Nunca había entendido qué significa eso de los llamados «delitos pasionales», tan en uso en algunos medios de comunicación en relación a la violencia machista, hasta encontrarme en estos días con el caso de dos altos miembros del Partido Popular acusados de recibir sobornos millonarios. El tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, y el euro […]
Nunca había entendido qué significa eso de los llamados «delitos pasionales», tan en uso en algunos medios de comunicación en relación a la violencia machista, hasta encontrarme en estos días con el caso de dos altos miembros del Partido Popular acusados de recibir sobornos millonarios.
El tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, y el euro diputado popular Gerardo Galeote tienen, obviamente, pasión por el dinero.
No es su única pasión.
A juzgar por sus explicaciones sobre la forma en que se han vuelto millonarios, alegando en su favor la venta y compra de pisos, también han demostrado una inusual pasión por el negocio inmobiliario.
Pasión que es casi semejante a la manifestada por los dos acusados en relación al juego y la Bolsa, de donde reconocen haber obtenido cuantiosas ganancias.
Y ambos son, también, dos apasionados de la herencia, dado que, igualmente, han reconocido jugosos beneficios como resultado de las múltiples herencias recibidas por ellos y por sus familiares.
Tanto Bárcenas como Galeote han declarado su apasionado apego a la verdad, y al igual que su responsable y jefe, Mariano Rajoy, otro apasionado de la política, han mostrado, los tres, su apasionada confianza en el buen hacer de un juez que, para no ser menos, ha puesto de manifiesto innumerables veces en el pasado su pasión por la justicia y la caza de venados.
Luis Bárcenas ha negado reiteradamente que las siglas «L.B»,»L», «L.Barc» y «L.Bárcenas» con las que los corruptos se referían al tesorero, tengan nada que ver con él y su pretendida pasión por los jeroglíficos.
Algunos compañeros de partido, además de Rajoy, también han arropado a los acusados declarando su inocencia antes, incluso, de que lo hagan los tribunales de justicia, en otra demostración más de su pasión por el corporativismo. Y algunos medios, apasionados de la discreción, han preferido obviar el caso, dedicando páginas y titulares a reseñar el último delito pasional que ha costado la vida a una mujer que aún no tiene cadáver.