La cresta de la confusión entre identidad e ideología se alcanzó a inicios del decenio de 1990, cuando los partidos políticos de América Latina (sin excepción) fueron centrifugados por las hélices de la licuadora neoliberal: apoliticismo posmoderno, implosión en los países del socialismo real, y el cuento de la democracia «como en España y Chile… […]
La cresta de la confusión entre identidad e ideología se alcanzó a inicios del decenio de 1990, cuando los partidos políticos de América Latina (sin excepción) fueron centrifugados por las hélices de la licuadora neoliberal: apoliticismo posmoderno
, implosión en los países del socialismo real
, y el cuento de la democracia «como en España y Chile… ¿ves?».
Pocos años después, con la aparición del EZLN en Chiapas (1994) y el triunfo electoral del Movimiento Quinta República en Venezuela (1998), la identidad nacional y popular de nuestros pueblos volvió por sus fueros. Observación: adictos al simplismo, abstenerse. El articulista no está pensando en nacionalismo
y populismo
.
La identidad es un concepto subjetivo porque depende de una elección. Podemos cambiar de nombre y nacionalidad. En cambio, cuando políticamente nos expresamos desde lo nacional y popular (una sabrosa enchilada suiza
, la defensa de los compañeros de Atenco), fijamos posición objetiva frente a lo que se le opone: la identidad cosmopolita y elitista.
Observación dos: la sustitución de la una identidad por la otra es tarea vana, pues en el mundo de hoy ambas funcionan como vasos comunicantes. Aunque la una, a expensas de la otra. Entonces, si la pretensión apunta a separar la paja del trigo, conviene tener claro si pensamos (o no), con criterio nacional y popular.
Observación tres: el pensamiento nacional y popular no consiste en prescindir de saberes originados fuera del país, sino en valorar las potencialidades del propio para visualizar los resortes de la dominación interna, y las presiones externas que nos impiden ser mejor de lo que somos.
A muchos intelectuales y políticos les atrae más recorrer el camino inverso. El costo va de suyo: aspirar a ser (en el mejor de los casos y sin garantías para ello) talentosos versificadores de lo que otros pensaron y consiguieron, piensan y consiguen en lugares y situaciones distintas a la propia. O, de plano, en cotorras del marxismo y el liberalismo de importación.
Observación cuatro: si en los países ricos (o sea, imperialistas) la exaltación de lo nacional y popular siempre ha sido igual a racismo, exclusión y discriminación, en los países pobres (o sea, saqueados y explotados) conlleva igualdad, derechos, justicia, inclusión.
Las prodigiosas realizaciones de la ciencia y la tecnología no son malas
porque fueron engendradas por el capitalismo altamente desarrollado. Son malas (y sin comillas), porque sus beneficios y aplicaciones excluyen a tres cuartas partes de la humanidad.
En consecuencia, desde lo nacional y popular deberíamos preguntarnos por qué nuestros magnates, en lugar de invertir en actividades productivas, sólo aspiran a especular y figurar en la nómina de la revista Forbes. ¿No es triste verlos tan felices y serviles cuando, a la hora de cortar el pastel, los países imperialistas les dan una patada en el culo y, cuanto mucho, les permiten servir la mesa del festín neoliberal, quintaesencia del crimen organizado
?
¿Cómo reformular una causa noble que aún es idea? El socialismo no figura en la agenda política de movimientos y gobiernos con identidad nacional y popular (lopezobradorismo en México, kirchnerismo en Argentina) ni en procesos emancipadores que lo invocan (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua): sus políticas son capitalistas.
El socialismo cubano, que responde a otras coordenadas, ha empezado un gran debate para ver cómo apuntalar su economía y conquistas sociales. Lo cierto es que la suerte de la revolución depende, como nunca, de las iniciativas de cooperación, integración y solidaridad que en América del Sur se han puesto en marcha.
A ver, chamanes de las ideologías reveladas: ¿a qué le juegan? No le pidamos más a la revolución cubana, que ya hizo demasiado por quienes la respetan, y por quienes aseguran respetarla peeeeero… Y en este para nada inocente peeeeero
, antes que el derecho a la crítica
subyace el perfeccionismo marxista, persuadido de que por operación de la Gracia Divina es posible alcanzar y mantener la perfección moral que los trabajadores de verdad serían los primeros en deplorar.
Si queremos ayudar a Cuba, evitemos aturdirla con señalamientos que, a más de ignorar las potentísimas reservas de su identidad nacional y popular, le dictan a control remoto el catecismo de la revolución proletaria mundial. «Como bien recalcaba Lenin…» ¡Por Ochún! Estos recursos verbales de autoridad ya suenan a logia de carbonarios.
Los presupuestos marxistas que se transmiten con frenesí notarial han sido causa de graves perturbaciones ideológicas y sicológicas. ¿Que en 32 páginas de un documento económico-social destinado al congreso del partido de abril 2011, la palabra socialismo aparece sólo tres veces
?
Con algunas páginas más, el único momento en que Marx usó en El Capital la palabra revolución
, fue para referirse a la técnica. Por último, si mal no recuerdo, Marx dijo en la sexta tesis sobre Feuerbach: El hombre es el conjunto de sus relaciones sociales
. Ya lo ve, nadie está exento de apelar a la autoridad.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/11/17/index.php?section=opinion&article=027a1pol