Nació en Valencia, pero a los seis años por circunstancias de la Guerra Civil Española, sus padres deciden emigrar a La Habana. Comienza a trabajar en publicidad en la década del cincuenta. En el año 1961 marca el inicio de una prolífera carrera gráfica con el cartel de la película Historias de la Revolución, de […]
Nació en Valencia, pero a los seis años por circunstancias de la Guerra Civil Española, sus padres deciden emigrar a La Habana. Comienza a trabajar en publicidad en la década del cincuenta. En el año 1961 marca el inicio de una prolífera carrera gráfica con el cartel de la película Historias de la Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea.
Al diseñador gráfico Eduardo Muñoz Bachs la cinematografía cubana le debe el haber sido «la puerta de muchas ventanas». Su extensa obra coquetea con un «record Guinness». Casi mil carteles realizados con auténtico oficio artístico para filmes de ficción, documentales y dibujos animados. Esta prolifera obra, lo convierten en cabeza visible de un sello estético y artístico dentro del cartel cinematográfico cubano.
Su obra se distingue por un estilo ajeno al realismo fotográfico. Se aparta del cartel realista-comercial que predominaba en Cuba en la década de los años cincuenta y «rueda su ingenio» con una visón llena de encanto y fantasía. En su faceta de ilustrador de libros para niños y adolescentes, se respira una dosis de ingenuidad, fusionada con desenfadado humor y sátira inteligente.
El propio Muñoz Bach expresaba: «Ilustrar un cuaderno para niños representa una liberación artística que me exige un desbordamiento de ideas; me invita a equipararme con la fantasía del muchacho».
Sobre una de las más «vitales piezas» de Muñoz Bachs el artista gráfico Héctor Villaverde expresaba: «Esto no ha impedido que aborde cualquier tema con maestría, como lo hizo en su cartel para el filme ‘Niños desaparecidos’, de gran contenido dramático«.
Es innegable la influencia de los polacos Jan Lenica y Henryk Tomaszewski y el francés André François en su ejemplar obra. Transitar por la gráfica de este artista, es descubrir una desbordada e intensa dosis de poesía. Los trazos son verdaderos colirios de fábulas y figuraciones desde los postulados de la ilustración.
Entre sus premios más relevantes se encuentran: Premio al Mérito. «Concurso Internacional de Carteles de Cine», Ottawa (1972); Premio al Mérito «Concurso Internacional de Carteles de Cine en el Festival Internacional de Cine», Cannes, Francia (1973); «Gran Premio Internacional de Carteles de Cine. Primer Festival Internacional Cinematográfico», París (1975); Primer y Tercer Premios «Concurso de Hollywood Report» (1978); Gran Premio Coral en el 5to. «Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana», por el conjunto de carteles presentados en el 3er. Concurso latinoamericano y caribeño de carteles cinematográficos (1983); Premio «Concurso de Hollywood Report» (1984).
Fue Miembro de la Unión de Escritores y Artista de Cuba (UNEAC), recibió la Distinción por la Cultura Nacional y las Medallas «Raúl Gómez García» en (1982) y la «Alejo Carpentier» en (1988).
Su fundacional y majestuosa obra, quedó grabada en la memoria documental del filme: El cine y yo, de la realizadora cubana Mayra Vilasís.
Sobre este filme su creadora apuntaba: «Hacía ya algún tiempo que deseaba hacer un documental sobre los carteles cinematográficos. Desde que trabajé como asistente de Rapi Diego en el guión de Carteles son cantares, me había quedado con ese fantasma dentro. Por supuesto, los diseños de Muñoz Bachs me fascinaban. Creo que su gran obra maestra es el afiche de Niños desaparecidos por su economía de recursos.
Un día me tropecé con Muñoz en el elevador del ICAIC y aproveché para soltarle de un tirón que quería hacerle un documental. Él, literalmente, se espantó y solo atinó a balbucear: «Yo…, yo…, pero yo no puedo hablar delante de una cámara». Eso era todo lo que necesitaba. Un reto. Recuerdo que le respondí de una forma muy autosuficiente: «Yo no necesito que hables frente a una cámara, solo necesito que me digas que estás de acuerdo».
De ahí en adelante todo fue un descubrimiento. Solo le pedí que diseñara el cartel de su propio documental, en diversas etapas, para filmarlo y algunos de los créditos. Y así hizo. Conté con la valiosa ayuda de una asistente de dirección conocedora del archivo de carteles del ICAIC, con el ojo insustituible de un excelente director de fotografía, con la cooperación de todo el equipo de filmación, de una inolvidable amiga y editora, y por supuesto, con la familia Muñoz Bachs.
Me propuse dar su vida a través de su obra. Para mí, él es una rara mezcla: un talento creador desbordado unido a una imagen quijotesca con la conducción de un corazón chaplinesco. Ese es Eduardo Muñoz Bachs».
La historia del cine cubano lo tiene entre los grandes de los últimos cincuenta años. Un artista que se fascinó con Cuba y dejó una huella imperecedera.
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