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La reconversión de la comisaría de Via Laeitana de Barcelona

El Leopold-Dahmen como referencia

Fuentes: Rebelión

Ricard Vinyes ha hablado de ello recientemente [1]. El Leopold-Dahmen de Colonia fue un antiguo centro de detención y tortura de la GESTAPO reconvertido posteriormente en museo memorial. ¿Por qué, cómo fue, cómo se consiguió? ¿Alguna iniciativa institucional? No, nada de eso, no fue el caso. «Un tipo comenzó a pasearse, día tras día, con […]

Ricard Vinyes ha hablado de ello recientemente [1]. El Leopold-Dahmen de Colonia fue un antiguo centro de detención y tortura de la GESTAPO reconvertido posteriormente en museo memorial. ¿Por qué, cómo fue, cómo se consiguió? ¿Alguna iniciativa institucional? No, nada de eso, no fue el caso. «Un tipo comenzó a pasearse, día tras día, con un cartel de cartón que decía ‘Aquí se torturaba».

A apenas un kilómetro de la plaza de los indignados de Barcelona, la plaza Catalunya, hay un centro similar. Fue la comisaría central de la policía fascista en Barcelona. Son legión el número de obreros, estudiantes y antifascistas torturados en sus celdas. En los años cincuenta, ser detenido y «pasar por Layetana», era transitar por un infierno. Francesc Vicens ha hablado de ello [2]. Miguel Núñez, muchos otros también, se mantuvo Invictus.

No era tampoco agradable ser detenido en años posteriores. Los golpes y malos tratos seguían siendo moneda corriente. En ocasiones, con un poco más de modos; muy poca diferencia.

La comisaría sigue en pie. Ignoro qué papel tiene en el actual organigrama policial catalán pero sigue activa. Sé, eso sí, que nada -una placa, alguna indicación, nada- recuerda que fue un centro terrible y temible de tortura y desesperación (y de risas, ascensos y palizas fascistas). Los visitantes, no hablo de los turistas ahora, de la ciudad de los prodigios no tienen forma de saber, si no están documentados previamente, la historia de ese edificio de triste memoria por el que suelen transitar al visitar la Catedral, Santa María del Mar o el barrio gótico.

¿Por qué no obramos como aquel «tipo» que comenzó a pasearse con aquella pancarta, con aquel cartel de cartón? ¿Nos ponemos en ello? Bastaría escribir «Aquí también se torturaba, aquí también hubo gente que se suicidó de desesperación». Y, luego, pasearnos a cuerpo, como quería Gabriel Celaya, siguiendo el ejemplo de aquel admirable antifascista alemán que, con tenacidad, no estuvo dispuesto a que el silencio y la tergiversación acuñaran una vez más su moneda. Hasta que nos oigan, aunque quieran seguir los pasos de la vicepresidenta Joana Ortega que quiere olvidar la diferencia entre víctimas y verdugos, entre torturados y torturados.

Notas:

[1] Ricard Vinyes, «Democracias comparadas». Público, 30 de agosto de 2011, p. 9.

[2] «Entrevista a Francesc Vicens». En Salvador López Arnal y Pere de la Fuente (eds), Acerca de Manuel Sacristán, Barcelona, Destino, 1996.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.