Hablamos con Gabriela Berti, autora de ‘Pioneros del Graffiti en España’, que repasa los comienzos de este movimiento y cuenta con abundante material gráfico lleno de zapatillas, muros y olor a areosol.
En el libro fechas la entrada del hip hop y del graffiti en España en 1985, ¿qué ocurrió ese año?
El hip hop con sus cuatro elementos: breakdance, DJ, rap y grafitti no llegan al mismo tiempo. Lo primero que entra es el break en 1984. En 1985 se empieza a ver más graffiti y lo último que llega es la música. No hay una fecha concreta en la que todos comiencen a hacer hip hop, sino que la gente empieza a producir sus piezas con un estilo más propio a partir del 85. Como es una cultura popular tampoco hay un manifiesto de inicio.
Con respecto al grafitti, en 1985 empieza a verse de forma más sistemática. En Madrid, por ejemplo, antes del graffiti Hip Hop existían los flecheros, que, aunque no pertenecían al mismo grupo, en algunos casos tuvieron puntos en común con el graffiti. Lo que más impulsó el inicio de éste en esos años fue la entrada del breakdance a través de películas; en ellas se veía que los que bailaban tenían un nombre grupal y lo escribían en las calles. Imitando esa estética, los primeros graffitis tenían que ver con poner ese nombre, con alguna frase alusiva a la actividad como «Do it break» o una imagen relacionada con la actividad del baile. Todo esto da comienzo a la escena del graffiti en España. Películas como Flashdance, que se estrena en 1983, Breaking o Beat Streets, que se estrenaron en 1984, mostraban escenas de la vida en Los Ángeles o Nueva York y fueron creando el escenario visual para que la gente se largara a las calles a pintar. En poco tiempo, de este graffiti apegado al break, se llega a un graffiti más centrado en los elementos gráficos y no tan referenciales a la danza.
Hablas del «plus energía» que aportaron a la ciudad ¿a qué te refieres con ello?
El graffiti comienza con fuerza en las calles de Madrid, Barcelona y Alicante, lo que yo llamo en el libro el «triángulo de oro» del graffiti. En 1985, en la feria de Arco, hay una galería que trae obra de escritores de Nueva York. Ésta se considera la entrada institucional del graffiti en España. Esto creó un revuelo muy grande entre artistas, teóricos, intelectuales, estetas… que, salvo excepciones, lo consideraron un arte menor. A la vez, muy pocos de los pioneros del graffiti se acercaron a ver esta exposición. Me consta que en Arco casi abandonaron las piezas que habían traído y que parte de ellas fueron recogidas por el personal de limpieza o de montaje.
En resumen, el graffiti no ingresó por su parte más teórica o las instituciones del arte, sino que salió de las calles. Para esto hay varias razones y una de ellas es que los que comenzaron a hacerlo eran muy jóvenes, gente que, normalmente, tenía entre 14 y 18 años. Aunque tuvieran aptitudes para el dibujo, la academia o lugares como Arco todavía les quedaban muy lejos.
¿Qué otras cosas definen a los escritores de la vieja escuela de los que hablas en tu libro?
En el periodo que hay entre 1985 y 1990 se da un tipo de graffiti artesanal, me refiero a que no hay una industria generada en torno a él. Hasta 1994 no surge una empresa específicamente dedicada al mundo del spray para graffitis. Usaban aerosoles domésticos hechos para pintar electrodomésticos o coches. Los importados, que se introdujeron después, eran muy caros.
Los escritores, transformaban los sprays o inventaban sus rotuladores de trazo ancho con la espuma de los borradores de tiza y envases de carretes de fotos con el fieltro dentro. Todo da la idea de un graffiti mucho más artesanal o de andar por casa.
También hay que destacar cómo se obtenía la información: sin móviles, sin internet, en una época en que poca gente hablaba inglés… Cuando alguien tenía información de Londres, Francia o EE UU, la difundía de forma artesanal con fotocopias de las fotografías. A finales de los ’80 comienzan a hacerse fanzines, con fotografías fotocopiadas y retales de información conseguida con dificultades. Henry Chalfant fotografíó la escena de graffiti originaria de EE UU (hizo libros y películas) y estuvo en Barcelona un par de veces. La información que Chalfant trajo se multiplicó de forma exponencial. Se enviaba por correo postal el programa de mano de una de sus conferencias en la que incluía un glosario de términos.
¿Han crecido los límites entre «escritores» y «artistas»?
Hay una idea falsa, a nivel global, de que el graffiti no tiene que ver con la academia. Pero cuando comenzó, la academia y las instituciones del arte prestaron atención a lo que pasaba en la calle. Ejemplos de esto son Basquiat o Keith Haring, que coquetearon con lo urbano. Warhol no hizo graffiti, pero fue la cabeza de este grupo. Los primeros escritores en EE UU hicieron exposiciones en galerías o universidades desde el principio del movimiento.
Definir el graffiti sólo por el soporte es un poco pobre. Pero esto no va en contra del hecho de que el graffiti tiene una relación importante con el espacio urbano, es propio de la ciudad.
Desde hace unos años, el arte urbano incluye muchos elementos además del graffiti: intervenciones sobre el mobiliario, contrapublicidad, plantillas, bricolaje urbano, etc. Todos estos elementos tienen una larga tradición que, en algunos casos, se remonta un siglo atrás. Que no sea nuevo no significa que no haya una forma diferente de hacerlo, que marca una ruptura con estos antecedentes. Lamentablemente las ciudades se vuelven más reaccionarias sobre el uso del espacio público, parece que éste sólo está destinado para el Estado o para las grandes corporaciones.
http://www.diagonalperiodico.net/Los-origenes-del-graffiti-en.html