Alex de la Iglesia presenta ‘La chispa de la vida’, una reflexión sobre la dignidad en tiempos de crisis
Ocurrió de nuevo. Alex de la Iglesia habló este miércoles sin tapujos, esta vez para presentar su última película, La chispa de la vida. «Trata de si es posible mantener la dignidad en todo este caos, en esta especie de farsa. Sentir que las personas que dirigen el país son ridículas e infinitamente menos respetuosas que la persona que, por ejemplo, lleva mi comunidad de vecinos, produce una sensación de inseguridad y terror. En manos de quién estamos, ¿no? De eso va la película».
Habló así, alto y claro, en la rueda de prensa celebrada en Donostia, en el Teatro Victoria Eugenia, para presentar la película, horas antes de su preestreno, en Bilbao. El 13 de enero, llegará a las salas. La chispa de la vida es su nueva obra tras su éxito con Balada triste de trompeta y su sonora dimisión como presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas por su desacuerdo con la ley Sinde.
El filme es una tragicomedia que hunde sus raíces en la crisis y la depresión. Roberto, un publicista en paro que encarna José Mota, es rechazado por todas las agencias en las que pide trabajo. A nadie le importa que fuera el creador del eslogan «la chispa de la vida» de Coca-Cola, en los años ochenta. La cinta entra en una disparatada situación, cuando Roberto sufre un accidente y queda atrapado y consciente con una barra de hierro clavada en la cabeza. Todos menos él saben que si lo mueven, lo matan. El protagonista decide explotar el suceso en los medios ante la oposición de su mujer, Luisa (Salma Hayek).
«Creo que todos tenemos una barra de hierro clavada en la cabeza. Y de eso trata la película, de qué hacer entonces: si se puede o no mantener la dignidad», señaló Alex de la Iglesia sobre la película, «hecha con el corazón y, sobre todo, con el cerebro»: «Mi cerebro no está en su mejor momento, como diría el personaje, pero todavía hay neuronas que se rebelan».
Marmitako y cabinas
Así, escenifica «un momento de confusión» extremo por la crisis en el que el protagonista se plantea garantizar el bienestar de su familia a costa, incluso, de su dignidad, «saliendo en cualquier programa de televisión»: «Sin embargo, su mujer le dice que aún hay una alternativa, que no puede hacer eso porque sus hijos no querrían vivir con él. Ahí está la lucha», reivindica, orgulloso de que lo único que salva en el filme es «la dignidad».
De la Iglesia también se felicitó por haber reunido al cómico José Mota, a Salma Hayek y al guionista de Tango & Cash, Randly Feldman: «Todo hace una especie de marmitako imposible de comer. Estoy muy orgulloso de los resultados». Y el resultado final le recuerda mucho a La Cabina (1972), de Antonio Mercero. «El protagonista está como un insecto clavado en un alfiler, mientras todo el mundo está opinando alrededor sobre cómo sacarle».