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Un texto de 1963

Sobre los problemas de las organizaciones de intelectuales, especialmente la de Barcelona

Fuentes:

Nota de edición. (Miguel Manzanera Salavert) Este escrito de Julio de 1963, según consta en la fecha del archivador, es una carta de Sacristán a la dirección del PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) con motivo de una crisis organizativa del sector de los intelectuales comunistas de Barcelona. Esa situación viene motivada por varios factores […]

Nota de edición. (Miguel Manzanera Salavert)

Este escrito de Julio de 1963, según consta en la fecha del archivador, es una carta de Sacristán a la dirección del PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) con motivo de una crisis organizativa del sector de los intelectuales comunistas de Barcelona. Esa situación viene motivada por varios factores políticos, entre los que cuentan, primero, la coyuntura internacional en donde se produce una lucha política entre el sector pro-soviético y el maoísta, que saldará con la escisión maoísta en 1964. Además la situación en la URSS donde la figura de Jruschev es fuertemente cuestionada y finalmente las tensiones producidas por la lucha entre Santiago Carrillo, a la sazón Secretario del PCE, y Fernando Claudín, quien estaba encargo de la elaboración teórica. Esta carta aparece mencionada en el debate de 1964 entre Claudín y la dirección del PCE que dio origen a la exclusión de Claudín del Comité Ejecutivo del Partido, y a su posterior expulsión del Partido bajo la acusación de realizar trabajo fraccional; lo sabemos porque ese debate fue publicado por Fernando Claudín en Documentos de una divergencia comunista, (Barcelona, El viejo topo, 1978). Claudín se apoyó en este texto de Sacristán -entre otros, como la carta de Javier Pradera mencionada también aquí y probablemente en los textos del Seminario de Arrás del propio Sacristán-, para construir sus posiciones. Así se puede leer en la página 180: «…nos llegan advertencias y opiniones señalando el divorcio entre nuestra visión de la problemática española y el contenido real de ésta; criticando la inconsistencia teórica de nuestras elaboraciones; reprochando la falta de democracia interna, la imposibilidad de un debate verdadero. La carta dirigida por el camarada X. (Javier Pradera, nota 14 de 1977) de Madrid, al Comité Ejecutivo del Partido, analizando nuestra táctica política; el documento que en el verano de 1963 nos dirigió el camarada Y. (Manuel Sacristán, nota 15 de 1977) de Barcelona, analizando la crisis en el sector intelectual del Partido, son ejemplos concretos entre otros muchos de esta toma de conciencia».

Claudín pensaba que las transformaciones de la estructura económica española durante el franquismo, especialmente por el Plan de Estabilización del año 59 que había recibido el apoyo del capital financiero internacional, exigían un replanteamiento de la política del PCE. La reorientación de la política del Partido venía mediada también por las tesis de Togliatti en los IX y X Congreso del Partido Comunista Italiano de 1956, el denominado ‘policentrismo’, y por la desestalinización del movimiento comunista mundial iniciada con el XX Congreso del PCUS. En esta coyuntura, la reorientación táctica exigida por Fernando Claudín, Jorge Semprún y Francesc Vicens, y apoyada también por Jordi Solé Tura, se basaba por un lado en el policentrismo impulsado por Togliatti, y por otro en un análisis economicista de la sociedad española de los sesenta, considerando que el capital monopolista estaba siendo capaz de impulsar el desarrollo económico español en el marco del estado autoritario franquista, en un proceso paralelo al de la Italia de los años cincuenta: «…el capitalismo español se ha transformado en un sistema neocapitalista similar al de los países avanzados, aunque por el nivel de desarrollo aún esté en retraso. Sus problemas empiezan a ser similares a los de esos países, en particular a los del tipo de Italia» (op. cit.144). Claudín, Semprún, y Vicens fueron expulsados del Partido en el año 1964, bajo la acusación de realizar trabajo fraccional contraviniendo los Estatutos, por su polémica con Carrillo.

En cuanto al contenido del texto, el lector debe saber que la cuestión de los intelectuales y su inserción en el partido obrero fue uno de los ejes de la reflexión de Sacristán, y una de las dificultades que afrontó con más ahínco a lo largo de su vida política en el partido comunista. La importancia de la cuestión se plantea para Sacristán, con vistas a establecer una política que supere las consecuencias alienantes de la tradicional división del trabajo entre intelectual y manual, al menos en las instituciones de que se dotan los trabajadores para oponer su lucha política a la dominación burguesa. Parece interesante también subrayar la crítica de Sacristán a la línea política seguida por el Partido Comunista Francés sobre el problema tratado, que se enmarca en la crítica general al dogmatismo estalinista, como deformación de la teoría marxista y los partidos obreros. No es éste un problema casual surgido de una desgraciada coyuntura histórica; el trabajo de Sacristán sobre esta cuestión, nos muestra las dificultades de la apuesta comunista, pues se trata de una contradicción que se asienta en las bases mismas de la teoría marxista y la práctica comunista: ni más ni menos que superar la división social del trabajo, la sociedad de clases, el punto central del ideario comunista.

¿Hasta qué punto los intentos de construir el socialismo han tropezado en ese obstáculo? ¿Se trata de una admonición de los futuros problemas del socialismo? En realidad los análisis de Sacristán en la década de los 80 -fundados en las nuevas problemáticas que emergen en relación al ecologismo y la destrucción ambiental-, se centran en la crítica del progresismo burgués en las filas del comunismo y en los valores de los trabajadores. Pero aunque quizás este problema de los intelectuales, no sea el más agudo para el movimiento comunista actual, es seguramente uno de sus principales entre los que han llevado al fracaso del movimiento obrero organizado y al triunfo de los países del capitalismo avanzado, puesto que la investigación científica sobre la inteligencia artificial y la revolución informática han jugado un papel esencial en esa confrontación. La resolución de esta cuestión exige de nuestras mejores fuerzas.

Este documento lleva el número 78-1963 y estaba situado en la carpeta FC 9/2 (Fondo de Cultura) del Archivo Histórico del PCE. Como en el texto de Arrás, publicado la semana anterior, se han sustituido los subrayados de la carta por cursivas y se indican los saltos de página con números en negrita y entre corchetes. Con el objetivo de facilitar la lectura, las siguientes abreviaturas del texto han sido sustituidas en la actual transcripción:

Barc.,………………..Barcelona

c.,cam.,cc.,…………..camarada(s)

centr.democr.,…………centralismo democrático

com.(delante de int.),….comité (de intelectuales)

com.,c.(detrás de mov.),..comunista

cong.CC.,……………..Congeso de Cultura Catalana

dem.pop.,……………..democracias populares

H,……………………Horitzons, revista teórica del PSUC

int.,intel.,intelect.,….intelectuales

J.G.,…………………Juan Gómez, alias de Tomás García.

m-l,…………………marxista y leninista, marxismo-leninismo

mil.,…………………militante

mov.com.,mov.c.,……….movimiento comunista

NI,…………………..Nuestras Ideas, revista teórica del PCE org.,…………………organización

P,P.,PC.,PPCC.,………..Partido(s) Comunista(s)

PCUS,…………………Partido Comunista de la Unión Soviética

pol.,…………………política

RN,…………………..Reconciliación Nacional

URSS,…………….Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas>.

***

Sobre los problemas de las organizaciones de intelectuales, especialmente la de Barcelona

1. La situación y las dificultades de la organización de intelectuales de Barcelona se enmarcan, a mi parecer, en un conjunto de problemas generales del movimiento comunista mundial y el español, por un lado, y una serie de problemas más particulares y específicos de los intelectuales.

Antes de considerar unos y otros problemas, me parece oportuno precisar tres cosas:

1- Que las dificultades de la organización de intelectuales de Barcelona, anuncio de una posible crisis, existen realmente, y que es ilusorio considerar la grave crisis de los intelectuales de Madrid como un hecho excepcional.

2- Que esas dificultades, aunque pueden dar lugar a una crisis, se deben sin embargo entre otras cosas (o sea, además de a los problemas que luego enumeraré) al crecimiento mismo de la organización. Esas dificultades, por tanto, y hasta la crisis que pueden provocar, tienen un aspecto positivo1.

3- La principal condición para que esas dificultades no lleguen a producir una verdadera crisis, para resolver ésta en el caso de que se hubiera producido ya y, sobre todo, para posibilitar las considerables perspectivas que ofrece el crecimiento de las organizaciones de intelectuales, consiste en no ignorar aquellas dificultades, en no hacer resaltar sólo los aspectos positivos de la situación «barnizando» los problemas básicos de que luego hablaremos. Precisamente porque las dificultades tienen entre otras causas el desarrollo, el crecimiento de estas organizaciones, hay que tratarlas sustantivamente2, de cara y llamando a las cosas por su nombre. Este es el único camino para conseguir que esas organizaciones den finalmente fruto y para evitar los dos peligros principales que nos amenazan, y que son: primero, por parte de los camaradas que ven esas dificultades pero no su salida, la aparición de una pseudo-crítica caprichosa a la política del Partido y a su dirección; segundo, por parte de los camaradas de la dirección, una tendencia fácil a atribuir todo el malestar a esas veleidades pseudo-críticas, ignorando en la práctica el fondo real de los problemas.

2. Los problemas generales a que antes me refería como marco de las dificultades de la organización de intelectuales son de dos tipos:

1′. Los problemas planteados por la situación del movimiento comunista mundial, al aspecto teórico de los cuales son especialmente sensibles los intelectuales. Estos problemas son principalmente:

1- El problema de la concepción de la dictadura del proletariado, con toda la temática de la vía pacífica al socialismo.

2- El problema de la articulación correcta de la estrategia de la coexistencia pacífica con las tácticas de alcance nacional de los diversos Partidos Comunistas. En este punto se encuadra el problema planteado por la posición del Partido chino.

3- El problema de la superación del estancamiento de la cultura superior socialista durante los últimos 30 años. Los principales de estos problemas son:

a) La necesaria reconstrucción marxista de las ramas de la ciencia largo tiempo ignoradas por la cultura socialista por culpa del zdhanovismo3.

b) La necesaria reconstrucción del pensamiento comunista sobre las relaciones entre la base y la sobrestructura, tema gravemente deteriorado por el zdhanovismo y aún hoy en día en la URSS, como prueban las simplistas posiciones oficiales del PCUS tal como han sido expresadas por los camaradas Jruschov e Ilichev a propósito del arte y la literatura.<2>

c) La revitalización del pensamiento marxista general, o sea, de la filosofía marxista, cuyas formulaciones soviéticas (al menos las que nos llegan) siguen siendo hoy repeticiones relativamente esquemáticas y empobrecidas de Materialismo y Empiriocriticismo,4 en un mundo científico considerablemente cambiado. También estos problemas pueden caracterizarse en parte como problemas dimanantes del crecimiento del movimiento comunista mundial, y ello tanto por el crecimiento cuantitativo y geográfico, que plantea los problemas de alcance estratégico y de teoría política -como los de la coexistencia pacífica y la concepción de la dictadura del proletariado-, cuanto por el desarrollo cualitativo del socialismo en la URSS y en las democracias populares. Es, en efecto, claro, que una cultura superior poco desarrollada, empobrecida y a veces hasta paralizada por el zdhanovismo no suponía un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad socialista cuando éstas eran elementales y tenían que concentrarse sobre decisiones económico-sociales muy simples y básicas, como «electrificación», «prioridad de la industria pesada» (sin necesidad de afinar mucho cuantitativamente los efectos intersectoriales de esa prioridad), o «alfabetización del pueblo» y «enseñanza primaria para todos». Pero hoy en día, con la gran victoria del socialismo que supone el haber superado esa fase de las decisiones simples y elementales, es también claro que esa cultura superior científica y técnica reducida a los esquematismos de los manuales soviéticos que nos llegan, es un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas del socialismo en la URSS y las democracias populares y un freno para la capacidad de penetración del marxismo-leninismo en los países capitalistas. (El intelectual comunista es de verdad intelectual y de verdad un comunista cuando reconoce la gravedad de estos problemas y está al mismo tiempo orgulloso de quienes han hecho posible que esos problemas llegaran a plantearse. No es un verdadero intelectual si oculta esos problemas. No es un verdadero comunista si no se sabe continuador del movimiento unido que los ha suscitado y no los ha resuelto todavía).

Por efecto de la división del trabajo que es un dato básico de la vida en el mundo capitalista y en el mundo socialista, los intelectuales comunistas -investigadores, técnicos, escritores y artistas- están obligados a desempeñar un papel importante en el salto cualitativo que inevitablemente tiene que dar la cultura superior marxista. Apelar, como recientemente ha hecho el camarada Thorez, al «cuerpo de doctrina establecida» y a la «experiencia de la clase obrera» para negar ese importante papel de la intelectualidad comunista militante en la actual fase histórica, es una actitud errónea y sumamente peligrosa. Es errónea porque equivale a desconocer que la experiencia y el instrumental técnico del intelectual comunista es también, a través del Partido Comunista, experiencia de la clase obrera, experiencia al servicio del socialismo. Al desconocer esto se niega un rasgo muy importante de la función del Partido Comunista. Y esa actitud es sumamente peligrosa porque puede redundar en el enquistamiento, el envejecimiento y muchas derrotas del movimiento comunista en la lucha por la conquista de los nuevos instrumentos técnicos de producción y en la lucha por la conquista de los nuevos contenidos de consciencia que hoy llegan a la humanidad como resultado del rápido ritmo de desarrollo de esos nuevos instrumentos técnicos.

De todo esto se desprende que, precisamente porque estos problemas teóricos son de crecimiento, es imposible superar su efecto en las organizaciones de intelectuales silenciándolos o tratándolos de un modo paternalista, quitándoles importancia. Desgraciadamente, a causa del modo como hemos venido trabajando, no hemos podido aplicar a los camaradas de la organización de intelectuales de Barcelona más que esos paños calientes paternalistas. Por eso hay aquí una fuente potencial de crisis.

2′. Los otros problemas generales a que antes me refería son los planteados por la política del Partido.

1». Algunos de ellos tienen una base objetiva. Probablemente el más importante de ellos es el siguiente: la política de Reconciliación Nacional ha sido vivida por casi todos los camaradas, y a menu<3>do presentada por la dirección, como destinada a conseguir una victoria rápida. Puede decirse que el Partido la formuló y la recibió previendo en 1956 un ritmo rápido de descomposición de la dictadura, de radicalización de la burguesía pequeña y media y de toma de consciencia revolucionaria de la clase obrera, y sin prever, en cambio, la eficacia que podía tener el apoyo del imperialismo a Franco. Esa rápida evolución, aunque en algunos aspectos internos se ha producido, no ha tenido las consecuencias previstas a causa de esos otros factores externos.

Ahora bien: la previsión de un ritmo rápido de evolución, luego no confirmado por la realidad, ha influido en el trabajo de los intelectuales y en su organización en el sentido de orientar uno y otra hacia objetivos inmediatos (frecuentemente irrealizables) sin planteamientos ni siquiera a plazo medio. Esto determina un tipo de trabajo inconsistente y un tipo de organización que absorbe la mayor parte de las energías disponibles, con gran predominio de las funciones organizativas materiales; este predominio es extraordinariamente perjudicial para un trabajo específico y eficaz de los intelectuales.

2». Otras de esas dificultades son subjetivas. Van desde cierta dificultad natural para comprender sin exageraciones una política tan creadora y sutil como es la de Reconciliación Nacional, hasta impaciencias y caprichos pseudo-críticos que, pese a su apariencia a veces muy combativa, son frecuentemente fruto de una peligrosa debilidad ideológica en cuyo fondo está, por una parte, el origen burgués de la mayoría de los intelectuales, y, por otra parte, precisamente aquel tipo de trabajo al día que ha impedido un estudio suficiente.- Estas dificultades provocadas por factores subjetivos son de importancia diversa y, por tanto, susceptibles de tratamiento también muy diverso. A veces las he visto cobrar dos formas de manifestación que me parecen graves y que ya he insinuado, pero repito aquí por precisión: 1) la crítica veleidosa, puro capricho, a la política de Reconciliación Nacional, sin contraponerle más que vagos proyectos de acción ‘directa’ suelta que acabarían por paralizar al Partido en su trabajo de masas, es decir, por impedirle que llegue a ser un partido de masas. 2) La aparición de una pseudo-crítica a la dirección del Partido desde un punto de vista «generacional» (caso Sab.). Esta es una clara consecuencia de la influencia ideológica y hasta propagandística burguesa. Pero plantea un problema delicadísimo. Por ejemplo: cuando el caso Sab., el comité de intelectuales Barcelona reaccionó con una carta a Sab., que equivalía a negarles la condición de militante comunista. (Si en el comité de intelectuales hubiéramos tenido esa autoridad, yo habría propuesto la expulsión).

La contestación de ellos nos convenció de que estábamos equivocados: si no eran comunistas formados, querían serlo, y ésta es por fuerza la puerta de entrada del hombre de procedencia burguesa o pequeño-burguesa (o hasta obrera) en el Partido. Y es que, en efecto, con formulaciones tomadas de la influencia burguesa, puede presentarse a veces el deseo auténticamente dimanante del centralismo democrático, de constituir vivas organizaciones de Partido, no meros ejecutores sin comprensión. Por eso existe el riesgo de que camaradas mandados por la dirección, con funciones propiamente de instructores, agraven estas situaciones con comportamientos impropios. (En Barcelona esto no ha ocurrido nunca, pero tengo la impresión de que sí tal vez se haya producido en Madrid en los últimos meses).5

Por otra parte, es importante observar que bajo la apariencia burguesa del tema de las generaciones, puede haber en algunos casos una auténtica y fecunda lucha de lo nuevo contra lo viejo en los métodos de trabajo6. Así por ejemplo, cuando un camarada instructor se empeña en dorar la situación o en precipitar situaciones o trabajos apenas comenzados, los camaradas acaso recién ingresados que le oponen consideraciones más realistas o más a largo plazo están representando algo nuevo, a saber, la necesidad de sustituir viejos métodos de sugestión por métodos racionales de conocimiento de la realidad. (Esto no quiere decir, naturalmente, que esa pretensión se vaya a cumplir siempre, ni siquiera en los casos de mejor voluntad).- Para que esto no quede ambiguo, debo añadir que la eliminación de los métodos irracionales de su<4>gestión no debe significar una cesión al pesimismo y a la pasividad, el abandono de la lucha en espera de «tiempos mejores». Un Partido Comunista tiene que mantenerse en constante lucha, para hacerse Partido de masas. La sustitución de métodos irracionales de sugestión por los racionales de conocimiento consiste en argumentar ese hecho como queda dicho, y no con frases infundadas y sugestivas sobre la inminente caída de la dictadura, las cuales, al resultar falsas, son las que pueden empujar a la pasividad y al desconcierto. Si a un militante intelectual se le dice en cambio, lisa y llanamente, que un Partido Comunista, por su naturaleza de clase, no puede dejar de lucha ni un día por su política racionalmente elaborada, que el esperar «metiéndose en sí mismos» es la forma natural de conducta de los partidos burgueses, aunque sean antifranquistas, porque su base social, la burguesía, está siempre representada de un modo u otro en el estado burgués, porque es titular del dominio de la sociedad (dicho esquemáticamente), no hay que temer que ese militante se desinfle, porque su oficio de intelectual es vivir sobre la realidad conocida7.

3. Los problemas particulares de los intelectuales comunistas me parecen ser:

1′.Uno de organización: el concepto de «intelectuales» es, a pesar de su amplitud, claro desde el punto de vista teórico general. Pero si del concepto general de intelectual se quiere pasar a una comprensión plena de esta categoría social, comprensión que permita basar sobre ella una organización de los intelectuales comunistas, hay que distinguir entre dos grandes tipos de intelectuales: los miembros en ejercicio de las llamadas «profesiones liberales» y los intelectuales «puros», es decir, los investigadores y los creadores artístico-literarios. Sin duda hay numerosos casos mixtos. Pero siempre predomina en cada intelectual un modo u otro de serlo, y, lo que es más importante, los campos de trabajo de unos y otros pueden ser muy distintos.

Pues bien: en la práctica de la organización barcelonesa, las posibilidades de los intelectuales «puros» han sido completamente sacrificadas siempre a las posibilidades de trabajo de los prácticos de las «profesiones liberales». Aún más: en el trabajo de éstos, se ha sacrificado lo más propio de un trabajo de intelectuales en beneficio de otros tipos de actividad (sin duda también realizables por ellos) calcados de los que naturalmente se desprenden de la lucha de la clase obrera.- La consecuencia más espectacular de esta destrucción de las posibilidades de trabajo comunista de los intelectuales puros ha sido este año la crisis personal del camarada Rossell   Fontana>. Esta crisis es muy significativa por tratarse de un camarada muy valioso, muy constante, muy libre de restos ideológicos burgueses y muy hombre de partido, pues ha sabido no dejar incumplido ningún deber de disciplina incluso en aquellos momentos en que se encontraba en una situación moral y nerviosa delicada

2′.La segunda dificultad es en realidad la causa de la anterior. Pero como es la principal prefiero tratarla aislada y aparte: en 7 años de existencia continuada de la actual organización de intelectuales de Barcelona no hemos conseguido formular una verdadera aplicación de la política del Partido (que no fuera una traducción mecánica) al campo de trabajo de los intelectuales– Como esta afirmación puede ser también ambigua, debo aclarar qué entiendo por esto que podría llamarse «falta de política sectorial»:

– Lo primero que hay que precisar es que esa falta no se debe a la política general del Partido, la cual, por el contrario, ofrece mucho campo para una política de los intelectuales.

– En segundo lugar, nuestra falta de aplicación específica de la política del Partido no quiere decir que la organización de intelectuales de Barcelona no haya conseguido cosas positivas al servicio de esa política. Las ha conseguido.

– Pero las ha conseguido, en realidad, no de un modo que dejara huella entre los intelectuales antifranquistas, sino, por así decirlo, por la fuerza ge<5>neral de la política de Reconciliación Nacional, y por un esfuerzo incoherente y disperso de los camaradas, aplicado heterogéneamente a tal o cual objetivo, sin la continuidad que sólo habría podido ofrecer un plan de trabajo, al menos, a plazo medio. Cuando algún trabajo, como el Congreso de Cultura Catalana, empieza a cobrar verdadera importancia como trabajo y lucha de intelectuales, ello ha ocurrido más bien a pesar nuestro, pues nosotros, arrastrados por la falta de una verdadera política y por la copia mecánica de acciones de otros sectores, lo habríamos sacrificado todo a la firma de algún papel hace meses. Afortunadamente, no hemos podido.

– El Congreso de Cultura Catalana, primer caso en el cual la organización de intelectuales de Barcelona se encontró ante un trabajo verdaderamente específico de ella, no habría sido, sin embargo, emprendible hace 3 años, por ejemplo. En efecto, la organización de intelectuales de Barcelona ha sido muy pobre en efectivos y muy pobre, sobre todo, en intelectuales «puros», hasta hace relativamente poco tiempo. Esto explica también la falta de una aplicación específica de la política del Partido: no había con quien hacerla, y por eso la organización de intelectuales de Barcelona fue, en sus concepciones, en su organización y en su trabajo, un apéndice de las otras organizaciones del Partido. Pero a esto hay que observar dos cosas: primera, que esa causa no puede ser la única, pues la organización de Madrid, que fue mucho antes una típica organización de intelectuales, no ha tenido tampoco una política específica, lo cual es en mi opinión la causa principal de su crisis. Si la crisis no se ha producido aún en Barcelona, es porque aquí no hemos llegado ni a los efectivos ni a la tipicidad de la organización de Madrid. La segunda observación es que, en todo caso, hoy la organización de intelectuales de Barcelona está llegando a ser típica y a representar un posible peso en la lucha ideológica y cultural de Cataluña y de España. Y esto en el momento en que las demás fuerzas ideológicas del país -y hasta sus órganos de prensa- empiezan a aparecer resueltamente.

4. Es posible resumir lo dicho hasta aquí y ordenar unas conclusiones que sirvan de base a las propuestas que se harán al final:

1′.La debilidad mayor del trabajo de los intelectuales del Partido, debilidad cuyos efectos se agudizarán con el paso del tiempo, es la falta de una política sectorial, de una aplicación específica de la política del Partido, o, lo que es lo mismo, el haber hecho hasta ahora una aplicación de esa política sin orientarla hacia las fuerzas, las luchas y los problemas de fondo del campo ideológico-cultural, y sin que los intelectuales comunistas cumplieran las funciones específicas que son en todo caso, y bajo cualquier política, su aportación más propia al movimiento comunista. Esas aportaciones son principalmente: la lucha ideológica, la progresiva elaboración de una base concreta para el pensamiento y la acción cultural marxista-leninista en España, con reales investigaciones e interpretaciones concretas, y la elaboración de una política cultural del comunismo español. (Esto se puede decir por vía de ejemplo: no hay en el campo de la lucha ideológica ni siquiera un informe general, con una línea definida a grandes rasgos, como el de J.G. <"Juan Gómez" = pseudónimo de Tomás García> sobre los problemas del campo).

2′.Esa falta de política sectorial propia, ese desprecio del trabajo de los intelectuales por los mismos intelectuales, afecta a todos ellos, pero sobre todo a los investigadores y a los creadores artístico-literarios.

3′.Y tiene además consecuencias graves para la organización misma. En efecto, la falta de lucha ideológico-cultural «hacia fuera» acaba por ser además impotencia «hacia dentro», incapacidad de facilitar a los propios intelectuales sus instrumentos de educación marxista y leninista8. Y así salen cosas como el último número de Veritat9 o el último número de la revista de estudiantes de Madrid, publicaciones de las que no se puede decir que sean comunistas.

5. Como consecuencia de todas estas consideraciones querría hacer las siguientes propuestas:<6>

1′.En el terreno teórico: reconocer la importancia de los actuales problemas doctrinales del marxismo-leninismo. No caer en el error de considerar que la percepción de esos problemas es señal de revisionismo, sino darse cuenta de que en la percepción, elaboración y resolución de los mismos está la única vía por la cual puede proseguir la masa de las energías conseguida por el movimiento comunista mundial en tantos años de esfuerzo. Reconocer que la realidad de esos problemas tiene mucha importancia para todo el Partido, y una enorme influencia en los intelectuales, los cuales los perciben necesariamente con mucha intensidad.- Reconocer que nuestro conocimiento de la realidad española y nuestro arraigo en ella no son aún cosa viva más que en el terreno político. La dirección política de nuestro Partido es hoy infinitamente superior a sus contenidos, resultados y esfuerzos teóricos. Piénsese, por ejemplo, en la gravedad del siguiente hecho: nuestros intelectuales no han sido capaces todavía de dar un cuadro crítico marxista y leninista del pensamiento español burgués contemporáneo, análisis que es la única base posible de una política cultural del comunismo español. Ese desequilibrio entre la calidad política de nuestro Partido y la base teórica en que descansa es en mi opinión un hecho grave. Se explica, sin duda, por nuestras tradiciones, pero reduce todas las posibilidades de desarrollo e influencia del Partido a los aciertos estratégicos de nuestros dirigentes políticos.

2′.En el terreno político: reconocer la existencia y la importancia del campo de trabajo constituido por esos problemas, campos de trabajo que han sido hasta ahora subestimados. Montar sobre ese reconocimiento el trabajo de las organizaciones de intelectuales del Partido, no en el sentido -como se verá más adelante- de considerar que la única actividad de las organizaciones de intelectuales tiene que ser el estudio y la publicación, sino comprendiendo más bien que su posible influencia política concreta depende del peso que tenga en la cultura española la concepción del mundo que representamos. La influencia con que puede contar el intelectual comunista por obra del prestigio del campo socialista o de la acción de la clase obrera no es obra suya, y él no puede hacer directamente nada por aumentarla. Puede dar indirectamente su aportación a específica a esa influencia, y esa aportación depende de los resultados de su trabajo y su lucha ideológicos, científicos y culturales.

3′. En cuanto a la organización: reconocer que existe una importante diferencia entre el trabajo posible de los prácticos de las «profesiones liberales» y el de los intelectuales «puros», y traducir esa diferencia a la organización. No hay que aspirar, por tanto, a una copia del abandono de la organización de tipo sindical que tiene lugar en el sector obrero. En intelectuales, por el contrario, hay que afinar aún más esa organización sindical o por profesiones, considerando como rama profesional aparte los intelectuales «puros» (y aún con subdivisiones dentro de ellos, según los efectivos), y reduciendo el funcionamiento del órgano general de dirección de los intelectuales (algo así como el actual comité), sin suprimirlo, a la condición de una instancia encargada de la dirección política general, de ciertas funciones centrales de propaganda, y de evitar los peligros que también tienen estas propuestas, y que consideramos en el punto siguiente.

4′. En efecto, del mismo modo que la subestimación del trabajo ideológico, científico y cultural de los intelectuales está llevando a estas organizaciones a una falta de solidez en el trabajo que puede acabar en una crisis, así también, a la inversa, el reconocimiento de esas necesidades y posibilidades podría llevarnos ahora, por reacción, al error contrario, a saber: a que las organizaciones de intelectuales se inhiban de los objetivos cotidianos y a corto plazo de todo el Partido, despreciándolos como «mera agitación». El comité de intelectuales, abandonando la dirección directa y concreta que ha ejercido hasta ahora, debería sin embargo dedicarse a coordinar de un modo laxo todo el trabajo, a centralizar, como he dicho, funciones de propaganda y educación marxista y leninista, y a mantener los sistemas de enlace hoy existentes, pero ya no como instrumento de dirección, sino como palancas para los momentos de movilización de todo el Partido.

<7> Pero ésta no es la única medida que debería tomarse para evitar un posible relajamiento de la consciencia y la disciplina de Partido entre los intelectuales. Querría proponer aún dos medida más. 1) organizar incluso el trabajo propiamente científico y cultural (y no ya sólo ideológico) en forma de trabajo de Partido (dentro de los límites en que ello sea posible), o sea, como trabajo de organizaciones regulares del Partido. Esto puede conseguirse en mi opinión, como ya he dicho antes, reforzando y afinando la organización por profesiones. Aquí también el caso del camarada Rossell, con la creación de su seminario sobre base de especialización científica, marca en mi opinión el camino a seguir. Con la diferencia de que un seminario así debería, según mi propuesta, constituirse en organización regular del Partido para todos los efectos. 2) Orientar gran parte del nuevo trabajo ideológico-cultural y científico a nuestra prensa adecuada (Nuestras Ideas y Horitzons), con el objeto de hacer de ella un elemento verdaderamente presente y activo en la vida cultural española.

Barcelona, julio 1963