Dicen que el Parlamento es el templo de la democracia. No sé, no sé. Las cosas no están nada claras. Templo, quizás sí, pero de democracia, poco. En el Congreso español, cuando uno se sienta en uno de sus escaños y mira el hemiciclo, sus pinturas y cuadros, no puede sino sorprenderse. Uno de sus […]
Dicen que el Parlamento es el templo de la democracia. No sé, no sé. Las cosas no están nada claras. Templo, quizás sí, pero de democracia, poco.
En el Congreso español, cuando uno se sienta en uno de sus escaños y mira el hemiciclo, sus pinturas y cuadros, no puede sino sorprenderse. Uno de sus dos lienzos principales recoge la presentación de Fernando IV, por su madre, ante las Cortes de Valladolid. En el otro aparece el juramento de los diputados de las Cortes de Cádiz ante un obispo en la Misa del Espíritu Santo. Más arriba, en un esquina, surge Moisés con sus constitucionales tablas de la ley y allá en la bóveda dos ángeles alados coronan a Isabel II como reina. O sea, la cosa va, sobre todo, de reyes y reinas, obispos, moiseses y ángeles celestiales. Poco o nada que tenga que ver con Repúblicas, laicismos y democracia. Tan solo en un cuadro se recoge a los comuneros de Castilla…., pero es el que representa su ejecución: ¡aviso a navegantes!
Después de haber rechazado, por conservadora, la posibilidad de modificar la Constitución española para introducir en la misma el principio de estabilidad presupuestaria, el presidente Zapatero la anunció por sorpresa en el Congreso el 22 de agosto pasado. El grupo parlamentario del PSOE se enteró allí mismo del cambio de postura. Por medio estaba la llamada al orden dada al Gobierno por esa cosa que llaman los «mercados», el Banco Central Europeo y la pareja de hecho Markel-Sarkozy. Como era de esperar, el PP aplaudió la medida y se prestó a la labor. La reforma se aprobó finalmente el 2 de septiembre. En tan solo diez días, sin referendum ni debate público alguno, se modificó la sagrada Constitución y desde entonces, tanto el Estado como las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos, quedan sometidos a los límites de déficit que fije la Unión Europea, o sea, mayormente, el Banco Central Europeo. ¡Toma ya democracia y soberanía española!
Algo parecido ocurrió con el paquete de medidas antisociales aprobadas por el gobierno del PP, el 30 de diciembre pasado, y que, por vía de urgencia, fue llevado al Congreso a ser refrendado por la mayoría absoluta del PP y el regalo de los votos de CIU y UPN. Nuevamente, en tan solo 12 días, se aprueba por vía de urgencia -es decir, sin posibilidad de debate previo alguno en Comisión, ni de presentar enmiendas -, lo que, en resumen, ha sido un inmenso transvase de dinero de las clases bajas y media en beneficio del capital y las finanzas. En este Congreso de reinas, obispos, ángeles alados y mayorías absolutas del PP, el debate público, la participación y la democracia están de más. De oca a oca y tiro porque me toca, y al que proteste, la de los comuneros. ¡Al loro!
El PP está embalado. Tras este primer paquete de medidas, el Gobierno ha aprobado ahora la reforma laboral que pronto llegará al Congreso. La ministra de Empleo presentó el pasado siete de febrero su programa general para la legislatura en la llamada sala «constitucional». En ésta, allá al fondo, siete grandes retratos representan a los llamados «padres» de la Constitución. Nada más verlos, una pregunta me asalta: ¿qué puede esperarse de algo que tiene siete padres – entre ellos, Fraga, el carnicero de Gasteiz- y ninguna madre? La biología no tiene respuestas para tan insólitos supuestos.
Cuando entra la ministra en la Sala se lía a besos con los presentes. A mí me tocan dos, una en cada mejilla, y yo, todo educado, le correspondo con otros tantos. La fotografía de una ministra del PP saludando de esta manera a un diputado de Amaiur corre pronto por periódicos y medios. Si se hubiera tratado de un ministro dándome la mano, la cosa no habría trascendido, pero la prensa es así. Nada dirán, sin embargo, de lo que como Amaiur planteamos ante la reforma laboral anunciada por la ministra, como nada, o casi nada, han dicho de la actividad que hemos realizado hasta la fecha en el Pleno del Congreso y sus Comisiones. Si no hay morbo, no hay noticia.
Lo que dijimos en la Comisión, y se silenció, es que la reforma laboral del PP supone una profunda desestructuración del mercado de trabajo y la flexibilización de las relaciones laborales (salario, jornada, funciones,..) tendentes ambas a recortar y abolir muchos de los derechos y conquistas sociales logradas en los últimos cincuenta años por la clase trabajadora. Su objetivo es mejorar las ganancias de la patronal a través del incremento de la tasa de explotación de la mano de obra e impulsar la privatización de diferentes servicios públicos mediante la potenciación de ETTs, Mutuas…. Finalmente, amparándose en la crisis, se pretende reforzar las competencias centrales del Estado (negociación colectiva,…), recortar aún más las ya de por sí escasas y cuarteadas competencias autonómicas e imponer acuerdos estatales por encima de las mayorías sindicales existentes en nuestro país, Euskal Herria.
En otro ámbito de cosas, nos vamos acostumbrando poco a poco al espacio congresual y sus dependencias. Seguimos sin saber muy bien cuáles de los saludos, palmadas y apretones de manos que nos dan están huecos, y cuáles contienen cordialidad y afecto. Algunas miradas y gestos, eso sí, nos lanzan más dardos y flechas que al pobre San Sebastián los romanos, pero son excepciones. Se tendrán que acostumbrar a nuestra presencia lo mismo que nosotros nos acostumbramos a la de ellos. Hemos llegado para quedarnos y tenemos el pellejo curtido por décadas de marginación e ilegalizaciones. Las hemos visto peores. Sabemos navegar en aguas revueltas.
Otra cosa son los trabajadores y trabajadoras de la casa quienes, cada vez más, nos resultan más cercanos. Es normal. Entre ellos se repiten los mismos problemas que hemos conocido quienes hemos trabajado en la Administración durante treinta años: externalizaciones y contratas a espuertas, jornadas y horarios arbitrarios, recortes y congelaciones salariales, deficientes condiciones de trabajo y salud laboral,… Tenemos muchas cosas en común.
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