O no es por ellos, estúpido, es también por ti! Los recientes Presupuestos General del Estado han recortado por aquí y por allá, pero sobre todo por allá. El tijeretazo a la cooperación internacional ha sido de 1,389 millones de euros, dejando el total de la ayuda gestionada por el Ministerio de Asuntos Exteriores en […]
O no es por ellos, estúpido, es también por ti!
Los recientes Presupuestos General del Estado han recortado por aquí y por allá, pero sobre todo por allá. El tijeretazo a la cooperación internacional ha sido de 1,389 millones de euros, dejando el total de la ayuda gestionada por el Ministerio de Asuntos Exteriores en poco más de 800 millones de euros. Entre los recortes destacan los 594 millones de euros menos para la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional), lo que deja su presupuesto en 200 millones de euros escasos (¡un recorte de casi un 75%!) Para que nos hagamos una idea, el presupuesto de la AECID va a ser poco más de lo que costó el lamentablemente famoso aeropuerto de Castellón, del que todavía no ha despegado ningún vuelo.
España ya fue el país de la OCDE que en términos absolutos redujo más su aportación a cooperación al desarrollo en el 2011, y el segundo en términos porcentuales, después de Grecia. Los recortes de este año nos situarán de nuevo, probablemente, en cabeza de este no-meritorio grupo. García-Margallo, el Ministro de Asuntos Exteriores, ha llegado a plantear el debate entre un o ellos o nosotros: «recortar en cooperación es una opción extremadamente dolorosa , pero la otra opción, a lo mejor, es recortar pensiones o cerrar ambulatorios «. [1]
El discurso del actual Gobierno intenta plantear estos recortes como inevitables («haremos lo que tengamos que hacer»), en la línea de otros recortes que a simple vista parecen más dolorosos (pérdida de derechos laborales, reducción en la prestación de servicios básicos,…) con la supuesta ventaja añadida que en el caso de la cooperación parece que duele menos, ya que no afecta a nuestros bolsillos. Nada más lejos de la realidad.
Nos guste más o menos a la sociedad civil, la realidad es que la cooperación oficial al desarrollo de la mayoría de los Estados de nuestro entorno responde a un conjunto de intereses y motivaciones variados. Las razones de justicia, devolución, equidad y solidaridad son quizás las más inmediatas. Pero ya el PP invocaba en su programa tanto el «desafío moral» de la solidaridad como la voluntad de convertir la cooperación al desarrollo en una herramienta de la política exterior. Si bien desde las ONGs se destaca el componente humanitario, o de necesidad, como el motor necesario de la cooperación, desde los círculos empresariales se pretende la apertura de nuevos mercados y que la cooperación contribuya a desarrollar estados con mayor seguridad jurídica y menor corrupción. Los partidos políticos, a su vez, también responden a sus electores, de distinto signo ideológico, y usan las distintas herramientas de cooperación para propósitos tan diferentes como crear desarrollo local en zonas de altos flujos migratorios irregulares a España (léase África del Oeste); apoyar la expansión de la cultura española; combatir el terrorismo y aumentar la seguridad internacional; o aumentando la presencia, y por tanto la influencia, de España en los Organismos de Naciones Unidas.
Todas estas razones son legítimas, en mayor o menor grado, mientras que se expliquen (sean transparentes) y se sea responsable de las decisiones tomadas (rendición de cuentas), y mientras no se pierda de vista el objetivo último, que es el desarrollo humano de las sociedades receptoras de la ayuda. Sacrificar al altar de la austeridad y el déficit una de nuestras herramientas más poderosas que disponemos como país para influir en el panorama internacional y defender nuestros valores y prioridades no es sólo hambre para mañana, es hambre para mucho tiempo.
Otras soluciones son posibles. En los presupuestos de este año de otros países sumidos en crisis económicas, como Reino Unido, Bélgica o Irlanda, el montante destinado a la cooperación se mantiene o aumenta. En plena crisis el Gobierno de coalición conservador-liberal británico ha sido capaz de congelar las pensiones (la controvertida «granny tax»), bajar los impuestos a lo más ricos, y a la vez mantener su compromiso de llegar al 0,7% de su PIB a la ayuda al desarrollo. Me sobran dos de las tres medidas mencionadas, pero lo importante es destacar que incluso dentro de la ortodoxia neoliberal hay cabida para la ayuda al desarrollo.
Las relaciones internacionales y la ayuda al desarrollo son procesos dinámicos. El espacio que España deja es rápidamente ocupado por otros actores con otros intereses y prioridades. China ya lidera iniciativas como el FOCAC (Foro China-Africa para la Cooperación) e invirtió en África 14,700 millones de dólares en 2011 (casi 4,000 de ellos en ayuda) en sectores tan diversos como minería, infraestructuras, agricultura,… pero no en derechos humanos, gobernabilidad o derechos de la mujer. Los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) están cuestionando el modelo tradicional de cooperación Norte-Sur creando nuevos modelos y enfoques, que van desde cambios conceptuales muy interesantes (de países «beneficiarios» a países «partners») a la simple sustitución de unos intereses geopolíticos por otros. Países como India y Brasil aumentaron su ayuda al desarrollo un 20% entre 2005 y 2010. Y su influencia política, económica y de liderazgo ha ido de la mano a este crecimiento.
En época de crisis económica puede ser muy tentador recortar en gastos que parecen superfluos, o de cierta forma intangibles. Investigación, desarrollo e innovación; cooperación internacional; educación,…. Los beneficios no se notan al final de mes en nuestras nóminas o en el precio de los hipotecas, pero son la base de un crecimiento sostenible y de una economía competitiva, globalizada y próspera y, a la postre, de un mundo más seguro y más justo.
[1] http://www.20minutos.es/noticia/1339173/7/margallo/recortes/cooperacion-pensiones/
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