El ciudadano chileno Manuel Olate Céspedes se encuentra en prisión preventiva acusado de ser el nexo entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y una organización no identificada del pueblo mapuche. El gobierno colombiano pide la extradición de Olate, militante comunista y miembro de la Coordinadora Continental Bolivariana, una organización solidaria con los movimientos […]
El ciudadano chileno Manuel Olate Céspedes se encuentra en prisión preventiva acusado de ser el nexo entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y una organización no identificada del pueblo mapuche. El gobierno colombiano pide la extradición de Olate, militante comunista y miembro de la Coordinadora Continental Bolivariana, una organización solidaria con los movimientos que luchan por la independencia de América Latina. La detención de Olate se prolongará hasta que la Corte Suprema se pronuncie sobre la solicitud de extradición, para lo cual el gobierno colombiano debe hacer llegar pruebas que respalden sus vagas acusaciones. Hasta ahora no se conoce ninguna evidencia que haga verosímil la petición de Colombia. Más bien parece un típico procedimiento de inteligencia policial -bastante desprolijo por lo demás- destinado a potenciar la imagen de unas FARC «exportando» la lucha armada. Se afirma que en el ya famoso computador del comandante de las FARC, Raúl Reyes -manipulado tanto por los servicios secretos colombianos como norteamericanos-, se encontró un mensaje de un tal «Roque», que transmitía la petición de un grupo mapuche anónimo para recibir adiestramiento guerrillero. También se ha divulgado la presunta respuesta de Reyes, sugiriendo a Roque desalentar a los supuestos peticionarios haciéndoles ver los rigores y riesgos de la vida guerrillera.
Aparte de lo dudosas que son las «informaciones» extraídas del computador de Raúl Reyes, que incluso pretendieron involucrar a altas autoridades ecuatorianas y venezolanas, no hay nada consistente que relacione a Olate con el misterioso Roque. La utilización que se ha hecho en Chile de este asunto, sobre todo por El Mercurio y parlamentarios de derecha, revela más bien una provocación contra el pueblo mapuche y en particular la Coordinadora Arauco-Malleco -cuyos dirigentes afrontan un complejo juicio ante un tribunal de Cañete-. La Fiscalía Nacional acusa de «terroristas» a 18 comuneros mapuches que arriesgan penas de más de cien años de presidio. Ya se ha sugerido en este juicio que los mapuches utilizarían «tácticas guerrilleras» aprendidas en el exterior. De manera que la relación entre la solicitud de extradición de Olate y el juicio contra los comuneros mapuches -en que se utilizan testigos «sin rostros»- no puede ser más elocuente. Hay que recordar que los acusados mantuvieron una huelga de hambre de 82 días -exigiendo un juicio justo- que conmovió a la opinión pública mundial. Asimismo, que el gobierno se comprometió a retirar las invocaciones a la Ley Antiterrorista.
Los servicios de inteligencia colombianos vienen disparando en distintas direcciones, utilizando el «computador de Raúl Reyes» como si fuera la Caja de Pandora. Pero sus aventuradas acusaciones han perdido credibilidad. Los desmentidos en Venezuela, Ecuador y otros países, así como en la misma Colombia, han permitido demoler las patrañas y montajes que invocaban al computador del fallecido dirigente de las FARC. En el caso del chileno Olate solo existe una foto suya con Raúl Reyes, en ocasión de la visita que un grupo de jóvenes de la Coordinadora Continental Bolivariana hiciera al campamento de las FARC en territorio ecuatoriano. Sin embargo, abundan las fotos del comandante Raúl Reyes con visitantes de distintas nacionalidades, que solo prueban la solidaridad internacional con las FARC, que ha ido declinando por los propios errores de la organización guerrillera, entre ellos los secuestros y otras violaciones de las leyes de la guerra. Raúl Reyes (Luis Devia Silva), que murió el 1º de marzo de 2008 en el ataque del ejército y aviación a su campamento en el borde ecuatoriano de la frontera con Colombia, era -por sus condiciones políticas- algo así como el canciller de las FARC. Desde luego recorrió América Latina, explicando la prolongada guerra civil en su patria. Estuvo en Chile y tomó contacto con autoridades de gobierno y dirigentes de partidos y organizaciones sociales. Tanto las FARC como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) -la otra organización guerrillera colombiana- participan en organismos como el Foro de Sao Paulo, donde han alternado con numerosos partidos y movimientos políticos de todo el continente. Raúl Reyes también viajó a Europa, y participó en los diálogos de paz con el gobierno del presidente Andrés Pastrana. Fue entrevistado en el exterior y en suelo colombiano por numerosos corresponsales (también por el director de Punto Final, el 29 de octubre de 1999, en los Llanos del Yaire, Departamento del Caquetá. Ver PF 458 y 459).
Luis Devia Silva (conocido como Raúl Reyes) fue un destacado sindicalista (trabajaba en una planta lechera de Nestlé), miembro del comité central del Partido Comunista, concejal, etc. Las amenazas de muerte le obligaron a tomar las armas, historia común a miles de luchadores sociales colombianos. Casado con Gloria Marín, hija de Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda), fundador de las FARC, recibía en su campamento a delegaciones internacionales y a políticos colombianos interesados en contribuir a la paz en ese atormentado país. De modo que fotos, cartas, vínculos, nombres de personas y organizaciones seguramente existían por centenas en su computador… además de lo que inventaron los servicios de inteligencia. Recientemente ese tipo de operaciones consiguió el desafuero de la senadora colombiana Piedad Córdoba, valiente defensora de los derechos humanos, a cuya tesonera labor se debe el rescate de varios secuestrados por las FARC. El ex presidente Alvaro Uribe, representante del latifundismo, emparentado con el narcotráfico y exponente de las posiciones reaccionarias más extremas en Colombia, conserva importante influencia en los aparatos represivos y en el Congreso de su país. El actual presidente, Juan Manuel Santos Calderón, de la poderosa familia dueña del diario El Tiempo, ex ministro de Defensa de Uribe, intenta realizar una política más moderada. Desde luego, apenas asumido restableció plenamente las relaciones con Venezuela, que Uribe llevó casi al conflicto armado. Los presidentes Santos y Hugo Chávez han intercambiado visitas, declaraciones amistosas y firmado numerosos convenios de cooperación. Asimismo, sorprendiendo a los observadores internacionales, el presidente Santos mantiene congelado -sin enviarlo al Congreso, donde el uribismo tiene mayoría para aprobarlo- el tratado con EE.UU. que permitiría a ese país instalar siete bases militares en Colombia, apuntando a Venezuela y a toda América del Sur y el Caribe.
De modo que en Colombia soplan vientos diferentes a los que marcaron el siniestro periodo de Uribe. Sin embargo, la lucha contra las FARC prosigue, lo mismo la represión contra sindicalistas y activistas de los derechos humanos. Los aparatos de seguridad son los mismos que manipuló Uribe, y los jefes militares violadores de los derechos humanos permanecen en sus puestos. Pero ha comenzado un cambio en la cúpula del gobierno, que los sectores más reaccionarios tratan de sabotear. La artificial e inconsistente solicitud de extradición del chileno Manuel Olate no debería prosperar. No solo no tiene asidero real sino que tampoco contribuye -cuando intenta criminalizar al pueblo mapuche- a debilitar la imagen uribista, y por lo tanto policíaca y terrorista que aun proyecta el gobierno colombiano.
(Editorial de «Punto Final», edición Nº 722, 12 de noviembre, 2010)