La ficción televisiva ha establecido el modelo de policía norteamericano como el último héroe de la sociedad occidental. Para eso, ha sido necesario exagerar el miedo al mundo de los televidentes.
Son Ellos, los héroes de nuestra época, los protectores del sueño americano, los que cuidan de las vulnerables leyes y tratan de que el caos no azote a los miembros de la sociedad hasta convertirlos en seres incontrolados que vagan por las calles sin pautas de comportamiento prescritas. De tal calado se representa a los cuerpos policiales en la pequeña pantalla, sobre todo la estadounidense, donde este género comenzaría a gestarse allá por los años ’60, sentando algunas de las bases morales más extendidas en la sociedad moderna.
Los nuevos cuentos caballerescos y épicas clásicas han sido sustituidas por estos melodramas, protagonizados generalmente por un compendio de hombres que sacrifican su integridad para luchar contra el mal. «El mundo no es un lugar seguro», repiten los protagonistas y productores, que prefieren mantener a sus espectadores anclados al sillón familiar. Ya que «la revolución no será televisada», los receptores se conforman con crear un mundo ficticio en el que los suyos, los buenos, siempre consiguen vencer en este mundo que se presenta oscuro y malvado.
Adoctrinamiento
Los protagonistas suelen ser seres con convicciones napoleónicas, que se guían por una moral impuesta y aferrada a las instituciones judiciales, a menudo en contra de las posibles interpretaciones de unas leyes impuestas por el sistema. Implícitamente supone un mecanismo de adoctrinamiento, en el que relacionamos varios conceptos que caen fuera de la lógica de una mente reflexiva: ‘ley’ igual ‘bienestar’ igual ‘correcto’.
En el género abundan superhombres, capaces de resolver todas los crímenes y situaciones de delincuencia sin apenas despeinarse, descendientes de los héroes epopéyicos como el ejemplo de McGarret de Hawai Five-0 (1968-1980) o los protagonistas de series de tan baja calidad como Martial Law (1998-2000). Aunque han ido apareciendo variantes de este tipo de formatos que matizan y plantean alternativas a estos personajes, de los que el detective Colombo (1971-1978) es un precursor, pero la tónica a lo largo de los años ha sido mostrar a estas instituciones como protectoras incorruptibles al servicio de la sociedad.
Este género de serie televisiva ha conseguido ir adaptándose a los tiempos, amoldándose a cada contexto según los principales enemigos que los gobiernos de turno querían inculcar. Así, la identificación del bando contrario es una de las mejores armas para que la sociedad concentre la ira de una vida abúlica en un ser desconocido contra el que poder despacharse a gusto. El tipo de malhechor que frecuenta las calles de Chicago, Manhattan o Los Ángeles, suele estar casi siempre estigmatizado por mafias de distinta procedencia y raza, tanto china, árabe, rusa, latina o afroamericana. Inconscientemente, la representación de estas minorías étnicas se contamina de aspectos negativos que nos conducen a formar prejuicios y opiniones que van en contra de cualquier principio netamente humano.
«El mundo no es un lugar seguro», repiten los protagonistas para que el espectador se siente en su sillón
Uno de los casos más polémicos sobre este aspecto fue el que enemistó a Quinn Martin, productor del género por antonomasia, y el conocido crooner de ascendencia italiana Frank Sinatra. Ambos tuvieron un fuerte encontronazo con respecto a la forma en la que el pueblo transalpino era representado en la producción de Martin Los Intocables, que narraba las biográficas hazañas del policía Elliot Ness contra la mafia italiana en Chicago en los años ’30 de la Ley Seca. La batalla fue ganada por el cantante, que condujo a los productores a reducir la cantidad de apellidos italianos que florecían en el bando de delincuentes, y propuso a un compañero del protagonista con aspecto italiano, para así suavizar el daño ya provocado en el imaginario colectivo de los estadounidenses con respecto a este sector de la población.
El carácter falso y convincente de la televisión como espejo de la realidad le ha capacitado como creadora de valores, un fenómeno mediático imperceptible. Gerbner, en su teoría del cultivo, analizó la función de este instrumento como forja de patrones de comportamiento, concibiendo que una exposición constante e intensa puede crear el «síndrome del mundo pesimista». Esto supone la desfiguración de la realidad, en la que los espectadores sólo contemplan a su alrededor situaciones de inminente peligro. Sin embargo, productores de cadenas como ABC o NBC justificaron la violencia en pos de la exactitud con la realidad, desviando el tema de discusión hacia el vacío. Es difícil poder calcular cuánto ha podido afectar a las personas este hecho, pero lo que sí es cierto es que tienen parte de responsabilidad en la insensibilidad frente a las agresiones y la muerte.
TOPICAZOS DEL GÉNERO POLICIACO Por A.D. Tackleberry
La entrega de la pistola y la placa Un agente de la ley es un agente de la ley. Siempre. Aunque su conducta temeraria le haya apartado del caso. Aunque un villano haya plantado sus huellas en el arma del crimen. Aunque su jefazo afroamericano le haya dicho cabreado aquello de «eres un agente cojonudo pero esta vez la has cagado. Necesito tu pistola y tu placa. Ahora». Ese hombre roto, suspendido de empleo y sueldo, que fuma en calzoncillos mientras ve la programación matinal, no está acabado. Y no cejará hasta que haya justicia, le devuelvan su Magnum 357 o explote un tráiler.
El cuerpo, a salvo de los corruptos Como todos sabemos, porque pensar otra cosa es antiamericano, por cada poli corrupto hay cien agentes honrados. Siempre dispuestos a pillar una bala por el ciudadano, a ser posible en el hombro. Y para atrapar a los garbanzos negros, Asuntos Internos. Esos tipos pijoteros que no conocen la calle y a los que nadie invita a una birra. Asuntos Sucios es una de las pocas que ensalza a esa clase de burócratas. Pero es que Richard Gere se merece eso y mucho más.
El policía amigo de los niños La presencia policial en la pantalla se suele justificar con hechos de gran magnitud, como crisis atómicas, malvados nihilistas con inquietantes acentos o bandas juveniles armadas y airadas. Pero todo ello nos oculta las tareas que hacen humano al agente de la ley. Ayudar a cruzar pasos de cebra, salvar gatitos o defender a una niña con aparato de los malotes son esas pequeñas cosas que dignificaban a un Carl Winslow en Cosas de Casa o a un Romerales en la serie aquella de Mercero.
Zona especial norte En lo doméstico, el norte de la península ofreció un vivero argumental para la loa y el descrédito de los cuerpos de seguridad durante las últimas décadas del viejo siglo. Pelis como Lobo, Gal o Días Contados configuraron la idea de unos funcionarios abnegados con problemas gastrointestinales que velaban nuestro sueño democrático ante una horda de chavales dispuestos a quemarlo todo para llevar a cabo sus sueños locos. Eloy de la Iglesia o Calparsoro enfocaron la cámara hacia otro norte, el del Plan Zona Especial, la guerra social, la reconversión y el caballo.
Demasiado viejo para esta mierda Es sabido que el de policía no es un curro para cualquiera. ¿Que estos prohombres también sucumben al vicio? Claro está, siempre y cuando se nos presente de forma simpática. Por ejemplo, los polis de Los Simpson nos empezaron a caer bien el día que acabaron el episodio fumando hierba. Esto pasa. Y no se muere nadie. Lo que no cabe en cabeza alguna es que haya maderos tan degradados como Harvey Keitel en Teniente Corrupto. E igual de impresentable es ver a Jesús Puente poniéndose un tiro de cocaína en el coche patrulla. Repetimos: ¡Jesús Puente!
El mejor amigo de los buenos A la poli no siempre le da la mollera para resolver el crimen, pero siempre ayudará, con nobleza y refunfuños. Esta es la idea subyacente a las series del género Se ha escrito un crimen. En ellas, los agentes de la ley se apuntan los tantos que les sirve en bandeja la perspicacia de una profesional liberal sin gusto para la elección de jerseys. El inspector Lestrade en Sherlock Holmes o el inspector-jefe Gautier en el Inspector Gadget son famosos antecedentes de éste subgénero.
Zona especial favela Si usted pertenece a la pequeña burguesía, perdóneme que se lo diga pero no tiene usted ni la más remota idea de lo que pasa allí donde los criminales campan a sus anchas. Y probablemente tampoco sepa que hay que dejarse en casa el Estado de derecho, los derechos humanos y otras zarandajas. Si quiere saber más de que hablamos cuando decimos villanaje, revise Tropa de élite. El Batallón de Operaciones Especiales de la Policía Militar de Río de Janeiro: toda una película. Y si es usted blando, por lo menos no sea hipócrita: circule o sea baleado.
Por encima de la ley Aunque en el departamento nadie lo quiera admitir, siempre hay polis que llevan su amor por la justicia demasiado lejos. Más que utilizar las armas del enemigo, estos tipos tienen el gatillo fácil y la mano larga. A menudo son corruptos, pendencieros, jugadores y borrachos. Nunca encontrarán perdón en el cine o la literatura. La foto del capitán Dudley Smith no colgará en los pasillos del cuerpo de policía de Los Angeles en las novelas de James Ellroy. Y nadie brindará por Elias ‘Eli’ Thompson en el Atlantic City de Boardwalk Empire.
Doblemente duras Ya lo han visto, el enfoque de género está desaparecido en este negocio y por lo tanto en estas líneas. No obstante, hemos visto algunas mujeres polis colarse en este mundo de hostias como panes, vello torácico y pistolas desorbitantes. Titis que le meten una bala entre ceja y ceja a un vendedor de Rolex falsos cuando haga falta, para que se vea que ellas también valen para defendernos del Mal. Ahí tenéis a Angelina Jolie, en varias sagas del género patada en la boca; Rene Russo en las de Arma Letal o Holly Hunter en Copycat. Mujeres que reivindican su papel como garantes de la Seguridad.
Con placa, con dobleces, rara vez como son realmente
Desde la comisaría demócrata de Canción triste de Hill Street hasta series conservadoras como 24, CSI o el reality Cops, las series policiales han mantenido la misma imagen monolítica sobre la labor policial en Estados Unidos. Los agentes, ya trabajen para el FBI, la DEA o para un cuerpo local, son casi en su totalidad intachables desde el punto de vista profesional y sólo adquieren dobleces en su vida personal, algo que resalta su humanidad. En la muy valorada The Wire, la corrupción policial aparece en su contexto: como uno de los efectos de la propia corrupción de todo el sistema. La serie también desarrolla varias tramas en las que se juzga (y se condena) la brutalidad de los agentes en el ejercicio de su trabajo. Otra serie que ahonda en las zonas oscuras de la labor de los cuerpos llamados de seguridad es The Shield cuya visión de Los Ángeles ha sido comparada con la narrativa del escritor James Ellroy. En España, la serie de policías con más éxito ha sido Los Hombres de Paco, que no destaca por ser una visión realista del trabajo del cuerpo por estos lares.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Protectores-del-sueno-americano.html