John Felipe: has muerto y has sido enterrado con una vistosa bandera de España y con las salvas de costumbre. En honor tuyo tu ministra y tus jefes han pronunciado bellas palabras de reconocimiento patriótico, encendidas prédicas a mayor gloria de guerras humanitarias y justicias infinitas contra la maldad del mundo. Te lo contamos por […]
John Felipe: has muerto y has sido enterrado con una vistosa bandera de España y con las salvas de costumbre. En honor tuyo tu ministra y tus jefes han pronunciado bellas palabras de reconocimiento patriótico, encendidas prédicas a mayor gloria de guerras humanitarias y justicias infinitas contra la maldad del mundo. Te lo contamos por si tu sueño eterno te ha impedido ver que ahora eres un héroe aclamado por las masas… y las elites de superhombres y supermujeres agradecidas por tu acto generoso sin alternativa posible.
John Felipe era un inmigrante colombiano en tierras catalanas y con una preparación militar de cuatro meses se fue a Afganistán a pegar tiros a diestra y siniestra por la democracia universal capitalista y el papel mojado de los derechos humanos. Entrar en la milicia es otra forma más de escapar de la precariedad laboral para caer en lo mismo vestido de imponente caqui. Otras vías seguras son hacerse policía nacional o guardia civil. Los que mueren siempre serán los mismos: clase trabajadora convertida en carne de cañón para defender un estilo de vida insostenible: la globalidad de la fuerza bruta de los pudientes y de los intereses financieros y geoestratégicos.
John Felipe: no te han matado los afganos sino tu pobreza y el capitalismo depredador. Tu muerte será olvidada pronto, nuevos inmigrantes y trabajadores sin salidas laborales irán a Afganistán para morir por nada. Ahora que tienes tiempo de sobra, reflexiona. Es muy probable que fueras creyente en el Dios cristiano, si alcanzas alguna conclusión útil sobre tu partida al más allá confíaselo al Todopoderoso para que se lo transmita a Benedicto XVI, éste nos lo hará llegar urbi et orbe en la primera homilía en que tenga ocasión de manifestarlo. Estaremos atentos a lo que tengas a bien decirnos. Si te das prisa incluso dará tiempo a que Obama y Zapatero puedan hablar de tus cuitas en su desayuno de oración trajeado de religiosidad laica.
Mientras a John Felipe se le abrían las puertas de la inmensidad, Ignacio Fernández Toxo declaraba al periódico gratuito 20 minutos que Marx ya había sido superado por la historia (¿su historia personal o la Historia con mayúsculas?). En realidad no sabemos si se refería a Karl el barbudo o a alguno de los Marx Brothers, pero por pura intuición absurda y maquiavélica creemos que tenía en mente al del Manifiesto Comunista. Si erramos en nuestra apuesta, solicitamos el perdón social y demócrata de don Ignacio. Quizá tenga razón el insigne sindicalista: ya no existen guerras imperialistas ni coloniales, ya no hay lucha de clases, ya se han evaporado las contradicciones entre capital y trabajo, la falsa conciencia se ha diluido en el posmodernismo estético y el fetichismo consumista se ha transformado en una productividad creativa donde siempre puede ser navidad si callas con decoro y hablas como la mayoría silenciosa. Es cierto don Ignacio: hoy las guerras no son guerras, son misiones de paz; todos somos clase media, eso sí, algunos mileuristas y otros con pensiones estratosféricas, ¡viva la diferencia!; ya no hay capital ni trabajo sino emprendedores de riesgo y empleados sin nombre intercambiables entre sí por mor de la mano negra, quizá ahora blanca e inmaculada, de la economía de mercado; el aborto de la historia ha creado una sola conciencia: el perfecto bipartidismo de lo idéntico, y en fin, la pobreza es una cuestión de matices muy sibilinos y filosóficos ajenos a la realidad imperiosa del diálogo social, la economía sostenible y el nuevo modelo productivo que usted preconiza con mesura, responsabilidad y maestría inigualables. Don Ignacio, seguiremos escuchándole con el máximo respeto y atención, con usted se inaugura una fase nueva de la historia: el sindicalismo sociopolítico y de clase sin Carlitos Marx. Estamos preparando una hoguera para el próximo 1 de Mayo para echar al fuego (simbólicamente, por supuesto) todo lo que huela a marxista, ¿se apunta por favor? Después de la cremación, todos y todas estaremos más relajados (¿entiende el juego de palabras inquisitorial y brujeril?) y contentos. Que así sea.
Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.