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A-teología urbana

Fuentes: Rebelión

A pesar de que quien esto escribe no cree ni de lejos en la posibilidad de la existencia de objetos y/o sujetos metafísicos, uno no puede dejar de lamentar el rumbo que la campaña ateísta iniciada en Londres por la British Humanist Association ha adoptado al ser mimetizada en Barcelona por diversos grupos de incrédulos […]

A pesar de que quien esto escribe no cree ni de lejos en la posibilidad de la existencia de objetos y/o sujetos metafísicos, uno no puede dejar de lamentar el rumbo que la campaña ateísta iniciada en Londres por la British Humanist Association ha adoptado al ser mimetizada en Barcelona por diversos grupos de incrédulos y «librepensadores». Es más: uno no sabe si echar de menos un mínimo de radicalidad y consistencia en el mensaje, o, por el contrario, la sana diversión que supondría un intercambio de ladrillos lógicos y ontológicos entre el neotomismo reformado y el ateísmo filosófico. Pero no, los autobuses de la ciudad condal se han limitado a un «probablemente» bastante gaseoso en su corrección política, poco distinto del «sí existe» no menos gaseoso ni correcto que los evangelistas de Paco Rubiales proclaman en los interurbanos de la zona sur. ¿Que Dios existe? Indudablemente. Existe como creación antropológica, como proyección de nuestra corporeidad. Discutir sobre su existencia o inexistencia es la vía más rápida hacia el silencio argumental. Sistach, el obispo rebelde, ha podido así emitir su réplica incontestable: «también los creyentes disfrutan de la vida». Entonces… ¿A qué pretender que el goce de la finitud es superior a goces más etéreos? Hay hedonismos sublimes, que para nada envidian la sutileza carnal del libertinismo. La explicación se encuentra en los preámbulos de la campaña inglesa, desconocidos para la mayoría de nuestros paisanos.

Fue la columnista del Guardian, Ariane Sherine, quien promovió la réplica a una campaña religiosa que por el mes de junio circuló por la city, también en autobuses. Ésta se limitaba a una cita bíblica, Lucas, 18:8: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?». Y se incluía una dirección web, en la que podía leerse un terrible versículo de Mateo: «Pasaréis la eternidad en los tormentos del infierno». Diseñó entonces un puramente agnóstico probably, al objeto de marcar diferencias con la rotundidad del piadoso slogan y de no contrariar determinadas reglas de la legislación británica sobre publicidad, y abrió un website y un grupo de Facebook, y utilizó como herramienta un comment is free en el Guardian, y empezaron a llegar las esterlinas de la solidaridad -Amén. El etólogo Richard Dawkins, de la Universidad de Oxford, apoyó la idea y la transformó en oro, como casi todo lo que toca este intrépido divulgador de la biología, y los media resonaron con el atrevimiento, y la bautizaron como la Atheist Bus Campaign. Ochocientos autobuses dudan ahora británicamente del ídolo mayoritario.

Los ateus catalanes, tan poco avezados en técnicas de propaganda, se ilusionaron con el montaje, y maquinando paralelo éxito se apuntaron tanto al probably como a las esterlinas de aquí. El debate estaba servido: deja de preocuparte y disfruta de la vida, noi. Pero los dos buses agnósticos, que no rodarán hasta el día 12, adolecen del crimen de la pauperación creativa. Ni dicen lo que debían decir, ni dejan de decir lo que no debían. Porque ni existía el antecedente publicitario que provocó el gesto de la Sherine, ni aquí tenemos un CAP Code tan insoportablemente anglosajón. No extraña la reacción -siempre ridícula- de nuestra caverna católica. El líder popular en la ciudad, Alberto Fernández Díaz, acusó al Gobierno municipal liderado por el socialista Jordi Hereu de promover la campaña, e insinuó que se está financiando con fondos públicos. Daniel Arasa, presidente de uno de esos colectivos ultracatólicos que tanto braman últimamente, ha asegurado que la campaña está «inspirada por el odio». Javier-María Pérez, de la secta jurídica Tomás Moro, tan aficionada a bregar por el 525 del Código Penal, ha culpado a Rodríguez Zapatero de «propiciar» el ambiente para este tipo de desacatos, y ha advertido que la iniciativa es «un ataque contra lo sagrado». Pablo Molinero, del «Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia», calificó de «agresiva» la campaña y afirmó que «no tiene sentido hacer proselitismo de la negación» con un «mensaje destructivo», ya que «el mensaje de los católicos es positivo» (¿?). Desde el «Observatorio de Antidifamación Religiosa», Antonio Alonso Marcos señaló que «estas campañas demuestran que hay gente interesada en mostrar un rostro falso de Dios». Y, por último –last, but not least-, el vociferante Eulogio López, director de la patética «Hispanidad» on line, «descubre» tras el montaje la mano negra del «agitador evolucionista» Dawkins, un » supuesto científico» cuyos libros «se dedican a arremeter contra el creacionismo defendiendo el evolucionismo». Para tal iluminado estilita, la ciencia ha demostrado que «no es posible la evolución del mono al hombre», saliendo de esos «lodos» evolucionistas estos «polvos» supuestamente ateos.

Probably, Mr. Eulogio haya acertado en lo de los polvos, tan necesarios para el disfrute de ateos y no ateos. Sin embargo, seguimos lamentando la pobreza intelectual de la copia. Hubiera sido más efectivo, y más certero, dejarse de ateologías urbanas, y anunciar, ya no la sugerida inexistencia del ente supremo, o el misterio irresoluble de la naturaleza del Espíritu Santo, que a nadie o a casi nadie importa, sino la declarada y evidente sangría que supone el mantenimiento del clero para el tesoro público. O la interminable lista de adquisiciones terrenales que en nombre de cristos, vírgenes y beatos viene supurando este país desde la firma del Concordato. O la presencia dominante de simbología católica en edificios públicos y organismos oficiales. O la manipulación que de la cultura y la razón siguen haciendo los Roucos y Cañizares -el pan nuestro de cada día-, tan apegados a la intemporalidad como al disfrute de la vida sin preocupaciones. Dios nos importa en realidad un comino. Pero si un solo autobús anunciara por las calles que «a los curas les paga el Estado, y el Estado te lo quita de tu sueldo», probablemente el debate originado sería más incisivo, más directo y menos nebuloso. Repetir lo de los ingleses, aquí, no es más que una probable y suprema gilipollez.

Paco Miñarro, Coordinador de la Federación Internacional de Ateos (FIdA)