Existen grabaciones fundamentales en la discoteca de todo aficionado a la música a las que se vuelve cada cierto tiempo. En la mía, una de ellas es London Caling, un disco de 1979 que, al igual que el primer día, sigue transmitiendo vitalidad, ganas de vivir y argumentos. El grupo que lo firmaba era The […]
Existen grabaciones fundamentales en la discoteca de todo aficionado a la música a las que se vuelve cada cierto tiempo. En la mía, una de ellas es London Caling, un disco de 1979 que, al igual que el primer día, sigue transmitiendo vitalidad, ganas de vivir y argumentos. El grupo que lo firmaba era The Clash y su cantante, Joe Strummer (1952-2002). Unos pocos años después de su muerte Julien Temple, amigo suyo, realizó un documental que, además de un recorrido por las distintas bandas en las que estuvo, es una biografía del cantante y un homenaje a su figura.
La película, que sigue una cronología lineal, arranca desde su nacimiento, con un padre diplomático, izquierdista concienciado que, con su continuo viajar, le inculcó el internacionalismo; pasa por sus años de internado, su devoción por Woody Guthrie; sus primeros trabajos (en una fábrica de alfombras, en otra de caucho, de sepulturero) mientras estudia en la Escuela de Artes; la muerte de su hermano, con apenas 20 años, por sobredosis de pastillas; sus primeras formaciones (The Vultures); su primer instrumento (un ukelele); sus primeras novias; sus amigos; para llegar a los años de su primera juventud en los que vive, como un «acto político responsable», en casas ocupadas.
Por entonces -estamos en 1974 y Joe Strummer tiene 22 años- monta su primer grupo importante, The 101’ers, y acondiciona un local en el que actuaban regularmente, un local autogestionado, sin intermediarios, siguiendo al pie de la letra el «hazlo tú mismo», precepto ético del punk. Los 101’ers llegaron a compartir cartel con los Sex Pistols, quienes con su estilo y, sobre todo, con su actitud, le indicaron el camino a seguir.
En 1976 entra a formar parte de The Clash. Un año después publicarán un disco clásico que, con música que destila rabia juvenil y letras que animan a la revuelta social, denunciaba la explotación laboral, el desempleo, el sistema político, el racismo, la brutalidad policial, las injusticias cotidianas, y se rebelaba contra el aburrimiento burgués, los ejércitos, el servicio militar y todo tipo de autoridad. Los siguientes años los pasarán dando conciertos, sacando discos tan grandes como London Calling o Sandinista -en honor a la revolución nicaragüense-, con los que evoluciona musicalmente, más allá del punk, en una particular mezcla de estilos como el rock & roll, el hip hop y los sonidos jamaicanos. En los primeros ’80 les llegó el triunfo masivo en EE UU, y el éxito (y las concesiones que conlleva) les sobrepasó hasta el punto de llevarles a cometer muchos errores. Ahí, en un final indigno para su trayectoria, tuvo su origen la semilla que provocaría la disolución del grupo, en otoño del ’85.
A partir de entonces, Joe tuvo un período de desorientación, de soledad y de frustración, en el que va de un lado para otro, tratando de encontrarse. Luego, ya recuperado, destacará como compositor de bandas sonoras, intérprete en películas (Mistery Train de Jim Jarmusch); guitarrista con The Pogues; locutor de radio en la BBC; con su grupo Joe y Los Mescaleros; en conciertos benéficos a favor de trabajadores en huelga… Episodios mucho menos conocidos pero igual de importantes que forman parte de la leyenda de un mito que fue el líder de The Clash, un grupo inolvidable que nos contagió la idea de que el rock puede ser un instrumento más con el que luchar contra el sistema.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Larga-vida-a-Joe.html