Puede ser tan sutil que es complicado hacerle frente. Los expertos opinan que el truco está en empezar por el principio, en las escuelas, con mecanismos como el diálogo y la empatía para desmontar los estereotipos. En la biblioteca de cualquier escuela hay un diccionario de la RAE. A ningún alumno le debe resultar difícil […]
Puede ser tan sutil que es complicado hacerle frente. Los expertos opinan que el truco está en empezar por el principio, en las escuelas, con mecanismos como el diálogo y la empatía para desmontar los estereotipos.
En la biblioteca de cualquier escuela hay un diccionario de la RAE. A ningún alumno le debe resultar difícil conocer la definición de términos como el de estereotipo: «Aquella imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo con carácter inmutable». Los estereotipos vienen, casi siempre, precedidos de los prejuicios: «La opinión previa tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal». Son dos definiciones bastante claras, que cualquier alumno podría desenterrar de su centro. Sin embargo, los estudios apuntan que el camino para olvidarlos es largo. Si vemos a un chico mestizo de 16 años, con pantalones anchos, gorra, cadenas bien visibles y con reggaeton sonando en su móvil, seguramente le encuadraremos en alguna de las bandas latinas que desde hace unos años han emigrado para instalar nuevos focos de desarrollo en el Estado español. Igual, ese chico sólo se adhiere a la moda latina porque sí, sólo escucha esa música porque le recuerda a su país, e igual sólo lleva las cadenas por fuera porque quiere parecerse al rapero Eminem. Nuestros prejuicios y los estereotipos que tenemos formados nos lo encuadran en unos grupos determinados.
El informe Racismo, Adolescencia e Inmigración, elaborado por investigadores de la UNED, de la Complutense de Madrid y por Margarita del Olmo Pintado, investigadora del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), analiza las posturas de los adolescentes que han sufrido el racismo y la xenofobia por parte de sus compañeros, además de intentar averiguar cuáles son los sentimientos de éstos al verse afectados por esta situación.
El texto concluye que los estereotipos y los prejuicios generan tensión en las relaciones entre las personas. Pero también señala su efecto más perverso sobre las víctimas: los clichés xenófobos se imponen en la construcción de su propia identidad. Los investigadores querían identificar el racismo implícito o camuflado en las situaciones cotidianas de los adolescentes dentro y fuera de las escuelas, uno de los mayores problemas ante los que nos enfrentamos, según Del Olmo. Combatir este tipo de manifestaciones es complejo, porque se presenta de forma sutil e imperceptible.
La socióloga afirma: «Somos racistas porque aprendemos a serlo, ya que esta discriminación es sólo un mecanismo que permite mantener los privilegios sociales, económicos, políticos y culturales, morales, etc., frente a aquellos a los que se considera inferiores y a los que se suele culpar de los problemas. Es una manera de excluir, de decir que yo tengo más privilegios y más derechos que tú y merezco más que tú».
«Y es en la escuela», señala la investigadora, «donde hay que enfrentarse a ello de forma abierta. Hay que hablarlo y plantear las situaciones en un foro de debate que enseñe a los adolescentes los mecanismos y estrategias de mantenimiento y transmisión del racismo para que así sean capaces de reconocerlos y evitarlos». La escuela es el lugar desde donde se puede ayudar a cambiar actitudes y valores, a tomar conciencia de nuestros prejuicios y estereotipos, y de nuestras conductas discriminatorias.
Incomprensión de las víctimas
«Me siento un poco mal… porque… como te dije antes… somos iguales… no debe haber ninguna diferencia… entre ninguno…». El sentimiento generalizado de los adolescentes inmigrantes ante las posturas racistas y xenófobas se agrupa en uno: la incomprensión. Con esta declaración, uno de los muchos adolescentes entrevistados expresa la falta de entendimiento hacia las muestras de racismo y discriminación que sufren con la llegada a España, a lo que hay que unirle, además, las dificultades de integración, tanto en la escuela, como en sus lugares de ocio. «Las víctimas no entienden por qué han sufrido esa agresión, por el color de la piel o ciertos rasgos físicos. Puede incluso que el agresor no haya sido consciente de eso, es decir que no haya atacado a la víctima porque sea negra o mulata o rumana, pero con esa agresión pone su granito de arena para que la brecha se haga cada vez más grande», señala Del Olmo. ¿Cómo combatirlo? Por un lado, el papel de los padres es fundamental y ayuda a prevenir el racismo en el momento en que se enseñe que todos los seres humanos somos iguales. Según el estudio, son los mismos chicos los que citan a las familias como el origen de las actitudes y comportamientos racistas. Por otro lado, la investigadora del CSIC encuentra en el diálogo el mecanismo clave para desenmascarar ese camuflaje y detectar al racismo soterrado. «Lo más importante es desarrollar la empatía con el otro y comprender, así, su realidad y a la persona que le rodea y, pese a la dificultad que esto desempeña, hay que combatir y desmontar los estereotipos y prejuicios que asumimos».
Cambiar la opinión de la mitad de los escolares
La encuesta escolar de 2008 sobre Actitudes ante la inmigración y cambio de valores del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo de la Universidad Complutense de Madrid atestigua el largo camino hacia la integración. Sus resultados se resumen en una frase: la mitad de los escolares tiene una valoración negativa de la inmigración. En concreto, un 50% de los encuestados cree que quitan puestos de trabajo. Un 61% piensa que aumentan la droga y la delincuencia y un 40,7% que los inmigrantes aumentan el terrorismo. El estudio, dirigido por el catedrático de Antropología Social, Tomás Calvo Buezas, establece por primera vez una división valorativa entre los inmigrantes ‘buenos’, los legales, y los ‘malos’, los ilegales. Pero sin duda, lo que más preocupa es la idea de creer que la raza blanca es superior y la preferencia por una España blanca y de cultura occidental. En cuanto a la discriminación según el lugar de procedencia, el colectivo marroquí ocupa el primer puesto en los porcentajes de racismo y xenofobia, superando a los gitanos, tradicionalmente el grupo más discriminado. Un 23,1% del universo entrevistado declara que le molestan como compañeros de clase y casi un 33% declara abiertamente que siente antipatía hacia los mismos. Los latinos se sitúan por primera vez en niveles altos de discriminación: un 24,7% de los escolares entrevistados afirma que les echaría de España. De esta encuesta se extrae algo que está latente en la sociedad, porque en palabras de Calvo Buezas, los jóvenes «son esponjas que absorben lo que ven a su alrededor». Concluye, además, que «está creciendo de forma peligrosa en los escolares, en sus mentes y en sus corazones, el discurso público de una estigmatización, criminalización y satanización, etiquetando a los ilegales como apestados y chivos expiatorios ya que más de la mitad de los chicos entrevistados creen que los inmigrantes ilegales deberían ser enviados a sus países».