Le dirijo esta breve carta como respuesta a su sincera, humilde y sorprendente disculpa pública, televisada, y repetida mil veces en medios de comunicación y redes sociales. Entiendo que se trata de un esfuerzo valiente y honesto cuyo objetivo es sin duda recuperar el favor y la confianza de los ciudadanos de su Reino, entre […]
Le dirijo esta breve carta como respuesta a su sincera, humilde y sorprendente disculpa pública, televisada, y repetida mil veces en medios de comunicación y redes sociales. Entiendo que se trata de un esfuerzo valiente y honesto cuyo objetivo es sin duda recuperar el favor y la confianza de los ciudadanos de su Reino, entre los que me incluyo. Podríamos incluso entender que se trata de una disculpa extensible a todos los errores que haya cometido en el pasado (recuerdo ahora mismo, por ejemplo, su falta de respeto al Presidente de la República de Venezuela) y que pudiera cometer en el futuro.
Me resultaría del todo inapropiado ser excesivamente duro, ensañarme, con aquél que, conservando una posición jurídica superior a la del conjunto de los mortales (españoles), se desprende por un momento de su condición privilegiada y pide disculpas. En lo que me concierne, por tanto, como ciudadano de su Reino, acepto sus disculpas.
Querría, sin embargo, aprovechar este momento de intimidad, de sinceridad plena, para hacerle una confesión que creo que comparto con muchos de mis conciudadanos: nosotros también hemos cometido un error. Ese error fue hacerle creer, hace algo más de treinta años, que los españoles no teníamos nada en contra de la restauración de la monarquía por decisión del General Franco. Creo que es evidente que estábamos equivocados, que cometimos un error, y que nos conviene que nos represente un Jefe del Estado elegido por el pueblo y no por el azar de la genética. Lo sentimos mucho, Majestad, estamos sinceramente arrepentidos, y le aseguramos que no volverá a ocurrir.
Espero, por tanto, que sea comprensivo con los errores del pueblo español de la misma forma que éste ha mostrado serlo con los suyos, y que considere la opción de ser usted mismo quien promueva, para mayor honor y dignidad de su renovada persona, el fin de la monarquía española.
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