Jesús Alique es senador del PSOE. El pasado miércoles presentó una moción que fue rechazada por 167 votos, los del PP y CIU [1], dos caras de la misma moneda en la gran mayoría de asuntos sustantivos. También en este que va de nucleares. Las burguesías españolistas y catalanes son muy amantes del átomo. ¿De […]
Jesús Alique es senador del PSOE. El pasado miércoles presentó una moción que fue rechazada por 167 votos, los del PP y CIU [1], dos caras de la misma moneda en la gran mayoría de asuntos sustantivos. También en este que va de nucleares. Las burguesías españolistas y catalanes son muy amantes del átomo.
¿De qué se trataba? De una moción del grupo «socialista» -el mismo grupo que aplaudió, y probablemente negociara, esta semana en el Congreso de diputados el texto leído por del presidente de la Cámara recordando elogiosamente la figura del ex ministro franquista Manuel Fraga- que instaba al Gobierno a fijar un horizonte de cierre gradual de las centrales nucleares al cumplir los 40 años desde su diseño o, si los exámenes técnicos detectaran circunstancias que lo aconsejaran, antes de ese término.
Como han leído, faltaría más. La propuesta conllevaba que, entre 2013 y 2028, debía cesar la actividad de todas las centrales nucleares españolas. Transitando por la mejor senda alemana.
Según el senador «socialista», España -que exporta (Francia, Marruecos) energía desde hace unos seis años- está ya en condiciones de cerrar todas las centrales al final de su vida útil, «empezando por Santa María de Garoña (Burgos) en 2013 y acabando con Trillo (Guadalajara)». En su moción, el PSOE proponía además que la demanda de energía se cubriera con ciclos combinados o con energía renovables. No sólo eso: que el cierre del parque atómico fuera financiado por las empresas que gestionan energías maduras, como la hidráulica o la nuclear.
Tampoco acabó aquí la cosa. Según comentó Alique, la energía nuclear «no es barata, ni segura, ni limpia y, a pesar de las décadas de experiencia, todavía tiene problemas». ¿Les suena? Puro y combativo lema antinuclear. Se olvidó de que tampoco es pacífica y que el legado de los residuos, se construya o no el almacén nuclear centralizado, no es equivalente al concierto para clarinete K622 de Mozart.
No sé olvidó tampoco de apuntar que la inversión privada, sin respaldo público, es poco atractiva en asuntos nucleares. El PSOE, ese partido que dice ser socialista, obrero y español, apuesta «por un sistema eléctrico en el que cada vez tenga menos peso la nuclear, la dependencia de los hidrocarburos».
El senador del PP José Ignacio Palacios calificó la moción del PSOE de «innecesaria». ¿Innecesaria? ¿Por qué? No se sabe, no responde. Y defendió que, mientras el CSN considere que una planta es segura y la empresa titular piense que la inversión es rentable, «pueden ampliar la vida útil o de diseño». Más claro el agua clara, lo de siempre. ¡Al servicio de los caballos atómicos!
Añadió, eso sí, que el grupo socialista se comportaba como «una veleta». Y la verdad, uno se empeña en refutarle, una y mil veces, quince horas, doce minutos y 59 segundos seguidos, pero no ve cómo. ¿Cómo es posible que un partido que dio sostén a un gobierno que no fue capaz de cerrar Garoña, gobierno que tenía elementos neta y declaradamente pronucleares en su seno que ni siquiera se bajaron del burro atómico tras la hecatombe de Fukushima, hable dos meses después de dejar el gobierno de que España tiene que abandonar poco a poco la era nuclear?
No se trata de que el senador no dijera cosas razonables sino de dudar de la credibilidad de su propuesta. ¿Quién puede creerle? ¿Quién puede creer ni una sola de sus afirmaciones? ¿El PSOE es ahora un colectivo que abona la sal de los territorios antinucleares? ¿Ha irrumpido un milagro y nadie se ha dado cuenta de ello?
Nota:
[1] «El PP tumba una moción en el Senado para el cierre nuclear» Público, 9 de febrero de 2012, p. 31.