Una millonaria inversión lleva a las calles de la capital y de otras provincias modernos semáforos y señales de tránsito
Ya entonces en esa ciudad había tranvías, carruajes tirados por caballos, carretoneros y unos cuantos autos, el primero de los cuales, importado en 1898, corría a la impresionante velocidad de 12 kilómetros por hora. Tal variedad de medios de transporte, que con el tiempo aumentó, siguió pasando por la intersección de Monte y Ángeles, el lugar del primer siniestro, no sin que antes los conductores extremaran precauciones y cruzaran los dedos para no repetir el lance que llevó a la muerte de Justo.
La experiencia de los accidentes, lamentablemente vivida por muchos en el mundo en el transcurso de más de un siglo, ha puesto a pensar en soluciones que desde la propia vía contribuyan a poner orden, sobre todo para evitar fatales desenlaces.
Tantas ideas han madurado los especialistas que incluso se llegó a adoptar internacionalmente un código de señalización por colores, símbolos y formas, mediante un acuerdo firmado en la ciudad de Viena en 1968, al que Cuba se adhirió pocos años después. Tales señales, junto a los semáforos, regulan el tránsito.
En las dos décadas más recientes, en Cuba languidecieron esos estudios, sobre todo por la imposibilidad material de aplicar sus resultados. Una red semafórica envejecida y sin piezas de repuesto, sumada a la escasez de señales verticales y horizontales en carreteras y calles, porque el tiempo y la intemperie las borraron, volvió muy complejo el panorama vial, sin contar su mal estado constructivo y el ajiaco de vehículos.
Una hojeada a lo sucedido en Cuba indica que murieron en accidentes del tránsito, o como consecuencia de ellos, 778 personas solo en 2008, pero en los últimos 46 años esa cifra asciende a más de 52 mil personas, una cantidad verdaderamente espeluznante, pues equivale a más de tres muertes por día.
Precisamente, en los últimos meses se ha estado discutiendo un nuevo Código de Vialidad y Tránsito, que sustituirá a la actual Ley 60, promulgada en 1987 y modificada en 2002 por el Decreto-Ley 231. Ese cuerpo legal, cuyo texto se analiza por los diputados y diversos especialistas en la materia, prevé adecuaciones de acuerdo con la realidad actual del país. El proyecto incluye mayor severidad para las infracciones más peligrosas y tratamiento diferenciado a otras violaciones.
Tránsito más ingeniería
Por eso, no se han detenido desde hace varios meses las manos de quienes laboran en el taller de señales del Centro Nacional de Ingeniería de Tránsito, perteneciente al Ministerio del Interior (Minint). Hace ocho años trabaja allí el joven Tomás Méndez, y según confiesa no las había movido tanto hasta la llegada de la nueva tecnología, que humaniza esa labor y mejora la calidad del producto terminado.
En cooperación con el Ministerio de Transporte, Ingeniería de Tránsito reanudó a finales de 2007 los estudios para el aseguramiento tecnológico de las vías y busca una política para que lo realizado tenga fundamento científico.
De acuerdo con la información aportada a BOHEMIA por el coronel Albio Gil Castillo, jefe de ese Centro del Minint, realizan estudios de visibilidad para determinar si en determinada intersección es más conveniente instalar un Ceda el Paso o un Pare. También encaminan otros análisis para reglamentar la velocidad permisible en cada tramo de vía, a partir de las condiciones geométricas, los paseos laterales, la iluminación y visibilidad.
Según han comprobado, enfatiza el coronel, en la medida en que tales estudios sean más exactos y se correspondan con lo justificado técnicamente, los conductores respetarán más las señales, pues aprecian instintivamente su necesidad. «Sin dudas, ello debe influir en la disminución de los accidentes, pues a mayor precaución, más seguridad en la vía», agrega.
Los especialistas han puesto la tecnología en función de la ingeniería. Ello ha propiciado que hayan resucitado las marcas de giro a la izquierda sobre el pavimento (líneas amarillas discontinuas), la información en las obras de carretera (puentes y postes), y otras útiles señales. Entre las medidas exigidas con rigor en las vías rápidas figuran la prohibición de parqueo y de circulación para camiones, y realizar la recogida nocturna de los desechos y el empleo de bolsillos para los contenedores de basura, de modo que no se obstruya la circulación.
Artefacto de tres ojos
Desde que en 1976 las ciudades cubanas dijeron adiós a los semáforos de procedencia estadounidense y se sustituyeron por los soviéticos, no se había modernizado más ese equipamiento, dada la situación económica del país. En los años 80, técnicos cubanos pusieron en marcha un semáforo nacional a partir de piezas procedentes del entonces campo socialista, pero pocos pudieron producirse por la escasez de insumos. El propósito de alcanzar la soberanía tecnológica se debió aplazar, y ahora está en vías de retomarse.
El ingenio de unos cuantos impidió entonces que colapsara la red semafórica nacional, que a pesar de sus anticuados sistemas garantizaron orden en las vías. Pero con una población triplicada en algunas localidades y una cantidad de vehículos muy por encima de la capacidad de diseño de los semáforos, que a ratos ocasiona congestión y hasta embotellamiento, el país pedía a gritos la modernización de ese entramado, con sistemas ahorradores de luces, basados en programas computarizados adecuados a cada intersección, horarios y con la mirada puesta en viabilizar el tránsito.
Ahora se vislumbra una luz verde que da paso a nuevos semáforos, modernos, ahorradores de electricidad y de combustible. Con cuenta regresiva que avisa a los choferes el tiempo de espera en cada intersección.
Los bombillos de 60 w que los iluminaban, se sustituyen por rentables diodos de emisión de luz que gastan solo 10, que según cálculos representarían un ahorro que puede llegar a unos 264 mw hora. No obstante, según los especialistas, la principal disminución de gasto será en los vehículos, al economizar combustible y tiempo de viaje, gracias a la programación de los nuevos semáforos, que garantizan un tiempo de parada menor y mayor flujo en la circulación.
Las ventajas son muchas al decir de unos cuantos entrevistados. En una amena charla en el Parque Central, sitio perfecto para cualquier indagación periodística, Gregorio Henríquez expresó a BOHEMIA que se acabó la incertidumbre y el corre corre, porque el reloj te avisa y facilita calcular si da tiempo a pasar o hay que detenerse. Con él coinciden Alfredo Porro, Valentín Cuesta y Domingo Ibáñez, tres veteranos choferes.
El propósito es cambiar no solo los semáforos obsoletos, sino colocar además los específicos para peatones en las intersecciones que, de acuerdo con estudios realizados, necesitan de esa regulación para la seguridad de los transeúntes.
Una cantidad similar invirtió la Isla en 2009 y pese a la crisis mundial que nos afecta, el presupuesto para el próximo año pudiera ser parecido.
Pero estas inversiones deben compartirse entre lo nuevo y la reposición de lo dañado, incluso los dispositivos que inconscientes e indisciplinados se roban. No son pocos. En 2008, los vándalos sustrajeron unas dos mil señales, cerca del seis por ciento de las instaladas. La ubicada en Vía Blanca y Monumental ha desaparecido tres veces.
Las señales que más sufren hechos de esta naturaleza son las de No Parqueo. Los choferes las desaparecen para poder estacionarse. No se dan cuenta de que obstruyen la vía, con lo que pueden correr la misma suerte injusta de Justo Fernández, el que inició la lista de fallecidos por accidentes en 1906.
Fotos: ANTONIO PONS