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Industria Popular Cinematográfica

Más pistas para un levantamiento audiovisual

Fuentes: CinesinAutor

El término industria nos lleva instantáneamente a una especie de estructura empresarial que en nuestro caso nos remite a las del cine tal cual las conocemos. Industria: una serie de procesos y procedimientos por los cuales una materia prima es transformada en ciertos productos determinados. En el caso de la industria del cine imperial, la […]

El término industria nos lleva instantáneamente a una especie de estructura empresarial que en nuestro caso nos remite a las del cine tal cual las conocemos. Industria: una serie de procesos y procedimientos por los cuales una materia prima es transformada en ciertos productos determinados. En el caso de la industria del cine imperial, la de su modelo hegemónico, es discutible la materia prima que es transformada en película, pero generalmente se trata de un cruce entre la subjetividad creadora de personas de la minoría productora con un flujo de capital que otras personas de esa minoría aportan para la realización, distribución y exhibición de sus films. La materia prima de esta industria es el dinero que busca su rentabilización en el oficio de producir películas. En el cine más honesto (por menos mercantil), el móvil es la necesidad de una subjetividad autoral que quiere expresar una percepción privada en el campo de lo público valiéndose del cine. Aunque, en este cine, la pretensión de rentabilidad siempre está latente y activa.

La industria remite también a una infraestructura que contiene una diversidad de funciones que conforman su cadena de montaje. Dicho de forma simple, en el cine se dan: una infraestructura material de espacios, maquinaria y tecnología más un personal estructurado jerárquicamente según unas tres categorías de oficios o funciones: 1) funciones de producción (la logística material, territorio de inversores y productores, gestores, administrativos, etc); 2) un equipo de realización (territorio de directores, guionistas, profesionales de la fotografía, iluminación, montadores, ingenieros de imagen, de sonido, de cámara, actores y actrices, maquilladores,etc) y 3) un equipo de marketing (territorio de expertos en venta, comunicación, publicidad, promoción, etc).

Cuando agregamos el término popular, es posible que el imaginario nos lleve a pensar en un modelo similar en infraestructura y procedimientos que contraponga otro tipo de contenidos y formas a la industria hegemónica. Una especie de contra industria que al estilo del viejo cine político, ofrezca un tipo de películas críticas.

Pero no, para empezar, en términos generales, con Industria Popular Cinematográfica nos referimos a una «actitud social de producción fílmica» que supone una serie de procesos y procedimientos socio-cinematográficos a asumir por parte de un sujeto social (colectivos de personas con sus vidas, materia prima de nuestra industria si hacemos un forzado símil) para generar su propia cinematografía. No estamos planteando como prioridad una infraestructura física, ni una maquinaria pesada, ni un personal profesional estructurado jerárquicamente a la cabeza del cual ponernos quienes formulamos este tipo de cine. No estamos buscando hacer nuestro chiringuito particular.
Siguiendo con el forzado símil, en lugar de un edificio como infraestructura industrial, hablamos de una «infraestructura en el carácter social de grupos de personas, un edificio de saberes, convicciones y prácticas que sustenten una percepción y una reacción ante el mundo cinematográfico y audiovisual tal como lo heredamos»

La «actitud social de producción fílmica» consiste en que un colectivo de personas llegue a la conciencia de que apropiándose de los medios cinematográficos a su alcance (cámaras de video, fotográficas, grabadoras y cualquier herramienta capaz de crear imagen y sonido propios) puede embarcarse en la producción de su filmografía.

Una serie de prácticas, saberes y conocimientos que puestos a funcionar en un sujeto social, en las vidas y las circunstancias de ese colectivo pueda originar realidad fílmica, películas, representación audiovisual.
Muchas veces, el tópico habitual es decir que se ha llegado a una autonomía tecnológica y que cualquiera puede hacer una película. Pero no llegamos a formular con precisión los pasos a seguir, sobre todo en el terreno de la producción colectiva. Porque un grupo de personas cualquiera puede hacer una película y desarrollar su filmografía, pero no puede hacerlas bajo los procedimientos del la industria imperial, más que como malas copias.

Quienes creemos necesario montar las bases para una Industria Popular Cinematográfica, lo que deseamos es implantar las bases conceptuales de una actitud en la gente común y demostrar que se puede realizar cine trabajando conjuntamente y bajo los procedimientos que estamos desarrollando, con una metodología precisa que en nuestro caso definimos como Cine sin Autor, pero que otras experiencias de cine colectivo están desarrollando con sus propios nombres.

Si bien parecen evidentes las nuevas condiciones tecnológicas que permiten una autonomía en la producción audiovisual, no nos parecen tan evidentes las condiciones de nuestra conciencia social y colectiva de reacción para su uso. Un uso que en nuestras sociedades, por el contrario, se ha disparado justamente hacia el extremo del aislamiento individual en el terreno de lo real y el desmantelamiento de toda red organizativa que permita la reacción y la acción. Nuestro trabajo como cineactivistas pasa por asumir este desajuste y trabajar para demostrar social y cinematograficamente que un nuevo cine popular supone una tarea insurreccional necesaria y posible en el terreno del capitalismo cognitivo e imaginario.

El compromiso de un nuevo cine político, tal como lo entendemos, consiste en que asumamos como realizadores y realizadoras la responsabilidad de trabajar por alimentar este cambio de percepción social sobre la representación cinematográfica a la que el colonialismo audiovisual corporativo intenta mantener en los viejos esquemas del cine imperial: «nosotros (las minorías empresariales y artísticas) hacemos el cine y ustedes, el resto de la población, lo miran y como mucho lo discuten hasta nuestra próxima película»
Un cambio así, solo ha sido posible, en las experiencias que estamos estudiando, con trabajo constante de muchos, muchos años. Y en un trabajo de largo aliento es en el que nos hemos empecinado en transitar.

Un colectivo que se dispone a hacer cine popular conforma una Unidad de Producción y Acción Cinematográfica (UPAC – por darle el nombre que mencionamos en otro artículo-). El edificio se levanta sobre la convicción colectiva de que pueden hacer el propio cine con la tecnología que tengan a mano y metodologías colectivas de realización precisas. Muchas UPACs, muchos colectivos anclados en su realidad conformarán la industria que proponemos. No necesitamos ninguna sede central, ningún órgano que la centralice.
Esa «tecnología inmediata y a la mano» es popular, justamente porque se trata de medios de producción en manos de gente cualquiera que decide utilizarlos para la fabricación de sus películas, rompiendo con los fantasmas de que el cine es un campo de privilegiados expertos con altísimos presupuestos. La historiografía oficial del cine cuenta en su haber con películas hechas con las más diversas formas estéticas y con mínimos costes. El cine es la posibilidad de dotar de sentido a una gran variedad de materiales para ordenarlos en el transcurrir de una película. La batalla cinematográfica ya no es solamente estética sino sobre todo política y ubicada en el campo de la producción.

Esto no establece la condena de un Nuevo Cine Popular a los medios artesanales y domésticos de los que parte. No ha ocurrido así en las experiencias que estamos estudiando y que lo están consiguiendo hacer. Partir de una elaboración más artesanal con medios propio de bajísimo coste, supone siempre una progresiva maduración a base de hacer las propias películas. Lo que asegura este arranque dentro de un colectivo, es una sana relación entre la tecnología posible y las posibilidades formales, narrativas y estéticas que abrirán campos originales de creación.

Así que la industria para la que trabajamos si no recibe ningún apoyo puede edificarse incluso sin capital de inversión y solo con capital organizativo. Organización social y organización de los propios medios de que se dispone.
Pero siempre que hablamos de esto nos vemos obligados a aclarar que no estamos haciendo un «Manifiesto del cine pobre» como el que planteara hace algunos años el cubano Humberto Solás. Coincidimos con el diagnóstico pero creemos que no basta con «dogmatizar» la producción de bajo coste como una bandera de reclamo para que este cine se «inserte» y consiga su lugar en la distribución o un lugar en el mercado del cine. En todo caso, que estos efectos solo sean efectos añadidos a un trabajo profundo. No se trata solo de un cambio de «desalienación del público» si esto refiere al viejo espectador, como dice el texto, sino de una desalienación de su estado de producción (o su estado de improducción, si somos más precisos).

Cualquier grupo social tiene derecho a contar con recursos suficientes para su propia producción audiovisual. Si hablamos de un cine hecho con «los medios que existen al alcance de las personas que no producen cine» es, por no postergar la reacción y poder demostrar que aún así, es posible hacer el propio cine. La Industria Popular Cinematográfica necesita, en primer lugar, como sostén, esa infraestructura de carácter que mencionamos y que sustenta la reacción social con respecto a la producción de cine. Necesita esa convicción de que desde el punto de vista socio-cinematográfico es posible un cine popular como está demostrado, pero, en segundo lugar, no traicionaríamos ninguna de nuestras convicciones si a la reacción siguiera el apoyo por ejemplo de un gobierno decente que la sustentara en el tiempo y diera continuidad al trabajo promoviendo un cine popular. No somos idiotas ni militantes filantrópicos o heroicos. Estamos tratando de ofrecer seriamente caminos de reacción tanto para la gente no productora de cine, como para cineastas y videoactivistas y también para los inversores y las instancias oficiales que controlan los flujos de dinero.
Seguiremos hablando y desarrollando este tema.

Queremos llegar a ofrecer una teoría y una práctica coherente desde las cuales se pueda evolucionar y mejorar cuando, una vez formuladas enteramente, otros grupos ayuden a mejorarla y a mejorarnos. Sabemos que la tarea es compleja y larga. Pero por algún motivo, hemos tirado los perversos relojes del tiempo capitalista. No nos mueve la prisa. Eso nos asegura una buena reacción.

http://cinesinautor.blogspot.com/