La huelga del Metro madrileño yace en la UVI a punto de morir de éxito. Una protesta ejemplar que tuvo un respaldo total entre los convocantes puede desplomarse por la desafección de los usuarios del suburbano incubada desde fuera. El unánime linchamiento de los medios de comunicación, la clase política y los poderes del Estado, […]
La huelga del Metro madrileño yace en la UVI a punto de morir de éxito. Una protesta ejemplar que tuvo un respaldo total entre los convocantes puede desplomarse por la desafección de los usuarios del suburbano incubada desde fuera. El unánime linchamiento de los medios de comunicación, la clase política y los poderes del Estado, convertidos en un cártel difamatorio para hacer aparecer como chusma a los huelguistas, ha logrado el efecto búmeran buscado por la patronal del Partido Popular. Así, lo que surgió como un dignísimo acto en defensa de los derechos de los trabajadores y de denuncia social ante la vulneración unilateral del convenio, se bate en retirada acosado por críticas insidiosas y mercenarias. Una bien calculada y artera manipulación de la opinión publicada ha logrado fagocitar en su contra a una opinión pública sin experiencia de la solidaridad. ¿Sería igual la reacción de esa mayoría silenciosa si los medios hubieran informado que la aplicación con efectos retroactivos de la rebaja salarial a los trabajadores del metro suponía confiscarles el sueldo de un mes? La cultura de resistencia y responsabilidad implícita en la denostada «huelga salvaje» del Metro fue boicoteada por una «Polis» alienada en las golosinas del capital. Una metró/polis escindida en dos rivalidades ofició de cadalso, porque la rebelión de las masas en esta sociedad del espectáculo siempre se ahorma a la posición del ventrílocuo dominante.
Eso a escala reducida, aunque lo mismo sucede en todo lo demás. Para los que tienen el poder vale todo, horca y cuchillo están justificados. Para quienes están sometidos a esos poderes, incluso la autenticidad de sus actos puede ser interpretada como «salvaje». El buen paño no se vende ya en el arca, todo depende del cristal con que se mire. Sabemos que los que desataron la crisis económica son en estos momentos quienes pretenden decirnos por dónde buscar la salida de urgencia. No ignoramos tampoco que las agencias de calificación que dieron el visto bueno a los activos tóxicos que la globalizaron dirigen hoy la logística de los mercados de capital contra los pueblos. Pero estamos menos concienciados ante el hecho de que los «púlpitos mediáticos» y los gurús que avalaron la burbuja financiera como el último grito del crecimiento económico pergeñan ahora la deontología pret a porter para aceptar resignadamente el ajuste social y la purga laboral.
Encerrados con un solo juguete, todos estos peones del sistema dominante (político-económico-financiero) se han lanzado como un sólo hombre (son de facto un editorial conjunto», como el de la prensa catalana frente al Estatut) a derrochar toda su sabiduría con el objetivo de contarnos cómo paso y de paso recetarnos cómo debe pasarse página. Personajes sin muchos más atributos que su adscripción al avatar gobernante, fallaron en el diagnóstico de la crisis ex ante, vegetaron en la mediocridad oficial durante y se aprestan a ponerse al frente de la manifestación ex post. Pongámosles nombres y trayectorias a los «creadores de opinión».
Miguel Boyer Salvador es uno de estos recurrentes economistas que nos salen al encuentro desde las tribunas erguidas como empalizadas para programarnos la agenda mental. Ex ministro de economía con el primer gobierno de Felipe González, el jefe de los Sabios de la Unión Europea que nos recomienda una dieta nuclear para salir de la crisis, Boyer fue autor de la nacionalización de Rumasa y luego patrón de la Fundación FAES, laboratorio de ideas de José María Aznar y sus acólitos, y aquí y ahora es un distinguido muñidor de ese ajuste por toda la escuadra que el duopolio hegemónico nos quiere imponer. Su última deposición en el diario El País, dragaminas de la avanzada reformista, es un artículo cuyo título lo dice todo: «La hora de la juste y de la reforma laboral». Por cierto, en cierta medida, la burbuja-timo hipotecaria tiene su origen en la «ley Boyer» de 1985, que favoreció la especulación urbanística arrojando a miles de familias del centro de la ciudades a la periferia, al liberalizar (des-regularizar, ¿les suena el término?) la prórroga forzosa en los alquileres. Boyer de las mil caras, otro exquisito bombero pirómano, que justificó el ajuste en los arrendamientos urbanos para favorecer el acceso a la vivienda de los jóvenes, mientras el entonces presidente de Gobierno Felipe González apoyaba la medida con una circular a alcaldes y concejales instándoles a primar al sector de las construcción. De aquellos vientos….
Sigamos. También son del Grupo Prisa (poner el intermitente a la izquierda para girar a la derecha parece últimamente su especialidad) los dos catedráticos que protagonizan el programa «Economía a fondo» de CNN +, Emilio Ontiveros y Juan José Toribio. Un espacio de análisis de la actualidad económica que sigue el formato-estafa de «enfrentar» a dos representantes de las políticas hegemónicas, PP & PSOE, tanto monta monta tanto, como resumen-caricatura de la vasta problemática social. Siameses del estatu quo, Ontiveros y Toribio jamás defraudan al televidente, son perfectamente intercambiables.
Dos suculentas biografías les contemplan. Toribio es director del celebrado IESE Business Chol, el centro de negocios que ha troquelado más «madoffes» en España en los últimos años, y antiguo director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ontiveros, por su parte, juega la baza social, aunque fuera del plató es presidente de Analistas Financieros Internacionales, una mercantil con ánimo de lucro en cuyo consejo de administración están representadas 9 cajas de ahorro, incluido el secretario general de Caja Castilla La Mancha, José Saiz Alonso, al que algunas informaciones periodísticas han situado en un sociedad tapadera (Midamarta) utilizada por la entidad quebrada para blanquear sus «activos tóxicos».
Esta es alguna de la gente que nos cuenta la crisis en los medios de referencia. Suma y sigue: cuando Juan José Toribio no puede asistir a su lección magistral en CNN+ le sustituye Luis de Guindos, el último delegado en España de Lehman Brothers y delfín de Rajoy para llevar la cartera de Economía cuando le llegué su hora.
En la crisis los medios de comunicación de masas juegan siempre en primera división para defender el sistema. Son armas de intoxicación masiva que, remedando a Pirandello, pretenden hacernos creer que cualquier parecido con la realidad de la película que nos cuentan es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Con indisimulado ánimo de lucro.