de opinar libremente, trabajar libremente o incluso, si me apuran, de existir en libertad. Dicho brutalmente: la libertad de bombardear el Palacio de la Moneda es antagónica con las libertades constitucionales chilenas en tiempos de aquel médico humanista, sobre el cual seguimos aupándonos para ver, vivir y comprender, que se llamaba Salvador Allende, enterrado, como ustedes recuerdan, en ausencia de libertad, de forma clandestina al día siguiente de su muerte por seis oficiales chilenos en compañía de su esposa, la señora Hortensia Brusi, ahora hace de ello aproximadamente 35 años, 1 mes y 5 días si no he contado mal.

En este asunto, en asuntos libertarios, como en casi todas las temáticas de interés, vale la pena ir de nuevo a los clásicos. Y el clásico, en este caso, tiene un apellido conocido, Einstein, un científico sin igual, un divulgador sin parangón y uno de los filósofos políticos y morales no académicos más interesantes del XX. Lo haré tomando pie en un breve artículo de 1940. «Sobre la libertad» es su título y fue recopilado por Ruth Nanda Anshen. Pueden leerlo en cualquier antología de textos no científicos de Einstein. Por ejemplo, en Mis ideas y opiniones. De aquí lo he tomado.

Einstein señala inicialmente en este breve texto que es inútil discutir sobre juicios de valor fundamentales: «si alguien aprueba como objetivo la erradicación del género humano de la Tierra, nadie puede refutar tal punto de vista sobre bases racionales». En cambio, si hay acuerdo sobre determinados objetivos y valores, uno puede discutir racionalmente sobre los medios para alcanzarlos.

No importa señalar ahora mi discrepancia con esta pesimista consideración einsteiniana-«Nadie puede refutar tal punto de vista sobre bases racionales» debería haberse formulado mejor, en mi opinión, con un «sobre bases estrictamente argumentativas»-, sino indicar que Einstein apunta a continuación dos objetivos sobre los que dice que seguramente habrá acuerdo entre los que le lean y espero también entre todos ustedes, entre los que ahora me están escuchando. El primero: los bienes instrumentales destinados a sustentar la vida y la salud de todos los seres humanos deberían producirse con el mínimo trabajo posible (con temor, y sin tiempo para argumentarlo, señalo que en nuestro ahora sería necesario añadir matices de peso a ese loable deseo por las implicaciones fáusticas descontroladas que puede implicar esa razonable finalidad, sin dejar de destacar a un tiempo que, claro está, «todos los seres humanos» refiere a todos los seres humanos, sin exclusiones).

El segundo objetivo: la satisfacción de las necesidades físicas es condición necesaria pero no suficiente para una existencia satisfactoria. No tengo ninguna objeción en este caso. Einstein señalaba con nitidez que:

    Para que los humanes estén satisfechos debe tener también la posibilidad de desarrollar su capacidad intelectual y artística de acuerdo con sus características y posibilidades personales.

En su opinión, compartible sin duda, el primero de estos objetivos «exige la difusión de todos los conocimientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales, es decir, el estímulo de todas las investigaciones científicas». El progreso de la ciencia, también de las ciencias informáticas podemos nosotros añadir, exige que sea posible la difusión sin restricciones de las opiniones y resultados: libertad de expresión y de enseñanza en todos los campos de la actividad intelectual.

¿Y qué sería entonces esa libertad a la que Einstein alude? La libertad, con sus propias palabras, equivale en este caso a condiciones sociales de tal género que el individuo que exponga opiniones y afirmaciones sobre cuestiones científicas e intelectuales, de carácter general y particular, no corra peligros o riesgos graves. La libertad de comunicación, añade el afable amigo de Kurt Gödel, es indispensable para el desarrollo y crecimiento de los conocimientos científicos. Esa libertad debe estar garantizada por ley y, al mismo, debe reinar en la sociedad un espíritu de tolerancia hacia las opiniones críticas, añadiendo el físico de la relatividad, que no relativista, de forma realista pero no entregada:

    Un ideal de libertad externa como éste nunca se logrará de modo pleno, pero debe perseguirse con denuedo si queremos que avance lo más posible el pensamiento científico, y pensamiento filosófico y creador en general.

(Entre paréntesis déjenme señalarles un ejemplo, algo colateral, de este sentimiento partidario de la difusión de los conocimientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales. El 10 de septiembre del año en curso se celebró en Ginebra un importantísimo experimento en el ámbito de la física de partículas. El laboratorio de la Organización Europea para la Investigación Nuclear, el CERN, logró un gran avance científico después de 14 años de trabajo y un gasto de unos 8.000 millones de dólares. Fue un momento tan importante en la ciencia mundial que los científicos estadounidenses del Fermilab de Illinois, una institución supuestamente en competencia, abrieron botellas de champaña a las 4:38 de la mañana para celebrar el éxito conseguido. Pier Oddone, el director del Fermilab, admitió que era un «momento agridulce»: hasta 1993 Estados Unidos era la autoridad mundial en física de partículas. Ese año, el Congreso estadounidense, lleno de confianza en sí mismo por haber «ganado» la guerra fría, es decir, la tercera guerra mundial, consideraba que resultaba muy costoso construir el tipo de supercolisionador necesario para este avance de la física de partículas; geopolíticamente era prescindible).

Recupero el hilo, prosigo con el relato central. Para alcanzar el segundo objetivo, que sea posible el desarrollo espiritual de todos los individuos, Einstein apunta a otras coordenadas a las que luego me referiré. Pero esta primera libertad externa, en mi opinión, está perfectamente recogida en las consideraciones normativas del MSL. Intento argumentarlo

En una entrevista que apareció en la revista El Viejo Topo -y pueden ver ahora ustedes en www.rebelion.org-, se le preguntó a Richard Stallman por la finalidad básica del movimiento. El MSL, respondió nuestro admirado científico-actor, pretende que todos los usuarios de software tengan cuatro libertades esenciales. Son conocidas:

La libertad 0 es la libertad de ejecutar el programa como se quiera. Seguramente Einstein, sabedor sin duda de los potenciales desastres que aquí están sumergidos -recordemos su experiencia con el proyecto Manhattan-, estaría de acuerdo.

La libertad 1 es la libertad de estudiar el código fuente del programa y de cambiarlo para hacer lo que se quiera. Un Einstein renacido con fuerzas multiplicadas ya ha estampado su firma en esta segunda libertad.

La libertad 2 es la libertad de ayudar al prójimo, la libertad de distribuir copias del programa cuando se así se estime. El autor de Por qué socialismo aprobaría encantado esta prueba de fraternidad y solidaridad entre humanos.

La libertad 3 es la libertad de ayudar a tu comunidad, la libertad de distribuir versiones modificadas cuando quieras. Mejor imposible, exclamaría el creador de la paradoja Einstein-Podolsky-Rosen, la denominada «paradoja EPR».

Con todas estas cuatro libertades, insistía Stallman, un programa es software libre. Si falta alguna de estas libertades, sólo una de ellas, ya no lo es. En un lado, añadía Stallman trazando una interesante línea de demarcación normativa, tenemos la libertad individual y la solidaridad social; en el otro, la dominación sobre todos los usuarios en lo que respecta al desarrollo del programa.

    Yo pienso que tal dominación es injusta y no debe existir nunca; por lo tanto, nuestra meta es la liberación del ciberespacio y de todos sus habitantes.

Es innecesario señalar que el primer punto, la vindicación de uso del programa sin que importe el propósito no es una tema baladí y aproblemático. ¿Debemos aceptar, acepta el movimiento, el uso de programas de software libre por parte, pongamos por caso, de funcionarios de un agresivo Pentágono en vistas a ayudarse a la programación de misiles nucleares destinados a destruir la vida de miles de personas, algunas de ellas, muchas de ellas, desconocedoras del debate sobre la conveniencia y justicia de códigos abiertos o cerrados? En principio, paradójicamente si quieren, la respuesta es afirmativa: para cualquier propósito, admitámoslo, es para cualquier propósito.

No me entiendan mal. No quiero decir con ello que sea conveniente forzosamente restringir usos pero sí quiero apuntar, solamente apuntar, que esa vindicación, sin duda razonable y sensata, tienen flecos peligrosos: permite que el bien, las buenas causas, ayuden o puedan ayudar a la construcción y acumulación del mal, incluso del mal apocalíptico, sea cual sea la consideración que tengamos de esta manida noción.

Tampoco la misma aplicación de esta definición de software libre es aproblemática. Google Chrome es un programa de código abierto, sin embargo hay controversias en torno a si es o no software libre. Hay quienes piensan que las aplicaciones que obedecen a determinadas cláusulas -hay que destacar que Google Chrome no puede descargarse desde Cuba, «sujeto a los controles a la exportación de los Estados Unidos» que obliga a los usuarios a «no descargar ni utilizar el software sin todos los permisos requeridos en cualquiera de los destinos proscritos (incluidos Cuba, Irán, Corea del Norte, Sudán y Siria), en nombre de cualquier entidad o persona, para cualquier uso proscrito o de ninguna otra forma que contradiga estas regulaciones a la exportación o programas de sanciones»- impiden el pleno ejercicio de las cuatro libertades enunciadas a personas de varios países del mundo. Otra parte de la comunidad, en cambio, señala que Google Chrome utiliza la licencia legal BSD, que es reconocida por la Free Software Foundation como una licencia de Software Libre. Por tanto, Google Chrome es tautológicamente software libre.

Por lo demás, dije antes «paradójicamente» y acaso no fue un desliz ni un pobre recurso retórico, porque Stallman ha señalado en más de una ocasión que el propósito de la ciencia y la tecnología es crear información útil para la sociedad, para ayudar a la gente a vivir mejor, y no parece que la generación de productos mortíferos o de otros cachivaches similares nos aproxime en lo más mínimo a la noción de sociedad buena.

¿Se infería de ello se le preguntó, se colegía de estas deseadas cuatro libertades que él fuera partidario de prohibir el software privativo? Sí y no respondió. Nuestra meta, señaló Stallman, es que no haya software privativo. Si se entendía por «prohibición del software privativo», la garantía de las anteriores libertades del usuario entonces sería correcta esa afirmación; si se consiguiera el rechazo masivo de los usuarios del software privativo, estaríamos en el buen camino. Pero, matizo Stallman,

    […] yo no propongo específicamente la prohibición del software privativo por ley sino que intento educar a la gente a reconocer el valor de la libertad de cooperar y, por lo tanto, intento educar a los ciudadanos para que valoren su libertad y para exigir la libertad de rechazar el software privativo.

Es remarcable el paralelismo y consistencia de estas finalidades con las características que otro magnífico científico, sociólogo esta vez. Robert K. Merton, fallecido recientemente, atribuía al conocimiento científico estos cuatro atributos: universalidad, comunidad de los conocimientos, escepticismo organizado y desinterés3. Pero tales valores acaso fuesen valores universalmente aceptados y practicados en las viejas prácticas científicas. No está claro que sigan siendo valores compartidos. La militarización de la ciencia, con el secretismo que le es consustancial, y la privatización del saber por las grandes corporaciones están reduciendo el segundo criterio a mera hipocresía cuando no a simple ilusión, apuntó el filósofo Manuel Sacristán. No está clara tampoco la práctica universal del desinterés en los territorios actuales de la ciencia. En cuanto a la universalidad es sabido que otros saberes menos tecnificados, menos fundamentados, menos matematizados, también reclaman su lugar en el mundo. Vandana Shiva, que no es ninguna persona desinformada, doctora en físicas por Oxford si no recuerdo mal, ha llamado repetidamente la atención sobre este punto con razones nada triviales.

Con ello quiero apuntar otro mérito del movimiento: ciertamente el MSL también marcha a contracorriente en esta arista del polígono. Es como si una hermosa, secular y dignísima reacción del clásico espíritu científico se pusiera en pie contra los desmanes de la consigna «toma el dinero y corre» que también pretende reinar, o incluso reina ya, en el ámbito del conocimiento. No era fácil, nunca lo ha sido, y no es fácil ahora transitar por este sendero de liberación.

Ahora bien, suponiendo aunque no admitiendo que la conjetura de J. J. Benítez defendida en «Planeta encantado» -una serie poco recomendable que se emitía en una televisión pública española- sobre la existencia de un civilización terrícola, descubierta y ocultada por los tripulantes del Apolo II, en alguna cara oscura de la Luna tuviera alguna verosimilitud, y aceptando igualmente que los supervivientes de esa civilización hubieran seguido informados de los acontecimientos de su mundo originario hasta, pongamos, finales de la década de los sesenta, si bien a partir de entonces, por estrategia de algún ser omnipotente y mal intencionando a un tiempo, hubieran dejado de recibir bits informativos de nuestro acaecer, y suponiendo igualmente que por haceres del Destino, por curiosidad intelectual, por aburrimiento o por placer viajero algunos de ellos visitaran a estos inicios del siglo del cambio climático, de la deseable derrota del neoliberalismo y de la destrucción del derecho internacional el mundo en el que han vivido Mozart, Gödel, Espriu y Michel Angelo es muy probable que se llevaran más de una sorpresa.

Observarían con estupor la desaparición de aquel intento frustrado de asaltar los cielos. Verían horrorizados la desintegración otánica de la antigua Yugoslavia. Contemplarían en silencio las dos guerras del golfo y su balance de tragedia abisal. Verían un nuevo muro levantado en tierras palestinas por los supuestos herederos de aquellos que sufrieron la mayor de las iniquidades. Observarían llenos de estupor la ayuda de Estados de sociedades poderosas, que han sostenido como axioma y dogma de fe que el mercado es absolutamente racional y autosuficiente, a los máximos responsables del mayor desastre económico de la historia humana. Pero no sólo el páramo de la desolación se fijaría en sus retinas. Al lado de todo ello, en un plano más próximo, nuestros alienígenas, ex terrícolas, cobrarían aliento al contemplar la vitalidad y pujanza de movimientos ciudadanos. Sin duda, de ese movimiento de movimientos que postula y dice razonablemente que otro mundo es posible y necesario, pero también de otro movimiento, aparentemente más técnico, con menos aristas críticas o antisistémicas, diverso sin duda, sin grandes finalidades de transformación socioeconómica hasta la fecha, pero que alcanza ya dimensiones casi planetarias y tiene cada vez una mayor presencia y participación ciudadanas.

Que el MSL es un movimiento poliético está fuera de toda duda razonable. Sus cuatro finalidades son prueba de ello. El movimiento está formado no sólo por científicos, ingenieros y técnicos. Esa heterogénea composición social no es frecuente. No es que en la historia de la ciencia y de la técnica no haya ejemplos de referencia. Los hay. Empezando por Hipatia de Alejandría, aquella mujer descuartizada, y no es una metáfora, por las hordas cristianas, y siguiendo por Bruno, Galileo, Servet o Vavilov. Y también, por qué no citarlo, a ese joven matemático boliviano convertido en admirable vicepresidente del gobierno de Evo Morales llamado Álvaro García Linera al cual me permitirán que rinda aquí un homenaje merecidísimo. Pero no es tan frecuente, en cambio, la amplia dimensión que ha adquirido este movimiento que tiene que ver con algo tan singular, tan para expertos, tan sofisticado, como es la programación, la codificación de algoritmos, y la obertura o ocultación de códigos fuente.

El movimiento tiene un líder destacado: Richard Stallman. Que Stallman es un informático reconocido no ofrece discusión (aunque ignoro si ahora ejerce como tal, cosa sin duda irrelevante), como tampoco la ofrece que es un filósofo de importancia en una acepción no estrictamente académica del término.

En su presentación de un libro leído seguramente por todos ustedes –Software libre para una sociedad libre-, editado por Traficantes de Sueños, Lawrence Lessig, un reconocido jurista de Stanford lo explica con claridad y buenas razones

    Cada generación tiene su filosofo: un escritor o un artista que plasma la imaginación de una época. A veces estos filósofos son reconocidos como tales, pero a menudo pasan generaciones antes de que se caiga en la cuenta. Sin embargo, con reconocimiento o sin él, cada época queda macada por la gente que expresa sus ideales, sea en el susurro de un poema o en el fragor de un movimiento político.

    Nuestra generación tiene un filósofo. No es un artista, tampoco un escritor profesional. Es un programador. Richard Stallman comenzó su trabajo en los laboratorios del MIT como programador y arquitecto desarrollando software de sistemas operativos. Ha desarrollado su carrera en la vida pública como programador y arquitecto fundando un movimiento por la libertad en un mundo cada vez más definido por el «código».

No estoy seguro de que cada generación tenga un único filósofo. Por dudar, dudo incluso que sepamos exactamente qué es un filósofo o incluso qué es una generación. Pero aceptarán conmigo que algo hay en Stallman que recuerda la figura de Sócrates, del autor por excelencia de la filosofía occidental, padre y abuelo de los dos pensadores más importantes de todos los tiempos, Platón y Aristóteles.

Como Sócrates, Stallman habla mucho. Como Sócrates, Stallman dicta conferencias y alecciona a los jóvenes (y a los que no son tan jóvenes). Como seguramente fue Sócrates, Stallman es intratable en el plano corto y anda un poco-mucho pagado de sí. También como Sócrates, Stallman no escribe mucho, o como mínimo no escribe muchos textos filosóficos. Como Sócrates, tampoco Stallman cuida las formas establecidas. Eso sí, a diferencia de Sócrates, Stallman escucha poco. O mejor aún, no interpreta o lo hace muy selectivamente las ondas que penetran en su cerebro. También los genios, todos ellos, presentan aristas mejorables.

Está además, como otro punto más de coincidencia, la racional fiereza, permítanme la expresión, con la que Stallman defiende sus posiciones. Negro sobre blanco ha escrito y con voz clara ha señalado que en un momento de su vida, central por lo demás, encontró una forma de vivir sin hacer algo inmoral e inmoral sería escribir código privativo (la cursiva es mía)

Aparte estas similitudes, destaco con énfasis y complacido que Stallman piensa muy bien, casi tan bien como Sócrates lo que no es poco. Daré algunos ejemplos de ese buen pensar de Stallman, de esa capacidad para el matiz e incluso (¡sorpresa, sorpresa!) de su realismo programático.

El primer ejemplo es un paso del coloquio de su conferencia de 2001 en el MIT. Dice aquí Stallman a propósito de los derechos de autor:

    Por supuesto, no podemos ver ahora cómo podría funcionar correctamente, o si es que podría funcionar, el hecho de pedirle a la gente que pague dinero de forma voluntaria a los autores y músicos que les gustan. Una cosa obvia es que todo lo bien que puede llegar a funcionar un sistema así es proporcional al número de personas que participa de la red, y ese número, lo sabemos, se incrementará exponencialmente dentro de unos años. Si lo intentásemos hoy, podría fallar, pero ello no probaría nada porque con diez veces más gente participando podría funcionar.

La crítica al falsacionismo ingenuo de Sir Karl Popper, es notable y de una hermosa y pasmosa sencillez.

Segundo ejemplo, de realismo político esta vez, una buena ilustración del tocar realidad sin ensoñación generadora de ilusiones vanas, con un notable uso de la distinción extensional e intensional conjuntística, aunque con algunas concesiones al lenguaje establecido, a la lengua del poder.

    Tengo una sugerencia. Si aconsejáramos boicotear totalmente las películas, la gente ignoraría ese consejo. Podrían considerarlo demasiado radical. Así que quisiera hacer una sugerencia levemente diferente, que lleva a lo mismo, y es: no vayas al cine a menos que tengas una razón sustancial para creer que la película es buena. Ahora bien, esto conduciría, en la práctica, a casi el idéntico resultado que el boicot total de las películas de Hollywood. En extensión es casi lo mismo pero en intensidad es muy diferente. Hemos notado que mucha gente va al cine por razones que nada tienen que ver con lo buena, o no, que ellos piensen que es la película. Así que si cambias eso, si sólo vas a ver una película cuando tienes alguna razón sustancial para cree que es buena, les estarás quitando un montón de dinero.

Dos botones como muestra que no está nada mal. Estarán ya convencidos del buen pensar de Stallman. Cojamos nuevamente el hilo de nuestro ovillo.

Hablaba antes del primer género de libertad. El segundo género de libertad externa, vuelvo a Einstein, remite a otra cosa. El individuo no ha de tener que trabajar tanto para cubrir sus necesidades vitales que no le queden fuerzas ni tiempo para actividades personales. Si no existe tal condición, señala Einstein muy sensatamente, no le servirá para nada la libertad de expresión, el primer tipo de libertad externa. ¿Y cómo conseguir estas condiciones necesarias, absolutamente necesarias, sin las cuales lo otro no? El progreso tecnológico haría posible este tipo de libertad si se lograse una división nacional -yo quiero leer aquí división nacional y racional- del trabajo.

Es obvio el carácter republicano, en el mejor sentido del término, de esta segunda consideración: no existe libertad real, libertad para vivir sin dominación ni permiso, si en las cuestiones básicas dependemos de otros. Conclusión que rápidamente se colige: hoy, la mayor parte de la humanidad no es libre realmente, acaso no lo ha sido nunca.

Esta segunda acepción de la libertad, la más netamente política, me permite tomar pie en algunas consideraciones críticas sobre la filosofía del movimiento, y algunas de sus prácticas, para evitar caer en una apología por lo demás merecida de este movimiento científico y ciudadano que, no se le oculto, admiro. Telegráficamente:

El movimiento no tiene una definición política. No es de izquierdas ni de derechas, ni feminista ni ecologista, ni liberal ni socialdemócrata, ni terzointernacionalista. No es miembro de la Internacional situacionista ni de la IV Internacional ni está adherido al movimiento de movimientos ni a nuevo partido anticapitalista francés.

Stallman lo ve como un mérito del proyecto. Aceptémoslo. De acuerdo aún estando en desacuerdo, sea así. Pero aún aceptando este vértice nada marginal sería conveniente que el movimiento cuidara sus aliados provisionales, especialmente en el ámbito de las grandes corporaciones. Algunos de esos amigos, por lo que sé, son cualquier cosa menos ángeles afables de la guarda, no son nuestros guardianes entre el centeno y no creo estar lleno de prejuicios enrojecidos si afirmo que la libertad ciudadana no es la primera sentencia del programa de sus preocupaciones básicas. No doy nombres por ahora.

A veces, sin embargo, en ligera inconsistencia con la anterior consideración, hay netas tomas de posición. Esta por ejemplo es del propio Stallman. Se refiere en ella al gobierno y Estado usamericanos. Los recientes acontecimientos parecen darle nuevamente la razón.

    No, no, no se mantiene neutral porque es la máscara de las grandes corporaciones globales y siempre las apoya [La máscara es término de Stallman y el «siempre» es también suyo]. Cuando hay problemas en los Estados Unidos, el gobierno no intenta corregirlos sino que intenta imponerlos al resto del mundo, y un ejemplo de ello es su presión para imponer mundialmente patentes informáticas. El representante del Comercio de Estados Unidos intenta imponer el negocio de Microsoft en otros países. Es un ejemplo, pequeño si se quiere, del mal que ocasiona en muchos aspectos de la vida cotidiana el gobierno de los Estados Unidos.

A pesar de ello, Stallman y con él el MSL, no rechaza ayudas o colaboraciones puntuales de empresas como IBM. Y, estarán conmigo, que hay que tener estómago para ello y olvidar o dejar entre paréntesis historias que acaso no deberían ser olvidadas. Les cuento un cuento reciente sin remitirme a truculentas historias del pasado. La prestigiosa revista médica inglesa The Lancet, en su número de enero de 2006 indicaba que diez años de guerra civil en la República Democrática del Congo ha ocasionado entre 3,5 y 4,5 millones de muertos. Todos los especialistas reconocen que esa tragedia tiene por telón de fondo la apropiación de los minerales estratégicos que abundan en el Congo: diamantes, oro, colombio-tantalio (coltan), cobalto. La RDC posee el 80% de las reservas de coltan existentes. El coltan se utiliza en la industria electrónica, particularmente en la fabricación de teléfonos móviles. Entre las sociedades transnacionales responsables de este genocidio están la AngloGold Ashanti, asociada a Anglo-American, sociedad minera con sedes en Johannesburg y Londres, y a Barrick Gold Corporation, con sede en Canadá. Los grandes consumidores del coltan son, entre otras grandes empresas, Sony, Microsoft, Hewlett-Packard, Nokia, Motorola, Siemens, Intel y también IBM desde luego.

2. Todo movimiento, por democrático y participativo que sea, suele tener personas que lo representan ante la ciudadanía pero, en mi opinión, el MSL tiene un evidente exceso de liderazgo con aristas publicitarias excesivas y comportamientos histriónicos demasiado teatrales, por estudiados que sean estos e incluso admitiendo su probada eficacia propagandística. El mal gusto no siempre está distante de estas actuaciones. Ver a Stallman devorar compulsivamente un pastel tras una conferencia, con manos y aparato digestivo en plena y rápida acción, no es una escena que les pueda recomendar.

3. Apunto entre paréntesis, sin extenderme, que también aquí la presencia masculina es absolutamente mayoritaria sin paridad observable, si siquiera como objetivo, en el horizonte corto y medio.

4. El MSL está abriendo el ámbito de sus intervenciones a numerosos campos anexos y no anexos, como el del copyright, el de la reproducción de bienes culturales en general y el de los derechos de autor. También aquí los éxitos se acumulan -simplemente, han revolucionado los planteamientos tradicionales- pero creo que es en este ámbito donde todo esfuerzo didáctico no es inútil sino condición necesaria y no siempre el movimiento ha estado, en mi opinión, a la altura de las circunstancias y las exigencias didácticas. A veces ha dado por supuesto muchos temas y ha presupuesto en la opinión una predisposición que acaso hoy por hoy esté sólo presente en sus vanguardias más convencidas o en sus sectoes más jóvenes y creativos.

5. El MSL es movimiento de un asunto básico y de temas afines pero no siempre es sensible a otros asuntos que, por lo demás, no le están muy alejados. Pongo dos ejemplos recientes de esto último.

Primera ilustración4. Los monitores de los ordenadores antiguos cuentan con tubos de rayos catódicos para visualizar las imágenes. Los dispositivos contienen plomo, una sustancia que es tóxica si no es tratada adecuadamente. La oficina general de auditoría de Estados Unidos (GAO) ha publicado un informe en el que se denuncia las malas prácticas de empresas norteamericanas que optan, por rentabilidad económica (la búsqueda compulsiva del centavo que diría Brecht), enviar a China e India, y a otros países, los ordenadores, impresores y teléfonos móviles que desechan en vez de tratar sus componentes adecuadamente. La exportación de desechos peligrosos está regulada por el convenio de Basilea de 1992 pero Estados Unidos no ha ratificado el convenio. Sé que esta temática no es obviamente un asunto de programación libre, pero ¿no tiene nada decir una fundación ni un movimiento que aspira a mejorar las cosas en el ámbito informático? ¿No deberían denunciar prácticas comerciales alejadas años-luz de cualquier consideración positiva de la libertad y la justicia reales? ¿No hay nada qué decir si la finalidad sigue siendo una sociedad buena y realmente libre?

Segundo ejemplo. Chuck Kaufman, miembro de la Alianza para la Justicia Global (Alliance for Global Justice, AFGJ), está indignado con un videojuego en el que se invade Venezuela por su petróleo. La compañía desarrolladora, Pandemics, «está asociada a la guerra, esto no es ficción», ha comentado Kaufman. La aparición del videojuego ‘Mercenaries 2: World in Flames’, en el que los jugadores invaden una Venezuela corrompida por el petróleo, encendió su ira. El juego «glorifica el odio y la cultura mercenaria del chantaje entre otras, como el «derecho» de los Estados Unidos a intervenir militarmente en los países». Nadie debería comprar ese juego, ha señalado, especialmente desde que se supo que la productora Pandemic Studios crea juegos para entrenamiento militar de la CIA y el ejército. ¿Venezuela es una elección casual? No, no hay atisbo de duda. La primera parte de Mercenaries se desarrolló en Corea del Norte, un país del «eje del mal». Cameron Brown, director de Pandemics, dijo que el juego era «sólo ficción. Películas de James Bond también se desarrollan en sitios de este planeta». ¿Por qué preocuparnos por mercenarios, Chávez y Venezuela? Chuck Kaufman, que conoce bien el terreno minado en que se mueve, ha respondido:

    Bond es un agente inglés posterior a la era del imperialismo británico. Los Estados Unidos tienen más mercenarios en Irak que soldados. El régimen de Bush hostiga a Venezuela y Chávez con mucha claridad. Pandemics está asociada con la guerra; esto es más que «ficción».

¿No tiene, pues, nada que decir el MSL ante este tipo de «productos informáticos»? ¿No debería el movimiento ampliar su vuelo y otear sobre los usos normativamente correctos del software, sea este libre o privativo? Incluso más, independientemente del carácter informático o no de la cuestión, ¿no clama a cualquier idea de justicia, por prudente que ésta sea, una hazaña bélica de este calado, un disparate lúdico de esta naturaleza?

Para ser justos, algunas aristas -no todas, algunas son en mi opinión estrictamente consistentes con el status quo depredador en el que estamos-, algunas aristas, decía, de las declaraciones de Jon «Maddog» Hall, Presidente de Linux Internacional, merecen atención. En una entrevista con Bernardo Gutiérrez5, señalaba por ejemplo:

    Hay una relación importantísima entre independencia tecnológica y política. Mire Venezuela y Brasil. Hugo Chávez se dio cuenta de que si quería ser independiente de Estados Unidos no podía funcionar con el sistema del enemigo. Apostó por el software libre. ¿Y si Estados Unidos entrase en guerra y el enemigo usa sus sistemas? No habrá emancipación del tercer mundo si dependen de la tecnología registrada del primero. Brasil está dando una lección. Todas las instituciones públicas están usando software libre. Ahorran dinero y son independientes.

Sin ocultar, por lo demás, otras sensibilidades destacables. Esta por ejemplo:

    Un pueblo que habla swahili, que tienen 50 millones de hablantes en África, nunca puede usar un editor de texto en su propia lengua. Ellos entraron en contacto con los programadores de OpenOffice y contrataron un programador para hacer el trabajo. Ahora, OpenOffice no sólo tiene una versión en swahili sino de sus cuatro dialectos. La respuesta es obvia.

En cuanto a las patentes, la posición del presidente de Linux International es neta y solidaria:

    Las patentes son leyes hechas por los gobiernos y deberían estar pensadas para beneficiar a las personas, no a las empresas. Microsoft quiere patentar absolutamente todo lo que le esté permitido patentar. Las patentes son básicamente dañinas, porque hay mucho trabajo que ha sido realizado y distribuido con anterioridad.

Por otra parte, no creo que ofrezca ninguna dificultad al MSL pulir algunas caras, trabajar algunos vértices. Por lo que sé, modificar aristas, ampliar horizontes, perseverar los puntos esenciales, no debería significar dificultad alguna para el MSL porque existe otro tipo de libertad, que Einstein llamaba libertad interna, de la que los activistas del movimiento, muchos de ustedes, Víctor Carceler, Joan Davies, los dos máximos organizadores de este encuentro, anda sobrados. Einstein la definía así:

    La evolución de la ciencia y las actividades creativas del espíritu en general [su trabajo diario] exige otro tipo de libertad, que puede llamarse libertad interna. Es esa libertad de espíritu que consiste en pensar con independencia de las limitaciones de los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la rutina antifilosófica y al hábito embrutecedor en general. Esta libertad interna es un raro don de la naturaleza y un objetivo digno para el individuo.

La comunidad, prosigue Einstein, puede hacer mucha labor de estímulo en este sentido o como mínimo puede no poner trabas. Pensar con independencia de las limitaciones de los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la rutina antifilosófica y al hábito embrutecedor en general. Ahí es nada. Tenemos delante un excelente programa de investigación, un magnífico e inacabable plan de trabajo.

Si mi exposición ha tenido alguna idea de interés, me gustaría dedicarla, en neta consistencia, a alguien que quizá sea uno de los máximos referentes mundiales del valor libertad, del valor normativo central del MSL.

Les cuento. El congreso norteamericano tomó la decisión el 26 pasado de junio del 2008 de quitar la etiqueta de «terrorista» a un héroe de la lucha por la libertad y la justicia en el mundo. Se trata del ex presidente de la República de Sudáfrica. Durante más de medio siglo -insisto: más de 50 años- el Congreso Nacional Africano, los luchadores contra aquel apartheid que no merece ser olvidado, estaban clasificados como terroristas. La clasificación siguió vigente incluso tras la derrota del régimen racista sudafricano y durante la misma presidencia de nuestro preso político y después de ella. Incluso cuando nuestro héroe visitó los EE. UU el 24 de octubre de 1994, siendo ya presidente de Sudáfrica, aún figuraba como terrorista en la lista y en consecuencia podía ser arrestado y juzgado en los EE.UU. ¿Por qué el Congreso de los Estados Unidos tomó la decisión de poner el nombre de un luchador por la libertad que era «amado y admirado en todo el mundo» en el primer puesto de la lista de terroristas a vigilar? Si los congresistas imperiales reconocen ahora que estaba luchando contra un «sistema opresivo e inhumano», ¿por qué clasificaron a la ANC y a su presidente, que luchaban contra ese sistema, como terroristas? ¿Cuántos días, meses, años, retrasó esta decisión del Congreso USA el triunfo del pueblo sudafricano y prolongó el encarcelamiento de nuestro preso político en la celda 46664 de la prisión de Robben Island de Ciudad del Cabo?

Bien mirado no debería importarnos, figurar en esa lista puede ser un honor. Muchos otros luchadores por la libertad y contra la ocupación y la opresión en todo el mundo -Ernesto Che Guevara, Salvador Allende, Patrice Lumumba y otros muchos en India, Argelia, Palestina, Líbano o Sudáfrica- estuvieron y permanecen en ella.

Dejemos aparte todo este horror y error y déjenme que dedique, si algo vale, este texto que les he leído a un ubuntu, a un unobuntu, a alguien que después de -digo bien- veintisiete años, seis meses y seis días, dejó tras de sí la prisión del Cabo. Avanzaba lentamente. Era el 11 de febrero de 1990. Nelson Mandela -«Madiba», que suena a Mandriva, es su nombre en la lengua de sosa, su etnia- levantó el puño. Era por fin un hombre libre. Mandela debería ser un héroe de todos, un mito si quieren. La figura de un hombre que jamás renunció. «Sólo los hombres libres pueden negociar», respondió en 1984 al siniestro presidente Botha que le propuso recobrar la «libertad» a cambio de su silencio. Vana intención. «Ya que vivir libre no es sólo liberarnos de nuestras propias cadenas, sino vivir de tal forma que se respete y refuerce la libertad de los demás», aseguraba Mandela. El joven Marx, el joven Engels, en estado puro. Un siglo y medio después.

Nada más. Eso sí, cabe mostrar a las claras la perspectiva político-filosófica desde la que les ha hablado. Lo hago dejándoles en buenas manos y amparándome en un excelente texto de G. K. Chesterton. Sabrán ustedes disculpar ciertos sesgos de género y de época en su exposición6:

    Empiezo con el cabello de una niña. Sé que eso al menos es algo bueno. Sea el mal lo que sea, el orgullo de una madre buena en la belleza de su hija es algo bueno. Es una de esas ternuras adamantinas que son la pieza de toque de toda época y raza. Si hay otras cosas en contra, esas otras cosas deben desaparecer. Si los arrendadores y las leyes y las ciencias están en su contra, arrendadores y leyes y ciencias deben desaparecer. Con el pelo rojo de una rapazuela traviesa de las cloacas prenderé fuego a toda la civilización moderna. Cuando una niña quiere llevar el pelo largo, tiene que tenerlo limpio; como tiene que tenerlo limpio, no tendrá que tener la casa sucia, tendrá una madre libre y llena de tiempo; como tiene que tener una madre libre, no tendrá que tener un arrendatario que es un usurero; como no tendrá que existir un arrendatario que es un usurero, tendrá que haber una redistribución de la propiedad; como tendrá que haber una redistribución de la propiedad, habrá una revolución […] Su madre puede mandarle que se haga un moño con su pelo, porque la suya es una autoridad natural; pero el Dueño del mundo no le mandará que se lo corte. Esa niña es la imagen humana y sagrada; alrededor de ella todo el edificio social se tambaleará y se romperá y se caerá; los pilares de la sociedad serán sacudidos con estrépito y los tejados de la edades pasadas se vendrán abajo; y ni un solo cabello de su cabeza será dañado.

Que así sea. Y recuerden otras palabras que también hago mías: «(…) Superarán otros hombres este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor». Si lo pienso un momento, lo que he intentado decirles es un simple corolario, una deducción inmediata. ¿De qué teorema dirán ustedes? Del que representan estas palabras, no mías pero que he hecho mías para siempre, del más grande presidente democrático-republicano-socialista que yo conozco, científico también como ustedes, médico en este caso, un filósofo político cuya altura teórica y moral, ya enorme, no deja de crecer con el transcurso de los años. El lugar es la ONU; el momento, noviembre de 1972 y las palabras son estas. Si ustedes piensan además en la actual ignominia económico-político-cultural en la que nos han sumergido grandes corporaciones codiciosas e impúdicas y gobiernos militaristas y anexionistas que han liquidado con miles de mentiras el derecho internacional y la decencia pública, verán, decía, que la mirada de futuro de Salvador Allende estaba plenamente cubierta de veracidad. Les dejo, pues, en muy buenas manos, en manos de unas palabras que anunciaban un futuro digno y libre:

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