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Los resultados de las elecciones municipales pueden llevar a un gobierno más impopular

Fuentes: The Guardian

El creciente abismo entre el gobierno del PSOE y la población del Estado español no es probable que decrezca después de que Zapatero renuncie como primer ministro, tal como se espera que tenga lugar en breve. Su ahora más que probable sucesor es visto como el «hombre fuerte» del gobierno, considerado por algunos como el […]

El creciente abismo entre el gobierno del PSOE y la población del Estado español no es probable que decrezca después de que Zapatero renuncie como primer ministro, tal como se espera que tenga lugar en breve. Su ahora más que probable sucesor es visto como el «hombre fuerte» del gobierno, considerado por algunos como el más capaz de impulsar una impopular austeridad.

A pesar del éxito del Partido Popular en las elecciones municipales y regionales del domingo 22 de mayo, hay poca evidencia de que las y los ciudadanos del Estado español quieran un gobierno más de derecha. El PSOE perdió tres veces más votos de los que ganó el Partido Popular. Además, las encuestas continuamente detectan la hostilidad hacia los partidos y los políticos en general. En una encuesta de abril, más del 46% de las personas entrevistadas dijeron que «desconfiaban mucho» del líder de la oposición Mariano Rajoy, casi la misma cifra que para Zapatero.

Este nivel histórico de descontento con la clase política del Estado español ha sido un factor importante en las ocupaciones de plazas en diferentes ciudades. Estas se han extendido a los barrios y se enfrentan a los intentos de desalojo por la policía.

El descontento con la democracia española también puede ayudar a explicar una de las mayores sorpresas en las elecciones municipales del domingo: en Euskal Herria, la coalición independentista Bildu consiguió más escaños que cualquier otro partido en ese territorio. Este partido de izquierda, descrito por la derecha española como «pro-terrorista» aunque ha condenado abiertamente la violencia, estuvo a punto de ser ilegalizado por el Tribunal Supremo a petición del gobierno. Es una gran ironía que el mayor vencedor de las elecciones era la única opción política previamente considerada no apta para la democracia española.

El PSOE ha perdido una gran popularidad -que alcanzó un máximo después de haber retirado las tropas españolas de Irak en 2004- mediante la adopción de un programa de austeridad de largo alcance. Previamente, Rodríguez Zapatero prometió en repetidas ocasiones que él «no haría que los trabajadores pagaran la crisis». Sin embargo, desde las elecciones ha habido dos respuestas por parte del PSOE que sugieren que se mantendrá en su nuevo curso. En primer lugar, ha anunciado que no modificará su programa económico, que incluye «reformas» contra el «ausentismo» y sobre los derechos de negociación de los sindicatos.

Se espera que para las elecciones generales estas medidas hayan ayudado a reanimar las inversiones que se han desplomado. Sin embargo, apuestas similares de los gobiernos griego e irlandés no han funcionado. En lugar de ello, la reducción del gasto público ha reducido la demanda privada y han sobrevenido mayores crisis. Este panorama es poco probable que debilite la protesta actual de la generación «sin futuro» y puede animar a más.

Una segunda cuestión es la del posible sucesor de Zapatero. Tras el peor resultado electoral del PSOE en democracia, los «barones» (presidentes) regionales han logrado con éxito disuadir a Carme Chacón, la joven ministra de Defensa, para que no se presente a las primarias para presidenta. Lo hicieron con la amenaza de un congreso de emergencia en el que votarían directamente menos miembros del PSOE. La mayoría de los comentaristas coinciden en que esto deja la puerta abierta para el hombre que ya podría decirse que ejerce el poder de la mayoría gubernamental, Alfredo Pérez Rubalcaba. Desde el pasado otoño ha sido viceprimer ministro, ministro del Interior y portavoz del Gobierno.

El consenso general dice que Rubalcaba, el ex profesor de universidad, es muy inteligente. Un signo de esto fue cuando llevó al Ministerio de Trabajo las discusiones con los sindicatos en el momento en que estaba a punto de romperse un acuerdo sobre las pensiones. Los líderes sindicales convocaron una huelga general en septiembre frente a los cambios legales para facilitar los despidos de una plantilla que ya era precaria. Ahí Rubalcaba sugirió una rebaja limitada de las reformas a cambio de que los sindicatos aceptasen un aumento de la edad de jubilación a 67 años. Los dirigentes sindicales aceptaron, provocando la indignación de la población, el 79% de la cual rechazó ese aumento.

Posiblemente, la capacidad de Rubalcaba como autoproclamado «estratega» es igualada por su autoritarismo. No sólo fue responsable del intento de ilegalizar Bildu, sino que también fue un actor clave en la militarización polémica de los aeropuertos durante un conflicto laboral antes de navidad. En este conflicto, las y los controladores de tráfico aéreo fueron obligados a aterrizar los aviones frente a soldados armados. Desde entonces, las y los huelguistas han sido despedidos y amenazados con penas de prisión de larga duración.

Cuando una vez le pidieron que se describiese a sí mismo, Rubalcaba citó a un detective literario: «Si yo no fuera malo, estaría muerto, y si no fuera dulce, no podría vivir» -una respuesta interesante pero que reconoce un lado oscuro.

Si Rubalcaba se erige como presidente, es difícil imaginar una nueva convergencia entre el gobierno y la calle. Al contrario, la crisis política de las últimas semanas podría ser solamente el principio.

Luke Stobart es militante de En Lucha/ En Lluita

Fuente: http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2011/may/28/spain-election-zapatero