En noviembre se produjeron varios intentos masivos de entrada de inmigrantes subsaharianos a través de las vallas de Melilla. Organizaciones locales denuncian que las versiones oficiales ocultan una dura represión. Sobre las seis de la mañana del 10 de noviembre, dos grupos de subsaharianos, formados por unas 150 y 60 personas respectivamente, protagonizaban el último […]
En noviembre se produjeron varios intentos masivos de entrada de inmigrantes subsaharianos a través de las vallas de Melilla. Organizaciones locales denuncian que las versiones oficiales ocultan una dura represión.
Sobre las seis de la mañana del 10 de noviembre, dos grupos de subsaharianos, formados por unas 150 y 60 personas respectivamente, protagonizaban el último intento de cruzar la valla en Melilla, esta vez en el paso de Beni Enzar. Había también ciudadanos marroquíes esperando como cada mañana. La Guardia Civil disparó botes de humo afectando, según testigos, a quienes estaban allí, incluidas las fuerzas de seguridad españolas, que no llevaban máscaras.
En palabras de José Palazón, de la asociación Pro Defensa de la Infancia (Prodein) de Melilla, «aquello fue un caos total en el que todo el mundo, al final, estaba intoxicado por el humo». El ejército marroquí apareció a continuación, con varios camiones de soldados y dispersaron a la gente golpeándola con bastones. Pese a la violencia de la actuación, las asociaciones de derechos humanos (DD HH) melillenses se sienten aliviadas pues en los últimos incidentes se ha disparado sólo al suelo o al aire: «Es la primera vez desde 2005 -entonces murieron 14 inmigrantes subsaharianos- que no se ha disparado al cuerpo quizá debido a la presión que se está ejerciendo a todos los niveles…», señala Palazón (ver DIAGONAL nº 84).
Los 84 inmigrantes detenidos esa mañana estaban por la tarde en la central de Nador, de donde fueron trasladados a Oujda para ser abandonados abandonados en el desierto, en la tierra de nadie en la frontera entre Marruecos y Argelia.
José Alonso, de la Asociación pro DD HH de Melilla, coincide con Palazón en denunciar la manipulación del suceso en la prensa. «Se ha exagerado mucho el tema de la violencia por parte de los inmigrantes. Nos preocupa bastante que se presente a estas personas como gente violenta cuando sabemos que eso no es cierto. Mostrar un arañazo de un policía y una varilla -del diámetro de un lápiz – y decir que eso es ir con piedras y palos para forzar la frontera es la típica criminalización del inmigrante para justificar muchas cosas». Palazón añade a este respecto: «La ‘campaña’ que dice en España que tiran piedras y que van con palos, en el lado marroquí consiste en comentar que los inmigrantes venían con hachas y cuchillos y que por eso han tenido que ser tan duros. Para la población, ante un posible caso de muerte -lo más probable con esos métodos-, serviría para que estuviese justificado».
Situación en Marruecos
Las condiciones de los migrantes en Marruecos son cada vez más duras: «Viven prácticamente en la clandestinidad. Se considera que si ayudas a un inmigrante eres de una mafia y ayudarles es delito hoy en Marruecos», señala Alonso. Y lo mismo apunta, por su parte, Prodein: «En la zona cercana a Melilla es imposible vivir en la calle ahora mismo si eres subsahariano porque hay una represión enorme. La propia gente que vive en el campo, en las cercanías de la frontera se ve casi obligada a denunciar porque si no la policía les responsabiliza de no colaborar y de favorecer la inmigración ilegal».
Balga Mohamed, secretario general de la marroquí Pateras de la Vida con sede en Larache, señala que las autoridades de Marruecos se esfuerzan por disuadir a quienes luchan por los DD HH: «no paran de criminalizarnos y poner obstáculos a nuestro trabajo» y lo hacen legal e ilegalmente, mediante intimidación y agresiones.
Los intentos de salto podrían tener también otras explicaciones. Según Alonso: «Normalmente los intentos de pasar son a nado, en coche o en patera. Es una ‘casualidad’ que los saltos más o menos masivos se produzcan coincidiendo con encuentros de alto nivel. En Marruecos, con el control que hay hoy día, es muy complicado que se junten 150 subsaharianos cerca de una frontera. Puede ser que ocurra esto para conseguir medios de presión económicos». Y, de hecho, el 11 de noviembre, día siguiente al intento de ‘salto’, el ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, visitaba Marrakech para hablar, entre otras cuestiones, de su propuesta de «migración circular» presentada en el primer encuentro de ministros de Trabajo de la UE y los países del Mediterráneo. Además, señala Alonso: «Hay una colaboración entre España y Marruecos que se está planteando como modélica y que lo que está haciendo es subcontratar la seguridad de España a un país en el que el respeto a los DD HH no es el deseable». Marruecos es el principal beneficiario de la ayuda al desarrollo española pero gran parte de esa partida «se va en armas, jeeps, etc. para controlar la inmigración y no para evitar que ésta se genere en origen, como dicen». El control y represión en los pasos de la frontera tiene una consecuencia más que alimenta los últimos intentos masivos de cruce, y no sólo de migrantes. El contrabando, o «comercio atípico», según la expresión de la presidenta de la Cámara de Comercio de Melilla, se ha trasladado al paso de Barrio Chino. Un negocio que «beneficia a cuatro empresarios de Melilla y otros tantos de Marruecos y a la policía corrupta de la frontera», según Palazón. Las prisas por cruzar hacen que se produzcan ‘avalanchas’. El 17 de noviembre una mujer moría en una de ellas. Dos días antes, en Beni Enzar, un joven marroquí sufría un ataque al corazón terminando en la UVI de Melilla.