«Un microgramo del isótopo 238 del uranio (U-238) destruye miles de partículas alfa al día, lo que daña tanto a las células del organismo humano como al ADN». Este año se cumple el décimo aniversario de la contribución sueca a la guerra de Afganistán. No obstante, la cuestión de los efectos de las armas de […]
«Un microgramo del isótopo 238 del uranio (U-238) destruye miles de partículas alfa al día, lo que daña tanto a las células del organismo humano como al ADN».
Este año se cumple el décimo aniversario de la contribución sueca a la guerra de Afganistán. No obstante, la cuestión de los efectos de las armas de uranio sobre la salud es relativamente desconocida en Suecia. Estados Unidos y Reino Unido utilizaron armas de uranio durante la Guerra del Golfo (1990-1991),en Yugoslavia y otra vez en Iraq en 2003 y, posiblemente, en Afganistán. Las armas están fabricadas en Estados Unidos, Francia, India, Rusia y Paquistán y, quizás, por la empresa sueca Bofors, que forma parte del grupo de fabricantes de armas BAE. Systems Bofors ha declinado responder a las preguntas relativas al uranio que contienen los proyectiles ya que este es más pesado que el plomo y con una capacidad de penetración tan alta que permite atravesar tanques y búnkeres. El uranio que se utiliza en el recubrimiento de las armas es, fundamentalmente, el isótopo U-238, que proviene de los residuos del proceso de enriquecimiento del uranio natural para convertirlo en energía nuclear. Estos residuos son los que se conocen con el nombre de uranio empobrecido.
Las armas también pueden contener uranio poco enriquecido o la forma más peligrosa de uranio, que ya se ha utilizado en las plantas nucleares, que contiene pequeñas cantidades de plutonio, extremadamente tóxico.
En el impacto, los proyectiles recubiertos de uranio arden a altas temperaturas y generan un polvo muy fino de oxido de uranio, que se expande muy fácilmente. Cuando el polvo se inhala o penetra en el cuerpo humano, por el aire que respiramos, las partículas quedan atrapadas en los pulmones o penetran en el torrente sanguíneo y así llegan al resto de los órganos. Un microgramo del isótopo 238 del uranio (U-238) destruye miles de partículas alfa al día, lo que daña tanto a las células del organismo humano como al ADN.
Las armas de uranio pueden provocar cáncer, malformaciones congénitas y aumento de la mortalidad. En Basora se ha producido un significativo incremento de en los casos leucemia infantil y los casos de cáncer se han cuadruplicado del mismo modo que en Faluya se han incrementado las malformaciones congénitas, lugares ambos en los que se produjeron grandes batallas entre las tropas estadounidenses y los iraquíes en 2004. La proporción de nacimientos por sexo es menor de la habitual, igual que sucedió en Japón después de las bomba atómica de 1945, una señal de daño a los cromosomas sexuales.
Después de analizar muestras del suelo, del agua y del cabello de los padres de los niños con malformaciones congénitas, los investigadores llegaron a la conclusión de que los residuos de uranio son probablemente la causa de esta desproporción. Sus conclusiones están apoyadas por las investigaciones llevadas a cabo con animales y células de cultivo.
De acuerdo con las informaciones llegadas de Iraq, hay más de 300 lugares contaminados con residuos de uranio. Tras la guerra de la antigua Yugoslavia, también se informó del aumento de la tasa de cáncer, padecido también entre algunos soldados italianos.
En noviembre de 2011, en un seminario de la Universidad sueca de Lulea, investigadores iraquíes y suecos informaron extensivamente sobre la contaminación con polvo de uranio del medioambiente en Iraq y los graves efectos sobre la salud. Los investigadores [1] adoptaron una resolución en la que se describía las armas de uranio como muy peligrosas y exigían transparencia a los Estados fabricantes de esas armas.
La resolución 148 de diciembre de 2010 de la Asamblea general de Naciones Unidas, apelaba a los Estados miembro a informar de la posesión y el uso de armas de uranio empobrecido. Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel votaron en contra, mientras que Suecia, así como varios países europeos de abstuvieron en las votaciones. No obstante, una gran mayoría en el Parlamento europeo, han votado cuatro veces en contra de las armas de Uranio.
Previamente, el parlamento sueco rechazó la moción de prohibir las armas de uranio. En 2008, el comité de Asuntos Exteriores escribió: «[…] Si hay pruebas médicas convincentes que demuestren que la munición de uranio empobrecido provoca daño a la salud y al medio ambiente, el comité está dispuesto a una prohibición».
Ahora ya existen suficientes pruebas. Varios datos indican que las armas de uranio empobrecido podrían haber sido utilizados en Afganistán. ¿No debería el gobierno investigar si los soldados suecos en Afganistán han estado expuestos a armas de uranio y si Bofors manufactura o ha manufacturado esas armas?
*Los autores firmantes de este artículo son: Anders Romelsjö, catedrático del departamento de Ciencias de Salud Pública del Instituto Karolinska y profesor emérito de la Universidad de Estocolmo; Sven Knutsson, catedrático de Ingeniería Geotécnica del Departamento de Infraestructura, Planificación y Recursos naturales, de la Universidad tecnológica de Luleå; Nadir Al-Ansari, catedrático del Departamento de Infraestructura, Planificación y Recursos naturales de la Universidad tecnológica de Luleå; Roland Pusch, catedrático emérito del Departamento de de Infraestructura, Planificación y Recursos naturales, de la Universidad tecnológica de Luleå; Anders Brahme, catedrático de Física médica del Instituto Karolinska.
Fuente: http://www.aftonbladet.se/
Traducido para IraqSolidaridad por Paloma Valverde http://www.iraqsolidaridad.org/