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La ONU, una herramienta de dominación imperialista

Fuentes: Rebelión

Hace unos días -el pasado 31 de mayo-, lo que hubiera sido relativo motivo de alegría se convirtió en catástrofe humana. El Gobierno israelí decidió que nadie «burlara» su genocida e ilegal bloqueo contra el pueblo palestino, que nadie «metiera las narices» para aliviar el dolor de los habitantes del campo de concentración que gracias […]

Hace unos días -el pasado 31 de mayo-, lo que hubiera sido relativo motivo de alegría se convirtió en catástrofe humana. El Gobierno israelí decidió que nadie «burlara» su genocida e ilegal bloqueo contra el pueblo palestino, que nadie «metiera las narices» para aliviar el dolor de los habitantes del campo de concentración que gracias a ellos hoy es la Franja de Gaza, y se lanzó, en aguas internacionales, al ataque de una flotilla cargada de ayuda humanitaria. El resultado fue de cerca de veinte activistas desarmados muertos y numerosos heridos. También hubo gran cantidad de detenidos -ya liberados, excepto cuatro- y, por supuesto, los israelíes usurparon la mercancía para que no llegara a manos palestinas.

Tremenda «hazaña» la del criminal Gobierno de Netanyau . Mientras tanto, la llamada «comunidad internacional», siempre tan insensible al dolor de los desposeídos -condena, pero no mueve un solo dedo para que ésta sea efectiva-, ha vuelto a dar sobradas muestras de que su «internacionalidad» se limita a un puñado de privilegiados y saqueadores países.

Una vez más y de la manera más hipócrita y estéril posible, la ONU ha condenado la agresión de Israel, y anuncia que abrirá una investigación para esclarecer los hechos, pero no ha aprobado ninguna sanción contra los agresores. Ya se sabe, Estados Unidos es uno de los cinco países del Consejo de Seguridad que tiene el antidemocrático derecho a veto, y, obviamente, nunca va a permitir que su protegido aliado reciba castigo alguno. De hecho, el Gobierno yanqui ya ha vetado más de treinta resoluciones contra Israel. Y es que los genocidas sionistas gozan de una impunidad tan increíble como insultante, dentro de una organización que está a años luz en cuanto a democratización de su funcionamiento se refiere, así como a la consecución de sus objetivos por los que, al parecer, comenzó su andadura.

La ONU, que reemplazó a la Sociedad de Naciones, fue fundada por 51 países el 24 de octubre de 1945 en San Francisco, California. Supuestamente, nació para facilitar la cooperación en asuntos del Derecho internacional, la paz y la seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos, pero, como he señalado unas líneas más arriba, su diaria labor dista mucho de acercarle a los mencionados objetivos. Además, a pesar del tiempo trascurrido -64 años desde su fundación- y del cambio tan urgente como profundo que demanda la actual situación mundial, -hoy la Organización está conformada por 192 países- la ONU sigue prácticamente con la misma estructura y el mismo antidemocrático funcionamiento.

¿Por qué tanta negación por parte de los de siempre a un cambio tan necesario? ¿Para qué sirve actualmente la ONU? ¿Quién realmente la dirige? Sabemos que Estados Unidos se vale descaradamente de la organización internacional. Y lo hace para llevar a cabo sus objetivos de política exterior, utilizándola como instrumento de intervención e injerencia en todo el mundo. En pro de sus intereses, los imperialistas involucran a la ONU en conflictos internos de algunos Estados «disidentes», mediante las pseudodoctrinas llamadas «diplomacia preventiva» e «intervención humanitaria». De ese modo, los «amistosos» Cascos azules inspeccionan y controlan elecciones, organizan, establecen y reemplazan gobiernos y crean o entrenan cuerpos de policías y ejércitos locales.

La ONU, en especial su Consejo de Seguridad, se ha convertido en instrumento habitual del hegemonismo de Estados Unidos, quien ha ejercido su antidemocrático derecho a veto, insisto, en infinidad de ocasiones.

Por otra parte, el hecho de que la sede de la Organización esté ubicada en Nueva York ha supuesto que Estados Unidos haya ingresado miles de millones de dólares de los gastos que se ven obligados a realizar la Secretaría de la ONU y el conjunto de sus agencias y organismos, así como el de los diplomáticos de todo el mundo. Estados Unidos, además, cuenta con el privilegio de ser el único país para el que se estableció un límite máximo a la cuota que debe pagar al presupuesto de la Organización. Por si esto fuera poco, el gobierno imperialista incurrió en una prolongada mora en el pago de su reducido aporte financiero.

Lejos de perder sus derechos en el seno de la Organización por este impago, que es lo que demanda la Carta de San Francisco en estos casos, la ONU negoció con su mayor deudor: Estados Unidos pagó una parte de lo que debía, y la ONU rebajó el importe de su ya reducida cuota, comprometiéndose además a realizar cambios en su gestión administrativa que favorezcan, más todavía, al chantajista gobierno norteamericano. Ricardo Alarcón definió este hecho como «un arreglo que más bien ilustra la vergonzosa rendición del mundo ante la arrogancia del imperio».

No son pocos los países que han pedido repetidas veces cambios profundos en Naciones Unidas, para que ésta sea realmente una organización que, en verdad, represente por igual a todos los países miembros. Pero las voces críticas siempre son acalladas o desoídas; basta un solo voto en contra, de los que tienen derecho a veto, para que cualquier intento de reforma sea humillantemente anulado.

No es aceptable que la tiranía con la que se desenvuelve la ONU condicione la vida de la inmensa mayoría de población mundial. Es totalmente inadmisible que cinco países -entre ellos Estados Unidos, que es quien más utiliza la fascista herramienta de recurrir al veto- puedan ningunear las decisiones tomadas por los otros 187 países.

Desde todo punto de vista, el bloqueo que Israel impone por la fuerza a la Franja de Gaza es completamente condenable. Pero es que, además, según los tratados de 1948 y 1949, suscritos también por el Gobierno de los Estados Unidos, el bloqueo de alimentos y medicinas, aún en tiempos de guerra, es delito y debe ser sancionado. Lo mismo sucede con el criminal bloqueo yanqui a Cuba que dura ya tantos años. La última votación en Naciones Unidas arrojó el contundente resultado de 187 países en contra del bloqueo; tres a favor; y dos abstenciones. Vetada la voluntad de la inmensa mayoría de los países miembros por el propio bloqueador, el castigo a Cuba sigue vigente, y quien incumple las propias normas de la Organización nunca ha recibido sanción alguna.

No cabe la menor duda, mientras la ONU no sea radicalmente transformada, o arrojada directamente al cubo de la basura para crear una Organización nueva en la que todos los países tengan voz y voto, y las resoluciones adoptadas no puedan ser vetadas por los poderosos, Palestina seguirá sufriendo la codicia de Israel, y el resto del mundo -sobre todo los países «disidentes» como Cuba- las peligrosas embestidas de un imperio herido y decadente: Estados Unidos.

Blog del autor:  http://baragua.wordpress.com