Mandan los mercados. En Italia y Grecia colocan presidentes afines a sus intereses por encima de la soberanía popular. Si en el siglo XIX democracia y liberalismo aparecían como ideas antagónicas, ahora -en plena ofensiva neoliberal- la contradicción se ha hecho más evidente que nunca. El profesor de Ciencia Política y Sociología de la UNED, […]
Mandan los mercados. En Italia y Grecia colocan presidentes afines a sus intereses por encima de la soberanía popular. Si en el siglo XIX democracia y liberalismo aparecían como ideas antagónicas, ahora -en plena ofensiva neoliberal- la contradicción se ha hecho más evidente que nunca. El profesor de Ciencia Política y Sociología de la UNED, Jaime Pastor, y el catedrático de Derecho Constitucional de la Universitat de València, Roberto Viciano, han analizado las posibilidades de resistir al neoliberalismo y volver a la democracia en la Primera Jornada de Lucha y Resistencia contra la Crisis, organizada por la Plataforma por los Derechos Sociales de Valencia y la Plataforma de Afectados por las Hipotecas.
¿En qué punto nos encontramos? Según Jaime Pastor, «queda muy claro que el periodo que vivimos de capitalismo del bienestar y sistema político liberal-representativo es un paréntesis o, mejor, una anomalía, en la historia del capitalismo». La crisis económica iniciada en 1973 y la hegemonía neoliberal que empieza a desarrollarse en los 80, impulsada por Reagan y Thatcher, han liquidado este periodo de anormalidad. De hecho, subraya el colaborador de Viento Sur, «la clase política se ha convertido en mera alternancia en el marco de las directrices neoliberales; estamos, así pues, en manos de una oligarquía electiva que garantiza la efectiva aplicación del neoliberalismo».
Si algo subraya la crisis actual, a juicio de Jaime Pastor, es «la vocación totalitaria del neoliberalismo, que aplica medidas disciplinarias a los pueblos pero sin contar con ellos, ya que le tiene pánico a las urnas». Esta realidad, que ya pudo apreciarse en Irlanda y Dinamarca, ahora se ha comprobado definitivamente en Grecia, cuando Papandreu (el entonces primer ministro) anuló un referéndum que previamente había convocado por la presión de los «mercados». «Tenían la oportunidad de legitimar un rescate a las bancas francesa y alemana, pero ni siquiera lo consideraron necesario», explica el politólogo.
¿Padece actualmente el sistema capitalista una crisis de legitimidad? Jaime Pastor no duda en afirmarlo: «Así lo reconocen hasta los propios teóricos del sistema». Según el politólogo, el capitalismo necesita legitimarse (y actualmente están buscando fórmulas para ello) entre las clases medias, afectadas por la reducción del crédito y la merma en su capacidad de consumo, y también entre la juventud, castigada por una creciente precariedad (los disturbios en Tottenham y la periferia parisina constituyen un sonoro aviso a las clases dirigentes). Las estrategias de relegitimación se desarrollarán con mayor potencia en un ambiente de austeridad y fuertes recortes. «Partidos como el PP o CIU buscarán a buen seguro líneas de fractura entre nacionalismos para legitimarse», vaticina Pastor.
Pero en esta coyuntura de crisis se abre camino, además, un «ciclo rebelde global, de desobediencia civil y resistencia con el fin, por un lado, de frenar los ataques del neoliberalismo y, además, construir un nuevo imaginario político democrático basado en la participación popular», ha asegurado Pastor, quien ha añadido que se muestra «optimista pero realista», un optimismo fundado en la existencia de una masa crítica suficiente para construir discursos alternativos, pero siempre respetando la pluralidad. El 15-M, el proceso islandés, los tres referendos italianos en los que fueron derrotadas las propuestas oficiales, la red verde contra los recortes en la educación madrileña son un puñado de ejemplos, entre los muchos que apuntan a que algo se mueve. Sin embargo, «la correlación de fuerzas continúa siendo muy favorable a los de arriba», asegura el docente de la UNED.
Por su parte, el catedrático de Derecho Constitucional de la Universitat de València, Roberto Viciano, se ha mostrado partidario, desde una perspectiva más pragmática, de una lucha centrada en alcanzar unos «mínimos democráticos, como punto de partida para más adelante construir otras realidades; esto es sin duda más realista que plantearse directamente la implantación del socialismo del siglo XXI u otros objetivos más ambiciosos». El primer reto debería ser, por tanto, «que la soberanía popular se imponga al gobierno de los mercados»; la anulación del referéndum griego pone de manifiesto que ésta no va a ser una batalla fácil. «Conseguir esto en los próximos dos o tres años ya sería muchísimo».
Para conquistar este «mínimo democrático», hace falta en primer lugar «recuperar el demos«, explica Viciano. Es decir, «que los ciudadanos se lo tomen en serio pues, en efecto, se han acostumbrado a renunciar a sus derechos»; porque «la democracia no consiste en un derecho abstracto, sino en el ejercicio cotidiano de la misma por parte de una ciudadanía comprometida». Y en este punto llegan los problemas. Por ejemplo, de las numerosas iniciativas legislativas populares planteadas en los últimos años sólo dos han sido finalmente debatidas en sede parlamentaria, sin que finalmente prosperaran.
En este ambiente de marasmo democrático, desmovilización general y escasa participación, el 15-M ha aportado nuevos aires de regeneración. Pero el catedrático de Derecho Constitucional advierte que nos hallamos «en un punto de inflexión, a partir del cual el 15-M corre el riesgo de convertirse en una anécdota». Y explica: «es lo que ha ocurrido, por ejemplo, en Túnez, donde las revueltas populares han derribado al dictador pero en el poder continúa su familia; es éste el problema y el gran reto: las reivindicaciones han de incluir una parte propositiva», para que las protestas populares no queden ahogadas y sin efecto.
Uno de los precedentes a los que cabe mirar para la recuperación de la soberanía popular es América Latina, donde hace más de una década que se plantea la cuestión de resistir al neoliberalismo y recuperar la democracia. «En Europa nos parecía algo surrealista cuando allí estaban embarcados de lleno en procesos constituyentes», señala Viciano, quien agrega que Venezuela, Bolivia y Ecuador nos muestran que sin una gran corriente social y ciudadana que pida un cambio de sistema, no hay procesos constituyentes (entendidos estos como cambios de sistema, no de gobierno). En todo caso, concluye el profesor, una cosa queda clara: «las estructuras políticas y de poder no generan cambios si no hay una presión popular que les obligue a ello».
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