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Nada es espontáneo en la ofensiva anticubana

Fuentes: Prensa Latina

Desde que Walter Lippman condujo la maquinaria de propaganda de Estados Unidos durante la primera guerra mundial (1914-1919), se estableció desde Washington que había que movilizar la conciencia ciudadana del mundo a favor del poder político del imperialismo. Lippman propugnó desde entonces por el pensamiento único, vale decir, inculcarle al universo sus ideas para que […]

Desde que Walter Lippman condujo la maquinaria de propaganda de Estados Unidos durante la primera guerra mundial (1914-1919), se estableció desde Washington que había que movilizar la conciencia ciudadana del mundo a favor del poder político del imperialismo. Lippman propugnó desde entonces por el pensamiento único, vale decir, inculcarle al universo sus ideas para que se sometiera a los dictados de los intereses estadounidenses. Y de ahí en adelante, la propaganda contra los adversarios de Estados Unidos se convirtió en el «ablandamiento artillero» que tenía lugar ante de que se produjeran las abundantes agresiones militares y políticas de la poderosa nación del Norte de América.

La ofensiva propagandística que tiene lugar contra Cuba desde principios de este año 2010, nada tiene de espontánea ni de ingenua. El sello de la herencia de Lippman se ve por todas partes. En la medida que los días pasan se ponen en movimiento las poleas y los engranajes de la contrarrevolución.

Nadie en su sano juicio podría imaginarse a funcionarios diplomáticos estadounidenses y europeos colaborando abiertamente y sumándose físicamente a esta ofensiva en territorio cubano si no estuvieran siguiendo directrices específicas y autorizadas por sus respectivas cancillerías para provocar a las autoridades de Cuba. Eso ha estimulado el accionar de los asalariados de «la contra», aquellos que se venden a precio de propina.

Los cacareos sostenidos de los medios de comunicación de la derecha extrema mundial, «la gran prensa», no son vientos que tumban cocos ni aflojan rodillas revolucionarias. Esos son aguaceros que tienden a escampar en corto plazo dada la falta de argumentos verdaderos y el agotamiento de las mentiras tantas veces usadas.

A lo que hay que estar atentos ahora es a lo que Walter Lippman introdujo en la filosofía imperial: la ofensiva propagandística es el preludio a agresiones físicas mayores contra el pueblo cubano. Luego de este «ablandamiento artillero» con palabras e imágenes, que ya duran muchas semanas, pongamos todas nuestras fuerzas y recursos en tensión para que el imperio y sus servidores aprendan de una vez y por todas que en Cuba revolucionaria nadie se rinde. Además, que los amigos de siempre de la Revolución cubana tampoco nos amedrentamos ante la insolencia de los frustrados de «la contra», por más apoyo que tengan de Washington o de Madrid.

Y que para hablar mentiras y comer pescado hay que tener mucho cuidado, ya que una espina revolucionaria podría atragantarlos sin remedio.

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu/2010/n466_04/466_40.html