A nuestra reina (¡Dios la guarde muchos años!) le ha dado por ponerse a opinar sobre la sociedad española, imagino que para tratar de pasar a la historia no sólo porque fue reina sino también porque tenía sus propias opiniones. Así nos hemos enterado que en, su opinión, es bueno estudiar religión en las escuelas […]
A nuestra reina (¡Dios la guarde muchos años!) le ha dado por ponerse a opinar sobre la sociedad española, imagino que para tratar de pasar a la historia no sólo porque fue reina sino también porque tenía sus propias opiniones.
Así nos hemos enterado que en, su opinión, es bueno estudiar religión en las escuelas de un estado laico porque «los niños necesitan una explicación del origen del mundo y de la vida» -al mejor estilo Bush and friends -; o que a las uniones entre personas del mismo sexo no se les debe llamar matrimonio («a eso que no le llamen matrimonio porque no lo es») cuando el Parlamento de este país así lo ha establecido; o que se muestre a favor de una muerte digna pero en contra de la eutanasia (ella sabrá como se conjugan ambas posiciones porque a mí no se me ocurre).
En cualquier caso, que la reina de este país tenga opiniones de ese tipo no debería sorprender a nadie. Si las tuviera de otra naturaleza haría tiempo que hubiera abdicado. ¿O es que alguien puede creer que se puede ser rey o reina y tener ideas progresistas?
Lo que sí es para echarse las manos a la cabeza es la posición de la clase política española que, al parecer, han decidido no hacer valoraciones sobre tan reales declaraciones.
Así, la dirección del PSOE «recuerda que el criterio permanente es no valorar las opiniones de los miembros de la Casa Real»; mientras la del PP dice que «respetamos y nunca valoramos las palabras de los miembros de la familia real».
Tanto a unos como a otros habría que recordarles que esa misma actitud podían haber mantenido hace un año cuando, en un ataque de «espontaneidad», al monarca español le salió el gen del absolutismo colonialista y mandó callar a un mandatario latinoamericano elegido democráticamente por su pueblo.
En aquel entonces los mismos que ahora callan se dedicaron a reír la gracia, la valentía, la españolidad del rey. Ahora, cuando la que hace pública sus conservadoras opiniones es la reina, todo el mundo calla porque no se deben valorar las opiniones de los miembros de la Casa Real.
¡Qué poco hemos avanzado! Seguimos teniendo una clase política que solo se atreve a reírle las gracias a los reyes pero no a enmendarles la plana. ¡Panda de bufones!
Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Ecomía Aplicada de la Universidad de Málaga (España). Puedes leer otros textos suyos en su blog «La otra economía».